lunes, 18 de abril de 2011

Los fantasmas de Hitler, Mussolini, Petain, Franco... planean sobre Europa.

Os hablo a la sombra de uno de los peores acontecimientos vividos por Europa desde hace muchos años y os hablo en caliente, a fin de poder transmitir aún unas ideas toscas y poco trabajadas.

El partido ultraderechista finés llamado Los Auténticos Finlandeses ha obtenido una importante victoria en las elecciones legislativas del país, quedando por un ajustado margen como la formación más votada, si bien acabo de leer un titular que me dice que es la segunda. Si es la primera o la segunda no es la cuestión aquí, la cuestión es mucho más grave. A lo largo de este año hemos visto como formaciones ultraderechistas irrumpían por vez primera en el parlamento sueco, o el inglés. El caso más dramático lo vimos en Holanda, donde a de no haberse puesto de acuerdo la centro-derecha con los socialistas para un gobierno de coalición, la ultraderecha hubiese acabado formando gobierno porque quedó primer en las elecciones. En Austria la ultraderecha ya ha gobernado en alguna ocasión y recientemente se ha reproducido en la república alpina el mismo panorama que he descrito de Holanda. En Francia, la hija de Le Pen se presenta a las presidenciales con posibilidades de pasar a la segunda vuelta. En Italia, La Liga del Norte lleva tres años en el gobierno. Hoy Finlandia se ha sumado a esta lista negra.
Está claro a mi parecer que el resurgir de la derecha no es un fenómeno aislado, sino un movimiento generalizado cada vez más extendido por toda Europa. Es absurdo embrollarse en cuestiones de estilo “¿es qué no aprendimos nada del pasado?” porque no conducen a ningún lado. La gente, y no podemos decir que sean una minoría marginal como se venía diciendo hasta ahora, vota a opciones racistas, radicales y de carácter autoritario. Los franceses han elegido a un eurodiputado que afirma que el Holocausto es poco menos que un cuento chino y los italianos tienen de cuarta fuerza en su parlamento a un grupo político que se vanagloria del nombre de Mussolini.
La reflección puede llevarnos a pensar que nuestra sociedad está enferma, que no siente empatía por sus semejantes y que por eso apoya opciones racistas. Sin embargo, una verdad más triste que la conjetura nos descubre que muchos de quienes apoyan opciones racistas, no son racistas en absoluto, ni tampoco están dispuestos a entregar sus derechos a un líder autocrático. ¿Entonces por qué pasa esto?
La respuesta es tristemente sencilla: tenemos incerteza sobre nuestro futuro. Alber Speer lo dijo en su alegato final en el Proceso de Nuremberg “Una nación que crea en su futuro jamás perecerá”. En efecto, sólo cuando perdemos la fe en el futuro, nuestra sociedad se desespera hasta el extremo de recurrir a los extremistas y no porque crean en ellos, sino porque son los únicos que dentro del descrédito general parecen creer en algo. El resto de temas: el populismo, las falacias del mensaje político etcétera son meras anécdotas.

3 comentarios:

  1. La conclusió em sembla especialment lúcida. Ja podem anar-nos fent la idea que la cosa anirà a més. Vénen anys foscos i caldrà que les forces "progresistes" acceptin la responsabilitat que els pertoca, moltes vegades per la seva covardia a l'hora d'afrontar els problemes reals de la societat.

    ResponderEliminar
  2. El populisme i les fal·làcies del missatge és una mateixa cosa que unida a la crisi econòmica i a la crisi dels polítics fa que hom es refugii en opcions estranyes com aquesta.

    No m'havia parat a contemplar el paisatge neofeixista com ho has fet tu i aquest radiografia no m'agrada gens...

    ResponderEliminar
  3. Clícide jo crec que en aquest sentit el problema de base és que els polítics demòcrates dels grans partits es desesperen per agradar a l'electorat fins a un punt que ja no són creibles.

    ResponderEliminar