lunes, 25 de noviembre de 2013

Apuntes: Unamuno, "Don Sandalio jugador de ajedrez" o la ambigüedad del ser

"También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días."
Jorge Luis Borges, Ajedrez

Portada de Don Sandalio, jugador de ajedrez, de don Miguel Unamuno.


Unamuno, ególatra como pocos, vivió angustiado por la inmortalidad de su ser y la definición del mismo. Decía que la identidad se divide en cuatro yo: el yo que los demás creen que somos, el yo que pretendemos que los demás crean que somos, el yo que creemos que somos, y el yo que realmente somos.
Su novela breve, o nívola como él llamaba a sus obras, Don Sandalio, jugador de ajedrez (1930) aborda esta idea de la diversidad de identidad de un mismo individuo. Su texto se compone de una serie de cartas del narrador, quien en apariencia se identifica con el propio Unamuno, dirigidas a su “querido don Felipe”. El ficticio epistolario, fechado entre verano y finales de año de 1910, recoge la relación del narrador con don Sandalio, un hombre a quien conoce en el casino y con quien mata el tiempo jugando al ajedrez. La relación entre ambos se describe como de mera cortesía, más allá de intercambiar los saludos antes de sentarse frente al tablero, no se dicen prácticamente nada. Sin embargo, don Sandalio en ocasiones se ausenta del casino, hasta que terminará por no volver.

Miguel de Unamuno (1864-1936).
 
Durante las ausencias, el narrador va descubriendo inquietantes informaciones, siempre incompletas y muy sesgadas, sobre su contrincante. Lo primero que descubre es que don Sandalio ha perdido a un hijo, después que está en la cárcel y por último que ha muerto en la cárcel. Finalmente conoce al yerno del misterioso personaje, quien le asegura que el padre de su mujer sentía por él un tierno afecto y que valoraba en gran medida sus consejos. Tales palabras dejan desconcertado al narrador. No sólo le sorprende que don Sandalio, con quien tan poco había hablado, lo apreciase tanto, es que no recuerda haberle aconsejado nunca nada. Sin embargo, parece que por fin podrá saber quién era rival sobre el tablero, que motivos lo llevaron a prisión y de qué murió allí, pero en ese momento, para sorpresa del lector, se niega a saber.
El narrador hace tiempo que ha comprendido que no echa de menos a don Sandalio, sino a “mi don Sandalio”, a la imagen que había construido en su cabeza sobre el hombre real. Las últimas cartas de la nívola recogen las quejas del narrador a don Felipe a quien le reprocha su insistencia para que escriba una novela sobre esta historia.

Unamuno en su escritorio.
 
Como en toda obra el autor bilbaíno, los rasgos autobiográficos están bien presentes, después de todo Unamuno siempre escribió hacia adentro, tanto en el narrador cuya persona se asimila a la del autor, como en el propio don Sandalio, más sutil en este último, especialmente en el rasgo de la pérdida del hijo. Sin embargo, la historia de don Sandalio proviene en su mayor medida de la imaginación, no de una anécdota vivida. En su epílogo, Unamuno aborda la cuestión de identidad, empezando por la del propio narrador a quien hasta el momento se ha dado por sentado que era la misma persona que él. Después aborda la cuestión de don Sandalio ¿quién es en verdad? ¿realmente tiene una identidad? Incluso plantea al lector si realmente existe don Felipe.


Monumento conmemorativo a Miguel de Unamuno en Salamanca.

La cuestión va mucho más allá del juego de espejos cervantino, la identidad se convierte en un enigma de tanta profundidad filosófica como los planteamientos de Kant, Schopenhauer o Kierkegaard, sólo que expuestos con sencillez. ¿El hombre existe en sí mismo o se reduce a una proyección de quien lo observa? ¿Es un compendio de proyecciones? ¿Tiene una identidad en sí mismo, una sustancia propia? Unamuno parece decantarse por una definición ambigua de la identidad del ser, dependiente de la percepción ajena. Si bien, en la línea de Schopenhauer, esto no impide al “yo” haberse creado su propia visión del mundo, imagen que depende de él y que con él habrá de desaparecer, si la inmortalidad no existe.
No obstante, junto al enigma filosófico de ser, la historia de don Sandalio nos muestra un duelo entre dos hombres. Después de todo, cualquier relación entre dos personas es una lucha de estrategia e inteligencia, para conocer de verdad a nuestro interlocutor.

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