3 de Agosto de 1898. Ayer y anteayer me dediqué incasablemente a copiar el relato de L. N. El padre Sergio, una obra de arte de estilo elevado, excelentemente concebida aunque aún inacabada. Toma de las Vidas de los santos la historia del santo que buscaba a Dios y lo encontró en la mujer más modesta y común, sacrificada enteramente a una vida de trabajo y penalidades. En su relato, el padre Sergio, un monje orgulloso que ha pasado por toda clase de vicisitudes, encuentra a Dios en Páshenka, una mujer mayor, a la que conoce desde la niñez y que en su vejez lleva una vida de trabajo dedicada a su familia.
Hay cierta afectación en el cuento, no obstante: ese final en Siberia. Ojalá no lo deje tal cual, porque realmente está muy bien ideado y construido.Con esta entrada en su diario personal describe Sofía Tolstoia el relato de El Padre Sergio escrito entre 1890-1898. Teniendo en cuanta que no llega a las ochenta cuartillas y que su autor es ni más ni menos que Lev Tolstoi, alguno puede parecer sorprendido de ver que su redacción se dilató tanto en el tiempo. Sin embargo, no siempre es fácil escribir un relato breve, porque la concisión del mensaje no da pie a tantas paradas, rodeos o incluso momentos de calma como puede conferir al escritor la novela larga. Tolstoi, además, era una perfeccionista nata, un hombre que vivía asediado por definir la perfección de su mensaje, especialmente en esta etapa cuando sus tendencias religiosas, a las que ya aludimos en la entrada anterior, le llevaron a priorizar el mensaje moral, mucho más complejo de definir y expresar, sobre las cuestiones estrictamente literarias.
El argumento es bastante simple. Stepan Kassatski es un joven oficial que viene de una familia acomodada con visión de llegara ser ayudante de campo del zar. Para tener más cerca la gloria, está a punto de casarse con una mujer noble lo que le permitiría acceder a la corte imperial de San Petesburgo. Pero antes de casarse, Mary le confiesa que ha sido amante del zar Nicolás I, cuando éste aún no era coronado. El hecho parecía ser un secreto a voces por todo San Petesburgo. Humillado y con algunos de sus principios morales sobre el zar fragmentados, Stepan entra en una crisis de fe y se retira a vivir a un monasterio, donde, tras luego de recibir la tousura, se le vuelve a bautizar con el nombre de Sergio.
Su nueva vida en el monasterio no cumple tampoco sus expectativas. Por un lado están las decepciones externas, es decir las actitudes de otros monjes que se alejan de la piedad y el verdadero fervor cristiano, pero, además, también están sus propios pecados, especialmente los que atañen a su orgullo. De nuevo en crisis, pide permiso para retirarse a la vida de anacoreta. Así el padre Sergio irá a vivir solo.
Una noche, como parte de una apuesta, una joven se presenta en plena nevada en su ermita con el fin de tentarlo. Todos sabemos que los eremitas rusos son más devotos que los catalanes, de modo que, a diferencia de fray Gary, el padre Sergio decide cortarse un dedo para no caer en la tentación ni perder su pureza. La joven decide hacerse monja arrepentida de sus actos y a partir de ahí la fama de nuestro anacoreta va en aumento. De pronto empieza a sanar a enfermos milagrosamente y se convierte en santo.
Años más tarde, caerá en la tentación, cuando le traen a una atractiva joven, María, a quien debía sanar de su miedo a la luz del sol (¡porque los fotosensibles somos siempre imágenes de lo diabólico!).
El pobre hombre piensa en lanzarse en el río para ahogarse o colgarse con su propio cinturón. Un oportuno y pesado sueño le obliga a posponer su suicidio y se queda dormido al pie de un árbol. Sueña con Pashénka, una prima lejana, que no ve desde la infancia y que jugaba con él y otros chicos siendo el blanco de sus burlas. El ángel le dice que vaya a buscar a Pashénka y, con el espíritu servil a Dios que caracteriza a los devotos que han pecado, se decide a recorrer un viaje de muchas verstas.
Tal como le dijo el ángel, la salvación estaba en Pashénka. Ella era una mujer sencilla que se acercaba a Dios a través de los hombres, no a los hombres a través de Dios: esa es la verdadera base de la fe cristiana, la voluntad de servir y hacer el bien a nuestros semejantes. Pashénka no va a misa cada domingo, no recita siempre sus oraciones, sin embargo está más cerca de la salvación que Sergio, reconocido como santo por la mayoría de los rusos. A partir de aquí el padre Sergio hace su última conversión vital y se marcha a enseñar por Siberia, siendo muchas veces represaliado por ella. Ignoro que final hubiese preferido Sofía Tolstoia, pero éste tampoco está mal.Este cuento lo tradujo Xènia Dyakonova al catalán el pasado año para la editorial casera Debaix. La señorita Dyakonova es una buena amiga de la cultura catalana, además de una poetisa brillante en la lengua rusa (por desgracia para nosotros su poesía no está traducida al castellano o al catalán). Es para mí un placer dedicarle esta entrada en el blog, junto con la anterior donde esbozaba una idea general de los relatos de Tolsoi. Me atrevo a decir que es un privilegio, porque, mientras la mayoría de los críticos literarios –que ya no merecen llevar semejante adjetivo- hacen largos artículos sobre los últimos best Sellers que batirán hoy éxitos de ventas y se olvidarán así que pasen cinco años, yo, con una formación mucho más humilde y desde un espacio mucho menos vistoso, puedo recomendar un libro de gran trascendencia literaria cuya última y brillante traducción desde la lengua eslava sólo ha sido posible gracias a las intenciones altruistas de esta mujer. De todo corazón, leedlo y recomendarlo, porque este cuento que a menudo se considera un género menor nos confiere una visión panorámica de la filosofía de Tolstoi, en algunos aspectos, más concreta que sus novelas largas.