lunes, 17 de diciembre de 2012

Más de los recuerdos...



Mientras el tiempo escapa
queda el pasado insalubre y mezquino
con su aspecto de humo
irrespirable tras
la candente combustión de vida.

Beberé su grisura
hasta nublar la razón en mi mente
Soñaré la presencia
de vuestra compañía
diré nuestras voces con solidez.

Y por un breve instante
el café volverá
a descender por mi garganta mientras
la angustia suda en mis manos la cuenta
de minutos que agota el instante

para que tú te vuelvas a marchar.
Pero temo que será diferente
pues en esta ocasión
por mucho que lo intente
tú no estarás conmigo.

Serás sólo la sombra
ni siquiera nacida de mi angustia
ni tampoco mi desesperación.
El vacuo aburrimiento
En horas solitarias

arañará en mi ser
la tibia añoranza que aunque quisiera
(como el reloj niega la vuelta atrás)
nunca goza dos veces
del mismo minuto en tu compañía…

¿No te parezco amigo
un bobo enamorado? Quizás sea
porque el aburrimiento
que todo lo exagera
ensancha el olvido… y el miedo a perderte.

6 de noviembre de 2012
Eduard Ariza

domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Definición de amor?

Un buen amigo mío, Albert Girondí, empezó hace relativamente poco una relación. Digo "relativamente" porque tardó bastante en contármelo.
Mi amigo comparte conmigo esa sutil preocupación por las formas, particularmente por las formas de expresión. Su nueva situación personal le obliga a sentir un gran número de sensaciones nuevas, muchas de las cuales debe expresar a su pareja. Su dilema actual es cómo ser romántico sin ser cursi, lo que es muy difícil de conseguir.
Ha estado buscando una nueva definición de amor. Parece que una parte de la misma se debe a su discrepancia con la definición de este complejo sentimiento que le di en su momento. "El amor es como un cohete que estalla, brilla un momento en el firmamento y después se apaga". Por eso, me ha ofrecido la suya para que la publique aquí. Aunque honestamente debo decir que esa definición de amor no es mía, sino de una amiga común de ambos, Thaïs. Con las cosas clara, procedo a compartir la peculiar definición de Albert sobre el amor que, como se puede ver, nada tiene de cursi, lo que no le impide ser muy romántica.

"El amor no es como un cohete que brilla un instante y después se apaga. El amor, el verdadero amor es como la filosofía: desde la base irracional de la humanidad intenta cimientar principios racionales. Y como las escuelas de filosofía puede, es verdad, disolverse, aunque tiene tendencia a perdurar. Incluso si se disuelve, no lo hace sin dejar una huella en la historia. Pero pienso que el que yo siento, quizá por la devoción que profeso y la que me profesan dentro de una sinceridad sin límites está en la lista de los perdurables."

Nobles sentimientos de enamorado ¿verdad? Y también ingeniosas palabras.

domingo, 2 de diciembre de 2012

"Niño y Grande" de Gabriel Miró

Mi admiración por Gabriel Miró (1879-1930) se conoce desde hace tiempo en la bloggosfera. Desgraciadamente, la poca edición que tienen sus novelas, además del tiempo que debo dedicar a otras lecturas, me ha impedido leer demasiado de su obra. Sólo he leído El Obispo Leproso. Aunque está considerada su obra más importante y pese a que la he leído dos veces, hacia tiempo que tenía ganas de explorar un poco más el universo de este autor.

Portada de Niño y Grande (1923)

Me sorprendió gratamente encontrar este pequeño ejemplar de Niño y grande en una librería próxima a la calle Verdi. La edición de Clásicos Castalia, es relativamente antigua 1987. El texto de la introducción a cargo de Carlos Ruiz Silva ilustra con admirable nitidez la vida y la obra del desconocido novelista del novecentismo castellano. En unas pocas líneas, se revelan al lector inexperto los trazos sustanciales de la biografía de Gabriel Miró, es decir los que influyeron en su labor de novelista. También se pone su obra en relación con la producción literaria castellana y universal del primer tercio del siglo.

 Gabriel Miró (1879-1930)

Con Carlos Ruiz Silva comparto la idea de que muy a menudo no se ha entendido la pretensión novelista de Gabriel Miró. También creo que su escasa relación con los grandes círculos literarios a jugado a muy mala pasada (peor de lo que habitualmente se piensa) a la conservación de sus obras.

Firma de Gabriel Miró.

Se suele vincular a Gabriel Miró con los textos Sobre la novela de José Ortega y Gasset. Si bien esta comparación no es equívoca, resulta inexacta hasta sus obras finales como El Obispo Leproso, donde, siguiendo las tesis del filósofo, definitivamente la descripción casi lírica devora al argumento. No es este el caso de su novela Niño y Grande (1923). La obra, en efecto, pertenece al ciclo final de su trabajo literario, que comprende la década de los veinte. Sin embargo, se basa en una de las publicaciones de sus inicios, Los Amores de Antón Hernando (1909). Una vez reelaborada –que no reescrita- en 1923, el autor renegó de la primera versión que quedó excluida de sus obras completas por considerarla un mero borrador.

Portada de El Obispo Leproso (1926)
 
Si tuviese que recomendar una de las dos novelas, aun a riesgo de ser criticado por los hacedores de manuales, daría el título de Niño y Grande. En esta novela se recoge un estilo más temprano, más fresco del autor. La naturalidad de su descripción lenta, profundamente emotiva y de abundante uso de adjetivos se percibe en sus páginas perfectamente. También apreciamos los rasgos arquetípicos de sus personajes: la heroína que resiste el dolor, casi inmanente a la existencia vital; el anodino personaje masculino inseguro y débil al mismo tiempo; las formas heterodoxas de la vida en los pueblos rurales de Alicante y en el estamento religioso; y en general la lucha del vitalismo contra el sufrimiento, camino seguro hacia la decepción.

Gabriel Miró en su biblioteca.

Pero hay otro motivo por el que prefiero recomendar Niño y Grande. En caso de que alguien me preguntase cuál es su argumento, le respondería: una historia de amor adolescente, amor platónico que ilustra la maduración sexual en un clima de absoluta represión. Añadiría también alguna característica sobre su estilo fundamentado en una potente riqueza literaria, incluso metaliteraria, en la línea del primer tercio del S.XX. En cambio, de la obra arquetípica, de El Obispo Leproso no sabría qué decir. La condición experimental la subyuga de tal modo que queda convertida en un montón de descripciones, muy gratas para quien como yo guste de leerlas, pero aparentemente crípticas para una concepción prosaica de la novela. Así que, para un primer contacto con el estilo de Gabriel Miró y un libre intercambio de sus ideas, mejor Niño y Grande.