Como allí no hubo affaire
la habitación se sintió desolada.
Y aburrida pudrió sus paredes
mientras sólo mis lágrimas
confesaron el pecado que es quererte
mucho más que tu esposo
mucho más que tu hermana
hasta una devoción ridícula, Cat.
Quererte como un niño
Sin fuerzas para poseerte como hombre.
Seguro que en tu carne sonríe
el color de una nana.
Tus ojos son el móvil que me duermen
si brillan en mi cama.
disipan mis pesadillas de insomnio
huelen como palabras.
Tu cuerpo es la coraza
que adormece mi miedo.
Cerca de ser débil
no parece un pecado.
Cuando estamos tan cerca
¿no escuchas en mi pecho
el infarto del alma?
Es mi miedo que vuelve
a apresarme con su temblor de angustia
en la más inmerecida caricia
de tu olor
mi
amuleto
de la felicidad.
18/03/2013
Eduard Ariza
Bones imatges.
ResponderEliminarGràcies, precisament és el que més intento treballar.
EliminarEl alma infartada: infanticidio de perder la ternura ingenua para no recuperarla nunca más. Es el precio de los estragos del tiempo en el amor, que tiene que reinventarse para parecerse al que fue y ya no será.
ResponderEliminarLa infancia siempre es un momento muy especial en la vida de las personas. De ahí que tenga constantes reverberaciones a lo largo de nuestra vida ¿no crees?
EliminarY sí, el tiempo siempre termina por decidir sobre todo, especialmente sobre el amor, que consigue tornarlo en pura indiferencia.