"Es el inconsciente anhelo a la patria espiritual" Paz en la Guerra
Una tirada más bien corta de Paz en la Guerra apareció en las librerías españolas de 1897. Por entonces, cuando todavía faltaban décadas para que Azorín concibiera la idea de la Generación del 98, Unamuno era algo conocido como articulista filósofo y apenas como literato.
Una tirada más bien corta de Paz en la Guerra apareció en las librerías españolas de 1897. Por entonces, cuando todavía faltaban décadas para que Azorín concibiera la idea de la Generación del 98, Unamuno era algo conocido como articulista filósofo y apenas como literato.
Paz en la Guerra (1897)
Más que “su primera novela”, esta obra debería considerarse la única
manifestación del escritor en este género. Tal como el propio Unamuno explica
en el prólogo a segunda edición, las obras que escribió después Niebla, Don Sandalio el jugador de ajedrez o
San Manuel Bueno Mártir ya no fueron
novelas, sino nívolas, género él
mismo definió. En ellas, la descripción física del personaje y el lugar
desaparecen en favor de un largo diálogo diáfanamente filosófico. Pero en Paz en la Guerra sí encontramos las
descripciones esperables de la narración novelesca.
La historia de esta novela transcurre en el País Vasco y Navarra durante la
tercera guerra carlista 1872-1876. Tal suceso histórico no es ajeno a la vida
de Unamuno –ya se sabe que menos ajena a su biografía es su obra. En su
infancia, el escritor conoció el cerco carlista a Bilbao. Muchas de sus
experiencias vitales de aquella época, especialmente el recuerdo de la
destrucción causada por el cañoneo sobre la ciudad, aparecen en estas páginas.
Miguel de Unamuno (1864-1936)
En esta historia se refleja el carácter de la sociedad vascuence de finales
de S XIX. Unamuno fue vasco y muy a su manera –renegando del euskera a favor de
un vasco universal no regionalista- se mantuvo fiel a esa identidad a lo largo de
toda su vida. Sin embargo, dentro de su obra literaria apenas aparece, salvo
esta excepción.
El esfuerzo de analizar las contradicciones de su propio pueblo y su propia
identidad le llevó más de diez años de duro trabajo. Su admiración juvenil por
Clarín, circunstancia a la que no siempre se le da toda la importancia que
merece cuando se analiza su estilo, se percibe en las descripciones y sobre
todo en la construcción psicológica de los personajes. No es gratuita la cita
en su prólogo a la segunda edición de Walt Whitman “Esto no es un libro, es un
hombre”.
Carlos (V) pretendiente al trono durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Pese a encontrarse en las antípodas del carlismo, Unamuno no quiso escribir
una obra maniquea. Como hace otro antagonista del carlismo, Baroja, en Memorias de un hombre de acción o Zalacaín el aventurero, prefiere ubicar
la acción en el seno de una familia carlista. Nunca hay que perder de vista que
los vascos y navarros sufrieron las contiendas carlistas más que ninguna otra
región española. Para quienes fueron ajenos a la causa el dolor que esta generó
en su tierra fue tan gratuito como imperdonable. Pese a todo, humanizar al
adversario siempre es el mejor sistema para comprenderlo y asumir la sinrazón
trágica de cualquier guerra.
La acción se centra en los personajes anónimos quienes en palabras de
Unamuno constituían la “intrahistória”. Las vidas anónimas de Pedro Antonio, un
bilbaíno chocolatero antiguo combatiente por la causa de Carlos (V), su hijo
Ignacio, voluntario del nuevo pretendiente Carlos (VII), y algunos de sus
vecinos esbozan las distintas sensibilidades de los vascos. Esta sociedad
conservadora, amante de sus fueros y costumbres, simpatiza con don Carlos no por
pura lealtad a su rama dinástica, sino porque ve en él como una posibilidad de
mantener sus tradiciones, base de su identidad.
Carlos (VII) pretendiente al trono durante la Tercera Guerra Carlista (1872 a 1876)
Por encima de este retrato colectivo, Paz
en la Guerra es un viaje por el interior del individuo, desde la seguridad de
las convicciones, hasta la desolación de pensar que nada en lo que se creyó
merece la pena. Una vez atrapado en el nihilismo, el hombre acentúa su individualismo
casi hasta llegar al solipsismo. A lo largo del proceso su angustia existencia
se desborda, hasta que por fin se reconcilia con su desamparo. En ese momento,
el hombre accede a la ataraxia y se libera de su sufrimiento, descubre la “paz”,
una paz muy ambigua y relativa, en lo profundo de la “guerra” de tragedias
personales y sociales que depara la existencia.
Grabado del Bilbao de finales del S XIX
No se debe olvidar que durante los últimos años de redacción de esta
novela, Unamuno padeció su famosa crisis espiritual que le condujo a intentar
una forzosa conversión al cristianismo. El mencionado elemento de angustia
existencial que asalta a Pedro Antonio al final de la novela planeaba sobre la
vida del autor en aquella época de un modo cada vez más acuciante. Tras la
crisis, Unamuno ya no volvió a ser el mismo ni a escribir igual. Mantuvo muchas
de sus ideas, pero nunca las volvió a explicar desde una óptica realista como
hizo en su única novela.
Ostres, molt interessant el que expliques d'aquesta novel·la que desconeixia. El que he llegit d'Unamuno sempre m'ha interessat perquè malgrat el seu pensament caòtic sempre hi ha alguna cosa de llum.
ResponderEliminarI realment les guerres carlines donen per molt perquè com molt bé dius no era una qüestió maniquea sinó una qüestió de creences -polítiques, religioses, socials...- més complexes.
Doncs mira quan vulguis l'agafes que està prou bé. I estic molt d'acord amb això que dius que Unamuno té un pensament caòtic amb un bri de llum en el fons.
EliminarPel que fa a les guerres carlines, jo crec que se'ls hi para poca atenció. Sobre tot per nosaltres, els bascs i els catans no ens fem a la idea de com foren d'importants per a la conformació dels nostres sentiments identitaris com a pobles. Obviament, la darrera guerra civil del 36, molt més cruenta que les tres anteriors, els ha restat importància, però allà estan.