Las
legiones de sombras desbandadas
se
reagrupan.
La
suma de dinero sustituye al nombre
y
una identidad mutable
instrumenta
este poder hueco.
Este
poder, como un hambre infinita,
respira
sangre.
(Y
no mira ni el nombre de sus víctimas.)
Los
paneles de las bolsas calculan gritos
y
de la esperanza destilan angustia.
Un
verdugo que no ve a sus víctimas
desconoce
al
asesino al otro lado del espejo.
Confunde
la sangre que mancha sus manos
con
el pigmento de su piel.
No
siempre yace el mal tras el dolor.
A
veces,
no
hay más culpable que la mediocridad.
No
hay peor criminal -porque se cree honesto-
(y
en su lujo sólo ve un premio al mérito).
24
de setiembre de 2015
Eduard
Ariza
No hay comentarios:
Publicar un comentario