lunes, 6 de febrero de 2017

Dante & Divina Comedia (V) Justica en la Divina Comedia y un poco de geografía de ultratumba

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El mundo según Dante.
Nota. Estos apuntes forman parte de un trabajo para filología hispánica sobre la Divina Comedia.

Ya hemos comentado en el apartado anterior el carácter ontológico de la Divina Comedia que no se limita sólo una vía teológica, sino que en base a esta proyecta un orden social. Es muy interesante analizar, a través de la distribución geográfica de infierno, purgatorio y paraíso y de las personas que en él se encuentran una parte de este orden más allá de la noción del Estado-Iglesia y de un ideal moral.
Al lector contemporáneo Dante le resulta inclusive cruel. La idea del tormento eterno ya es difícil de asumir para quienes hemos sido educados en una sociedad prudente en la imposición de penas frente a los delitos además de para que estas no sean inhumanas ni supongan un trato degradante. Sin embargo, de la Divina Comedia lo que nos descorazona de los cantos del infierno es que no hay clemencia, no hay justificación o exculpación ni desesperación que absuelva de la cólera de la Dios. Pier de la Vigna, por ejemplo, se suicida no precisamente "por gusto", ni siquiera por un proceso depresivo agravado, sino por miedo, para cesar las torturas a las que estaba siendo sometido en los calabozos imperiales. Estas circunstancias no le sirven de nada, acaba en el infierno.

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Infierno de Dante.

Otro episodio particularmente impactante, por el que de hecho Dante fue hasta criticado en su época, es la ubicación que impone a Bruneto Latini en el infierno. Hay que suponer que la homosexualidad de este hombre docto era, como en tantos otros, un secreto a voces, del que nadie hablaba públicamente para no manchar la reputación de un ciudadano ilustre. A menudo cuesta entender el criterio, porque en el purgatorio, el peregrino encontrará a homosexuales que sí podrán llegar al cielo. ¿Qué les distingue de los del infierno? En ningún momento se le aclara al lector. Pero no es eso lo que aquí nos interesa tanto como la contundencia implacable del castigo. Aunque no termine de argumentarlo pormenorizadamente, si Dante cree, por las razones que sean, que alguien ha pecado gravemente lo condena, sin importar el afecto que le tuviera. De hecho el saludo a Bruneto por parte del peregrino es de los más afectuosos de toda la obra.
Tampoco es "excusa" haber nacido antes de Cristo. Todos los no bautizados -excepción hecha de los antiguos profetas y primeros padres que serán llevados por Cristo al cielo- están el Limbo. Nunca tendrán la posibilidad de salvarse. En su conversaciones celestiales, Beatriz y otros santos le convencen inclusive de que no es excusa no ser cristiano por haber nacido en el Ganges y no haber oído nunca el nombre de Cristo. Fuera del culto cristiano no hay salvación posible.
Incluso en el paraíso vemos que el primer círculo lo forman personas que han roto contra su voluntad sus votos religiosos. Ciertamente por estar en el paraíso ya se sienten satisfechos y ya no aspiran a más. No obstante, no deja de ser llamativo que se les "eche en cara" haber sido obligados a quebrar sus promesas a Dios.
Sin embargo, esta justicia tan estricta parece admitir excepciones. Ya hemos citado al emperador Trajano, un pagano en el cielo. Pero más interesante resulta testimoniar la presencia de Saladino y Averroes no en el infierno, sino en el limbo. ¿Por qué? ¿No deberían estar enterrados en una tumba, con las piernas llameantes junto a Epicuro, Mahoma y el resto de cismáticos y heréticos? Más chocante es aún que la custodia de la puerta del purgatorio quede en manos de Catón de Útica, quien no sólo es pagano sino suicida.

Imatge relacionada
El poeta Dante, al fondo, la montaña del Purgatorio, sobre ella el Paraíso Terrenal.

En estos casos excepcionales podemos afirmar que si existe una cierta "ponderación" en la determinación de dónde se ubica al personaje. En el caso de Trajano su reputación de gobernante ejemplar pesa demasiado para un Dante defensor del Imperio para dejarlo en el Limbo. Averroes se salva por el alto valor de su obra, cuya traducción tras la toma de Toledo, contribuyó a redescubrir gran parte del saber clásico para la Europa cristiana. Del mismo modo, Saladino representa un ideal de caballero incluso para un cristiano. Catón, por su parte, personifica el modelo del hombre estoico tan valorado en la época medieval por el cristianismo, que veía en el estoicismo el carácter a adoptar frente a las pruebas a que Dios somete a los hombres en su vida cotidiana.
Un breve análisis de la geografía del infierno y el purgatorio dantescos nos revela algunos datos de interés. Los primeros círculos del infierno recogen la lujuria, la gula, la avaricia, la prodigalidad, así como la ira y la pereza. Vemos en ellos una serie de pecados que se cometen más por exceso que por verdadera voluntad.
A partir de ahí, descendemos a otros pecados más graves, las diversas formas de violencia como los suicidas -violentos contra sí mismos-, los blasfemos -violencia contra Dios-, o la sodomía -violencia contra la naturaleza. Un círculo por debajo, en el octavo, Dante ubica las diversas formas de fraude. Es interesante constatar la abundante presencia de "aduladores" y malos consejeros que el poeta ubica en sitúa profundo círculo sometiéndolos a los más crueles castigos. Son los responsables de la desviación del poder imperial.
Pero el pecado más grave para Dante es la traición. Esto debe ponerse en relación con el mandato cristiano de "dar bien por mal". Nada hay más opuesto a Cristo que dar mal por bien.
Como podemos ver en el purgatorio no tienen cabida los últimos pecados. Se trata de pecados característicos del exceso, en palabras de Mira, y que únicamente causan daño al propio ser, sin tener una víctima específica fuera del yo. Así pues los círculos del purgatorio distribuyen a soberbios, envidiosos, iracundos -que no violentos-, perezosos, avaros, a quienes pecaron de gula y diversas formas de lujuria leve.

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El Infierno de Dante.

Incluso en los tres primeros círculos del paraíso encontramos formas de inconstancia -voluntarias o no-, los iracundos y los amantes. Podemos ver que los pecados más leves, aquellos que se comenten involuntaria simplemente por abandonarse a los impulsos primarios no impiden entrar en el cielo.
Es interesante ver que las esferas cuarta, quinta y sexta del paraíso se reservan a sabios, guerreros de la fe y buenos gobernantes. Ciertamente encontramos entre ellos a muchos teólogos monásticos y santos, pero también figuras laicas que simplemente ejemplifican valor militar o el arte del buen gobierno.
Los tres últimos círculos recogen las máximas virtudes de cristianismo: quienes llevaron una vida contemplativa, aquellos que representan las cumbres de la iglesia, el primer móvil -noción claramente aristotélica- y el empíreo, la morada de Dios. Otro dato de interés es el contraste entre la sima más profunda del infierno, con la cima más alta del cielo. En ambos lugares impera una atmósfera estética, pero frente a la primera donde la rigidez del hielo apenas permite a Lucifer rumiar a sus víctimas por la eternidad, el primer motor estático en su solemnidad impulsa el mundo irradiándolo de virtud.

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Dante

En síntesis, el sistema de justicia que Dante brinda al lector y que se plasma en la distribución geográfica de los lugares recorridos por el peregrino es absoluto. Al lector contemporáneo se le antoja incluso despótico, sin embargo es la plasmación de las aspiraciones morales de una época. Aspiraciones que en caso de quererlas criticar con precisión, debemos esforzarnos por entender, en lugar de condenarlas a primera vista.


Eduard Ariza Ugalde


Bibliografía Consultada


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