Jeremías retratado por Miguel Ángel
"Este hombre es reo de muerte, pues ha profetizado
contra esta ciudad, como habéis oído con vuestros propios oídos" Jr 26,11
A veces se cae en el error de pensar que sólo al creyente
aportan algo los textos bíblicos. Sin embargo, su estilo literario, trufado de
reflexiones morales e historias alegóricas, invita a la reflexión, incluso si
se lo desnuda de la Divinidad.
Cada vez que veo exaltarse el nacionalismo irracional y se
convierte en “enemigo del pueblo y la nación” a quien se aparta del patriotismo
degenerado en locura, me acuerdo del profeta Jeremías. Si nos olvidamos de los
elementos religiosos, la suya es la historia de cualquier hombre que advierte a
su sociedad de que acumula error tras error y va camino del desastre. Como se
imaginará, en lugar de recibir la advertencia con un espíritu constructivo, la
gente y especialmente los líderes del pueblo se encendieron de odio contra él y
decidieron asesinarle.
Particularmente revelador es el enfrentamiento dialéctico
entre Jeremías y el falso profeta Jananías. Este último profetiza al pueblo lo
que quiere oír, lo cual no sólo le hace ser inmensamente popular, sino que
nadie discute que sus palabras son verdad. Todo lo contrario, le ocurre a
Jeremías, quien ve realmente el futuro, pero nadie quiere creerle pues
inquietan sus revelaciones.
Mientras releía este pasaje de las Escrituras antes de ayer,
me preguntaba cuántas veces no seguirá ocurriendo esto. En España, durante los
años de burbuja inmobiliaria, no faltaron economistas que nos advirtieron de lo
que acabaría ocurriendo. Fueron tildados de agoreros por nuestras élites
políticas y la sociedad en general. A lo largo de las fases de esta crisis, han
florecido diversas formas de populismo que se las prometen capaces de sanar
nuestras angustias cotidianas con fórmulas tan sencillas como prodigiosas. Más
fácil resulta para muchos, depositar en ellos su confianza que escuchar a
quienes anuncian la objetiva realidad de un futuro incierto.
Son famosas las Lamentaciones de Jeremías quien se
desespera al ver que el pueblo le ignora, alejándose así de las vías reales de
su propia salvación, para encaminarse, en su lugar, voluntariamente, hacia su
desgracia. Conozco a más de un intelectual experto en este o aquel campo que le
ocurre lo mismo hoy día. Se desesperan al ver que la gente sigue a falsos chamanes que se las dan de
entendidos, mientras la sensatez de sus propuestas se ve ignorada. Para colmo,
a ellos se les insulta, llamándoles elitistas, amigos del capital, clasistas,
dictatoriales y cosas similares. Ya lo apuntaba Hanna Arendt, el diálogo entre
la Verdad y la Masa casi siempre se salva con violencia sobre la primera. Poco
se puede esperar, salvo abandonarse a la indolencia o fortalecerse en la
templanza.
Eduard Ariza
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