El último nieto de Luís XV que
ocupó el trono de Francia fue Carlos X. Hermano por parte de padre y madre de
Luís XVI y Luís XVIII, Carlos nació en Versalles en 1757. Su figura, con
diferencia, es la más trágica de los tres hermanos reinantes. A diferencia de
Luís XVI tenía la experiencia de una revolución, la de 1789, que le costó dos
décadas de exilio; y, en contraposición a Luís XVIII, tenía una constitución física
sana y un carácter mucho más activo. Ninguna de estas circunstancias supo
ponerlas a su favor y fue el responsable último del fin del reinado de la
monarquía legítima.
Luís El Delfín (1729-1765), por Anne Baptiste Nivelon
Tres hermanos varones vivos tenía
entre sí y el trono Carlos, duque de Artois: Luís, duque de Borgoña; Luís
Augusto, duque de Berry; y Luís Estanislao, duque de Provenza. La muerte de su
hermano mayor y de su padre, le colocaron como tercero en a línea sucesoria,
sin que por ello su hipotético ascenso al trono se percibiese como algo
distante y lejano.
María Teresa de Saboya (1756-1805) duquesa de Artois por Jean-Baptiste Gautier Dagoty, 1775.
En 1773 se casó con María Teresa
de Saboya, hija de Víctor Amadeo III el Bienamado de Cerdeña y María Antonieta
de Borbón, hermana de su cuñada María Josefina Luisa de Saboya, esposa de Luís
Estanislao. Un poco más feliz que su hermano, el duque de Provenza, Carlos y
María Teresa tuvieron cuatro hijos. Su primogénito, Luís Antonio, duque de
Angulema (1775-1844); Sofía (1776-1783); Carlos Fernando de Borbón, duque de
Berry (1778-1820); y María Teresa (1783). Según parece, la trágica coincidencia
en el mismo año de la muerte prematura de sus dos hijas, desincentivó a María
Teresa de Saboya para seguir teniendo hijos.
Al estallar la Revolución de
1789, Carlos y su familia se exiliaron. Allí el doble regicidio de Luís XVI y
su hijo Luís (XVII), lo sitúo de sucesor directo al trono, cuya corona
ostentaba nominalmente su hermano Luís Estanislao, viejo, lisiado y sin hijos. El
duque de Artois vagó errante por muchas cortes europeas avivando la lucha
contra la revolución. Sin embargo, hubo de asistir impasible a los sucesos que
transcurrieron en Francia durante su exilio.
En 1805, murió su mujer quien
nunca llegó a ser reina de Francia.
Ningún provecho sacó Carlos de
Artois a su primer exilio (1789-1814) ni a su segundo exilio, durante los Cien
Días de Napoleón en 1815. Obstinado en defender los derechos del legitimismo
monárquico, se opuso con virulencia a La Carta, aprobada por Luís XVIII. Su
condición de heredero al trono le permitía criticar impunemente la acción de
cualquier ministro o gabinete, sin preocuparle desacreditar, en ocasiones al
propio rey. Se abanderó de la facción ultramonárquica, a favor de la cual no
paró de conspirar entre las camarillas palaciegas de Las Tullerías.
El duque de Berry (1778-1820) hijo menor del duque de Artois.
No le sirvió de aviso el
asesinato de su hijo menor, el duque de Berry, a la salida de la ópera en 1820.
Lejos de interpretar la necesidad de la Casa de Borbón por acercarse a la
voluntad popular, enardeció a los ultrarrealistas y prometió el regreso al
Antiguo Régimen, una vez alcanzase el poder.
De Villèle, primer ministro francés de 1821 a 1828.
En 1823, sus conspiraciones
llegaron a su punto álgido, cuando consiguió que su hermano nombrase primer
ministro, cargo establecido por La Carta, a Jean-Bpatiste de Villèle, ultramonárquico
y contrario a cualquier sistema constitucional. Villèle mantendría el cargo
hasta 1828, convirtiendo su gabinete en el más duradero de la Restauración. Aprobó
leyes de censura de prensa y paralizó todas las reformas democráticas y
sociales.
El prestigio de Carlos y su
familia aumentó ligeramente entre los franceses, gracias al caudillaje exitoso
de su hijo, el duque de Angulema de la expedición de los Cien Mil Hijos de San
Luís, para restaurar la monarquía absoluta de Fernando VII en España. Ese ejército,
tan odiado por los españoles, devolvió a la Francia de la Restauración, algo de
su antiguo prestigio militar bajo el imperio.
Luís Antonio Duque de Angulema (1775-1844) último Delfín de Francia, bajo el reinado de su padre (1824-1830).
En 1924, sucedió a su hermano. Un
año después, a fin de no vulnerar el período de luto, tuvo la osadía de hacerse
coronar en Reims rey de Francia, Navarra (título nominal que desde Enrique IV,
conservaban los monarcas franceses) y Copríncipe de Andorra. Luís XVIII jamás
se hizo coronar, se conformó con jurar su cargo frente a Las Cortes del Reino. El
célebre escritor y político, Chateaubriand, traza, en Memorias de Ultratumba,
un paralelismo entre el fin penoso de Napoleón I y el de Carlo X, los dos últimos
hombres que se hicieron coronar en Reims. Carlos X fue el último rey de Francia
en tener ceremonia de coronación; tanto Luís Felipe I (1830-1848) como Napoleón
III (1852-1870) se conformaron con jurar el cargo frente a sus parlamentos.
Coronación de Carlo X en Reims por François Gérard, 1827
Carlo X recrudeció más su política.
La crisis económica de 1826, fruto del atraso industrial de Francia, se
escenificó en abril de 1827, cuando el rey pasó revista a su guardia en los
Campos de Marte, y dentro de ésta se alzaron muchas voces contrarias al
gobierno de Villèles. Carlos X enfurecido, gritó a su guardia: “¡No he venido
aquí a recibir lecciones!”. En verdad había venido a probar sus fuerzas, pues
muchos de sus allegados le había desaconsejado la revista a la guardia, por el
malestar existente.
Vizconde de Martgnac, primer ministro francés de 1828 a 1829.
En 1828 encargó al vizconde Martignac,
formar nuevo gobierno. El gabinete del vizconde apenas se sostuvo año, pues su
carácter ultrarrealista chocaba con el parlamento.
Carlos X no parecía preocupado
por nada. En esos momentos preparaba el traslado de la corte a Versalles, para
vivir con fuera de París, a usanza de Luís XIV y sus dos sucesores. Su
incapacidad por conectar el destino del último residente del palacio de El Rey
Sol, su hermano Luís XVI, con el suyo propio nos exhibe su soberbia, causa de
la caída de cualquier hombre.
Conde de Polignac, último primer ministro de la Restauración (1829-1830).
En 1929 Carlos X invitó al conde
de Polignac a formar gobierno. Ultra entre los ultras, el conde despertó el
recelo de muchos convencidos monárquicos, y muchos ministros, embajadores y
demás personal del estado trataron de mostrar su error al rey. Algunos como
Chateaubriand, entonces embajador en Roma, presentaron su dimisión.
En su empeño por fortalecer su
gobierno y a la corona, Carlos X se había quedado completamente solo…y ni se
dio cuenta.