Para A...
Cuando olvidamos cómo
hablan las nubes
apareció la palabra
hiriente y confusa.
Y todavía apestamos a dolor
Y todavía manchamos
nuestras manos de angustia.
¿Dónde está el ataúd de
parquet?
La ceniza parasitó la
carne
y se la llamó vergüenza.
Infectó cada entraña
y se pudrió abortando
nuestro espíritu.
¿Quién dio dientes
postizos al miedo?
Hubo un cansancio que
alejaba
el laberinto de las almas.
Y los cuerpos
se reencarnaron en
autómatas.
Y ya nadie quedó ciego por
el eclipse.
¿Por qué las ratas beben
oro?
Las arañas que moran en el
cráneo
se tejieron alas de espuma
y echaron a volar.
Y el insomnio devoró al
sueño.
¿Con qué carne se esculpió
el altar de las almas?
La sangre coaguló en silencio.
Silente el latido, llegó
la muerte deshidratada.
Ni
por ella
se abandonaron los
chillidos,
los silenciosos
holocaustos de las prisas,
ni el tejer ilusiones con
pesadillas.
¿Cuándo comimos uñas del
odio?
Lilith se cruzó conmigo en
la calle.
Dijo "basta".
Y me reencarné en silencio.
Luego los murciélagos
florecieron y en otoño
dieron frutos dulces de
sabor.
(Alguien untó con miel el
clítoris del alma.)
8 de julio de 2015
Eduard Ariza
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