lunes, 30 de abril de 2012

Pletórico

Para Thaïs

Mientras irrumpe el azul
en ágiles pinceladas marinas
frente a nosotros pasan
con la brisa en quietud
los barcos de velámenes sedosos.

Recuerda sin duda alguna
a una sucesión de cuadros perfectos
alternados en un cinematógrafo
por la mano de Dios.
Pero entonces… ¿Y tú?

Pequeña violeta persa de carne
¿quién empaña tus ojos en marrón?
Ese brillo sutil
chispa redentora de los festivos
terminados con speed y cristal
persiste en tus pupilas
y casi ahoga el sonido del mar.

Hablamos de la vida:
Entre las historias de alcoba y llanto
fluyen las memorias.
Si no fuese tan rápido
nuestro tiempo en traernos experiencias
nos suicidaría el peso
que duele en el recuerdo.

Esta lección
                  de tu vida yo tomo.
La escribo en oraciones de sangre.
Su tristeza sensual de cosa ignota
late en mí sin infartos.

Con la salida de la Luna, la Mar
ennegrece sus colores.
Con su plata volátil
alumbra la posición de sus olas.

Remolinos de esferas
constelaciones del segundo cielo,
construid un cometa
en la cresta de la ola más espesa.
Escriba él los futuros
de quines bordeando playas pedimos
la vida en versos largos.
Embarquemos tú y yo.
Usemos la noche y su negrura.
Burlemos el horizonte
para llegar al cielo
en una barca a remos.

viernes, 27 de abril de 2012

Crónica de la Universidad de Barcelona


 [A raíz de los sucesos que se vienen dando en mi cmapus universitario he decidio abrir una nueva sección en Neonovecentimo: "Crónica de la Universidad de Barcelona". Sería mi intención hacer una nueva entrega de la misma cada viernes. Dado su condición especial, he decidido además publicarla en formatos biligüe. Pongo primero la versión castellana, dado su condición de original, seguida de una traducción al catalán de la misma que intentaré entregar puntualmente cada viernes.]


La silueta de mi amiga inclinada de hombros, pero con la frente alzada para encararse mejor con los ojos del profesor me obligó a replantearme algunas cosas. Lo que cuento sucedió este martes pasado. Aquella misma tarde, sentí el impulso de esbozar sobre una cuartilla el acontecimiento. Al principio sólo escribí sobre el aspecto estético; y es que verla de aquella manera fue realmente bello, desde lo platónico a lo terrenalmente prosaico.
El cuerpo de Ester exhibe una de esas excepcionales formas de sensualidad femenina que, aunque ya ha madurado todas sus cualidades de mujer, conserva, en algunos recovecos, marcas encantadoras de niña. Sus labios al sonreír son la mejor muestra. Hay en su fisionomía material para hipérboles gongorinas, esas que hablan de doncellas blancas como la nieve que, con un peine de oro más brillante que el sol, pretenden encender, los carbones de sus cabellos; vaya, que los peinan. Comedido y poco partidario de los excesos, prefiero comentar que su tejano, sujeto por un cinturón de vistosa hebilla que engarzaba una canica azul, y su camisa de tonos grises combinaban por igual con la brillante blancura natural de su piel –tan alejada de la palidez enfermiza-, que con las espirales onduladas que formaba su melena negra.
Ester, como ya os he dicho, se había inclinado de hombros y había levantado la frente para aproximar su mirada a la de su interlocutor. Éste, un profesor, la miraba desde detrás de una mesa alzada sobre una tarima de madera. Detrás de ellos, el medio centenar de personas abandonaba las incómodas banquetas de madera y se dirigía hacia la puerta con paso cansado. Mi posición era bastante cercana a ambos, ya que también yo quería preguntar algo al profesor. Gracias a esto, pude ver de manera privilegiada aquel cruce de miradas. Hizo un gesto con la mano para acompañar los últimos argumentos de su petición; pero, pese a recibir leves elogios relativos a su condición de alumna formal, de la que no cabe esperar “nada malo”, no consiguió lo que quería. Del luminoso marrón de los ojos de Ester se apoderó una expresión atónita que se extendía por todo su rostro. Ni le hizo falta fruncir el ceño para que me diese cuenta de que se había enfadado. El profesor, con sus ojos más caídos que profundos mantuvo su indiferente negativa y se marchó.
No fue la primera vez ni la última, a lo largo de aquel día, en que vi a Ester agachar los hombros y elevar su frente para hacer aquella petición a un profesor. Creo que sólo encontró esa negativa. Yo ya llevaba un buen rato maravillado con aquella faceta suya de peticionaria, que había desconocido hasta el momento. Empezaba a parecerme que tenía un don innato para la diplomacia, fruto de su apariencia gentil y el educado tacto con que esgrimía sus inteligentes argumentos. Me acerqué a ella, sin hablar con el profesor:
-Vayamos a clase por turnos –propuse.- A una clase voy yo y tú haces huelga y, a la siguiente, vas tú y yo hago huelga. Así recogemos los apuntes y nos mantenemos reivindicativos.
Mi sugerencia sonó resignada. No pareció aliviar su enfado por la negativa de ese profesor, el único de con quienes ella habló, a colgar los apuntes de las clases en el campus, si al final el alumnado decidía ir a la huelga indefinida a partir del dos de mayo. Si la acogió con una de sus sonrisas de labios y ojos fue, supongo, porque entendió mis buenas intenciones. Ignoro si mi resignación y mi pasividad son las fuentes de mi condescendiente empatía. Lo cierto es que tengo tendencia a no ver malos actos gratuitos en las personas. La actitud del profesor me pareció explicable, incluso razonada. No quiero decir con esto que su miedo a tener un aula perpetuamente vacía si colgaba el temario en el campus virtual no me resultase el ridículo producto de su inseguridad. Además, pese a entender al profesor, por una cuestión de proximidad, mis sentimientos permanecieron más cercanos a mi amiga.
Sin embargo, su silueta con los hombros gachos y la frente erguida me obligó a reflexionar sobre muchas cosas y a reconsiderar otras… e intruducir ideas meditabundas en mi texto.



La silueta de la meva amiga inclinada d'espatlles, però amb el front alçat per encarar-se millor amb els ulls del professor em va obligar a replantejar-me algunes coses. El que conto va succeir aquest dimarts passat. Aquella mateixa tarda, vaig sentir l'impuls d'esbossar sobre una quartilla l'esdeveniment. Al principi només vaig escriure sobre l'aspecte estètic; i és que veure-la d'aquella manera va ser realment bell, des del platònic al terrenalment prosaic.
El cos d'Ester exhibeix una d'aquestes excepcionals formes de sensualitat femenina que, encara que ja ha madurat totes les seves qualitats de dona, conserva, en alguns recons. marques encantadores de nena. Els seus llavis en somriure són la millor mostra. Hi ha en la seva fesomia material per a hipèrboles gongorines, aquestes que parlen de donzelles blanques com la neu que, amb una pinta d'or més brillant que el sol, pretenen encendre, els carbons dels seus cabells; vaja, que els pentinen. Moderat i poc partidari dels excessos, prefereixo comentar que el seu texà, subjecte per un cinturó de vistosa sivella que enfilava una bala blava, i la seva camisa de tons grisos combinaven per igual amb la brillant blancor natural de la seva pell –tan allunyada de la pal·lidesa malaltissa-, que amb les espirals ondades que formava la seva cabellera negra.
Ester, com ja us he dit, s'havia inclinat d'espatlles i havia aixecat el front per aproximar la seva mirada a la del seu interlocutor. Aquest, un professor, la mirava des de darrere d'una taula alçada sobre una tarima de fusta. Darrere d'ells, el mig centenar de persones abandonava les incòmodes banquetas de fusta i es dirigia cap a la porta amb pas cansat. La meva posició era bastant propera a tots dos, ja que també jo volia preguntar alguna cosa al professor. Gràcies a això, vaig poder veure de manera privilegiada aquell encreuament de mirades. Va fer un gest amb la mà per acompanyar els últims arguments de la seva petició; però, malgrat rebre lleus elogis relatius a la seva condició d'alumna formal, de la qual no cal esperar “res dolent”, no va aconseguir el que volia. Del lluminós marró dels ulls d'Ester es va apoderar una expressió atònita que s'estenia per tot el seu rostre. Ni li va fer falta frunzir el front perquè m'adonés que s'havia enfadat. El professor, amb els seus ulls més caiguts que profunds va mantenir el seu indiferent negativa i es va marxar.
No va ser la primera vegada ni l'última, al llarg d'aquell dia, en què vaig veure a Ester ajupir les espatlles i elevar el seu front per fer aquella petició a un professor. Crec que només va trobar aquesta negativa. Jo ja portava una bona estonameravellat  amb aquella faceta seva de peticionària, que havia desconegut fins al moment. Començava a semblar-me que tenia un do innat per a la diplomàcia, fruit de la seva aparença gentil i l'educat tacte amb què esgrimia els seus intel·ligents arguments. Em vaig apropar a ella, sense parlar amb el professor:
-Anem a classe per torns –vaig proposar.- A una classe vaig jo i tu fas vaga i, a la següent, vas tu i jo faig vaga. Així recollim les anotacions i ens mantenim reivindicatius.
El meu suggeriment va sonar resignat. No va semblar alleugerir el seu empipament per la negativa d'aquest professor, l'únic d'amb els qui ella va parlar, a penjar les anotacions de les classes al campus, si al final l'alumnat decidia anar a la vaga indefinida a partir del dos de maig. Si la va acollir amb una dels seus somriures de llavis i ulls va ser, suposo, perquè va entendre les meves bones intencions. Ignoro si la meva resignació i la meva passivitat són les fonts de la meva condescendent empatia. La veritat és que tinc tendència a no veure mals actes gratuïts en les persones. L'actitud del professor em va semblar explicable, fins i tot raonada. No vull dir amb això que la seva por a tenir un aula perpètuament buida si penjava el temari al campus virtual no em resultés el ridícul producte de la seva inseguretat. A més, malgrat entendre al professor, per una qüestió de proximitat, els meus sentiments van romandre més propers a la meva amiga.
No obstant això, la seva silueta amb les espatlles alicaiguts i el front alçat em va obligar a reflexionar sobre moltes coses i a reconsiderar unes altres… i introduir idees pensatives al meu text.

domingo, 22 de abril de 2012

Instrucciones para leer... un manual



 No existen unas instrucciones para leer. Bueno, quiero decir que no existen más allá del saber que la “m” con la “a” /ma/ y la “m” con la “e” /me/. El estímulo para lectura debe venir desde pequeño. Resulta muy difícil que una persona, un adolescente, una vez ha madurado, adquiera este hábito si no se lo han inculcado.
Se mire por donde se mire, leer, en el formato que sea, constituye un necesidad para el hombre. La lectura nos rescata de la ignorancia como el deporte nos conduce a la salud. Además nos permite ampliar nuestros horizontes culturales, desarrollar nuevas sensibilidades, adquirir “experiencias” que por unas razones o por otras nunca podremos vivir en primera persona, y cultivar fructíferamente nuestro lado íntimo, el verdaderamente humano en general. Tranquilos, aquí concluyo el alegato.

El Día de Navidad sopesando los regalos. 

Ahora bien, a menudo debemos hacer lecturas obligatorias que no nos son gratas. No se debería pensar que esto queda limitado al instituto o a la carrera de letras, porque es del ámbito general de la vida el ir leyendo en ocasiones por imposición. Ciertamente, la sola obligación mata la relación creativa del hombre con la palabra escrita y fractura un poco todo el proceso. Del mismo modo, la temática de estos textos se aleja a menudo de nuestros propios intereses, o su escritura se basa en un formato excesivamente técnico para ser grato, especialmente, como me ha sucedido a mí, a lo largo de una extensión muy prolongada.
En mi primer curso en la facultad los manuales de literatura han constituido una excelente fuente de conocimientos para mí. En general su lectura ha sido bastante grata y ha enriquecido mis puntos de vista con opiniones de expertos de caras a los exámenes que son inminentes; y, lo más importantes, de caras a mi cultura.

La España Ilustrada de la segunda mitad del S.XVIII de Jean Sarrailh.

Sólo dos manuales por su extensión han resultado unas lecturas dificultas. Ni Erasmismo y España de Marcel Bataillon, ni La España Ilustrada de la segunda mitad del S.XVIII de Jean Sarrailh se encontraban entre las lecturas obligatorias del curso; formaban parte de la bibliografía recomendada. Yo me animé con ellas por aquello que me gustan los retos. De sus lecturas extraigo las siguientes conclusiones, para leer la clase de libros que hemos descrito:
-Los manuales no se deben leer imitando el patrón de conducta de las lecturas de placer:
  • No leerás manuales en el metro, ni los viajes. Necesitas un espacio tranquilo en el que puedas consagrarte por entero a su lectura. De no hacerlo su compleja abundancia de datos técnicos te llevará a caer en frecuentes distracciones que entorpecerán y ralentizarán más tu lectura, frustrándote demasiado.
  • Márcate una disciplina de páginas a leer cada día. Que sea realista, no te pongas un imposible, pero sin caer en la propia condescendencia. Unas 20 páginas están bien.
-La temática del manual tal vez no te interese o quizás en algún aspecto el autor profundice demasiado. En este último caso sería lícito saltarse un par de páginas. Sin embargo, por norma general enfoca la lectura como un ejercicio de autoexigencia.
-No leas sólo el manual. Para alguien que tiene en la lectura una de sus aficiones no hay nada más frustrante que ponerse a leer algo con lo que no disfruta durante un largo período de tiempo. Alterna el manual con lecturas de placer.

 
Erasmismo y España por Marcel Bataillon. 

-MUY IMPORTANTE: Perdona a los doctorcillos de cualquier especialidad técnica que como Bataillon o Sarrailh te piden disculpas en el prólogo porque tal vez puedes encontrar que su ensayo de casi 1.000 páginas presenta algunas carencias de contenido. Es un sencillo formalismo con el que deben cumplir. 


¡¡¡Buena Lectura!!!

sábado, 21 de abril de 2012

Formas y sonidos imposibles



Prefiero escuchar la luz en tu piel
diciendo filosofías
a abandonarme a los calores fatuos
que por viejos esconden tu sonrisa
cuando hablas de la textura rugosa
que sigue al despertar.

Pareces carne aguada.
La soltura de tu cuerpo al moverse
me esconde un teorema
de perfección matemática.

Tu yo compacto y solo
circunda las partículas
que cantan al aire con voz de Sol
con rayos de ternura.

La corbata roja sobre mi pecho
fluye como la sangre.
El azul de tus ojos
enrojece del humo que filtramos
entre los bastidores
de detrás de la puerta que abre el mundo.

La inyección es tu navaja lorquiana.
Vierte lunas negras bajo tu piel.
¿Cómo ves a tu pareja?
¿Cómo me ves a mí?

Ojos en un plato de piel muy blanca
se te parece mi rostro.
Y mientras tanto el resto de mi ser
desteje entre tus sábanas
su fingida blancura virginal.
Y te recuerda dulce
con cada volátil forma que adopta
que la droga es el medio
para descubrirme otra vez de nuevo.

¿Y cómo te veo yo?
La absenta
en tu mirada
me pinta bellos acordes wagnerianos.
Tu piel me es toda luz.
La lógica del miedo
desaparece en mi alma.

Vive a través de mí
                                         hazme lo que quieras.
Ya soy sólo una unidad de tu tiempo
un tacto en tu cabeza.
Soy tu puente de unidad con el goce.
¿Quién describirá el amor
y las formas que adopta
entre un par de abjuradores de la vida?

Eduard Ariza




domingo, 15 de abril de 2012

Delenda est monarchia!!


 El Rey Juan Carlos I en formato oficial

Sería injusto pedirle a un hombre que renuncie a sus aficiones, si quiere ejercer la jefatura del estado. Nuestro rey siempre ha gustado del esquiar, de los deportes de vela y de la caza. Ciertamente, se agradecería en el primer magistrado del país algún tipo de afición más intelectual. Su antepasado Carlos III, por ejemplo, era un apasionado de la botánica. Bueno… a él le ha dado más por otros derroteros. Pero como decía antes, no es admisible que por su cargo, Juan Carlos de Borbón deba renunciar a sus aficiones. No me imagino yo al presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, abandonando su afición a la ópera, porque fuese incompatible con el cargo. Tan poco creíble sería que Gauck, recientemente elegido presidente de Alemania, dejase su afición a la filosofía, como Miterrand hubiese sido obligado a abandonar su bibliofilia cuando accedió a El Elisio en 1981. Ahora bien ¿qué nos parecería si el Presidente de Italia decidiese irse de ópera a Sidney? Mal.

Giorgio Napolitano, actual Presidente de la República Italiana, es aficionado a la ópera.

A diferencia de lo que piense Josep Antonio Duran i Lleida, huésped habitual de Rich en Madrid, un acto de este tipo no sería menos inmoral si el jefe del estado se lo hubiese pagado de su bolsillo. El jefe del estado, sea rey o presidente de la república, además de árbitro institucional del país y moderador de las fuerzas políticas, debe ser un ejemplo de ética intachable. Porque el jefe del estado, ante todo y especialmente en un régimen parlamentario como el nuestro, debe actuar como un referente moral. En el momento en que en plena crisis económica se va otro extremo del mundo a cazar elefantes, lo haga con dietas del presupuesto público o su sueldo privado; pierde toda esa autoridad que necesita para desempeñar sus funciones y en resultas es la propia magistratura la que se ve perjudicada.

 ¡No habrá sitios en España donde irse de montería! No, a Bostwana. El rey de España, logotipo de los traficantes de marfil.

Además, en una monarquía constitucional, no sólo el titula de la jefatura del estado, el rey reinante, debe ser un ejemplo intachable, sino todo ese conjunto, tan esperpéntico en general, denominado Casa Real que cotiza en los presupuestos del estado como institución al mismo nivel que la educación, las fuerzas armadas, o el Instituto Cervantes. Esto, todo el mundo estará de acuerdo en que, en los últimos tiempos, está lejos de ser verdad. La monarquía española está protegida por una serie de falacias que se distribuyen en los medios de comunicación. La última de las cuales es que sale más barata que una presidencia república. Sí, la Casa Real tiene este año 7’8 millones de euros en presupuesto y la presidencia alemana 30. Sí, pero la presidencia alemana debe cubrirlo todo: viajes, seguridad, sueldos de los miembros de la institución, viajes y recepciones. Mientras a la Casa Real de España todo este dispendio se le paga aparte, con cifras poco claras, dado que nunca se han especificado.
En base al hecho de que una república sería insostenible con las tensiones políticas de este país, se justifica la anacronía medieval de la monarquía, en un país donde apenas quedan monárquicos si nos comparamos, por irnos a un caso claro, con el Reino Unido. Se considera que un presidente de la república electo se vería legitimado por todas las sensibilidades políticas, por lo que no podría desempeñar sus funciones. De ser así, hay que empezar a reformar las sensibilidades políticas y a sus líderes de partido, para que esto cambie. Un país del S.XXI debe ser lo suficientemente maduro para legitimar a un jefe del estado electo, sin que estalle una guerra civil. Pero, aunque no fuese así, hay que preguntarse ¿es que el rey, teóricamente legitimado en todo el arco parlamentario gracias a su “neutralidad”, desempeña esas funciones?

 El futuro Felipe VI concede un minuto de gloria a una plebeya.

Objetivamente es innegable que el rey tuvo un papel de gran relevancia en la transición y durante el golpe de estado del 23-F. Sin embargo, estos actos, por grandes que sean, no justifican su permanencia vitalicia en la jefatura del estado, ni la inmortalización de su dinastía en un trono, que con su “neutralidad” han convertido en la peor de las cosas para una institución pública: en algo inservible.

 

Ya lo dijo Ortega y Gasset en 1931: Delenda est monarchia, o sea hay que destruir la monarquía.¡Viva la Tercera República!

lunes, 2 de abril de 2012

"El Señor Presidente"


Afortunadamente este semestre el número de lecturas obligatorias se ha mantenido en cuotas razonables. De las tres asignaturas que tengo de literatura sólo una, Panorama de la literatura hispanoamericana, lleva en el programa una lista de libros, 7 en total, que deben ser leídos. Las otras dos, que comprenden los panoramas literarios del castellano peninsular de la Edad Media al Barroco, y de la Modernidad a la literatura contemporánea respectivamente, imponen al estudiante un corpus de textos condensados en un dossier, por cierto bien elaborado y representativo de los vastos conjuntos que deben abarcar. Respecto a las otras dos asignaturas del semestres, las de lengua también hay lecturas, pero ya son opcionales.

Miguel Ángel Asturias (1899-1974)

Podéis imaginar que con mi carácter añado con facilidad libros de las bibliografías recomendadas a las lecturas obligatorias. Esto me obliga a hacer algunos esfuerzos, porque, si bien leo con ganas a diario, las lecturas obligatorias requieren de notas, apuntes, y por lo general una mayor atención que cualquier libro que se abre por placer. Si además hablamos de leer algún manual, la cosa se complica un poco más todavía. Ciertamente, uno puede ir leyendo Rayuela de Cortazar en el metro, pero, de animarse a abordar El Erasmismo en España por Bataillon, es cuestión de reservarse un escritorio apacible y con poco ruido para empezar a leer.
Pero esta entrada no es un espacio de quejas, sino que es, o al menos así lo aspira, una reseña breve a El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias (1899-1974) distinguido escritor guatemalteco, ganador del Premio Lenin de la Paz en 1965 y del Nobel de Literatura dos años después. Su novela se ambienta, siempre a través del grácil velo del realismo mágico, en la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, señor presidente en la novela, quien gobernó Guatemala entre 1898 y 1920. Hombre de gran crueldad y perversión, como la mayoría de los dictadores, su gobierno resultó nefasto para Guatemala. Dio lugar a matanzas y exilios, entre otros el del propio Miguel Ángel Asturias.

El dictador Manuel Estrada Cabrera, quien siempre vestía de luto.

¿Por qué recomendar esta novela y no otra? Pues bien. Recuerdo que cuando cerré su última página (al tercer día de lectura) pensé: “Hacía mucho que no disfrutaba tanto con una novela”. No empecé su lectura con una gran predisposición. No conocía de nada al autor y no sabía muy bien que esperar de la obra. Mi impresión empezó a cambiar en la medida en la que adelantaba las páginas.
Es una obra que se puede disfrutar a muchos niveles. Aquellos que sean amantes del realismo mágico hispanoamericano, tan famoso a causa del “boom”, encuentran aquí una de sus primeras y mejores manifestaciones. El lector, que guste de comparar una obra con otras y buscar relaciones en el canon, no tendrá problemas para relacionar El señor presidente con ¿qué se yo?...: Yo el supremo de R. Bastor, El recurso del método de Alejo Carpentier, barriendo para España tiene el Tirano Banderas de Valle-Inclán, y ya en la generación del “boom” se aprecia su influencia en El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez y muy significativamente en La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa. Queda también la lectura estructuralista, mi favorita, que en la última página de este libro comprende el elaboradísimo proceso de conciencia escritora del autor.

Portada de El señor presidente en Alianza Editorial

Y, por último, aquellos que disfrutéis con una lectura de estilo abierto, cuya sencillez se sumerge los dramas humanos hasta retratar la imagen del dolor y la pérdida, por medio de una historia entre el amor y el engaño, leed también este libro.
En resumen, a menos que no os guste leer, no tenéis excusa para evadir esta lectura.