Prefiero escuchar la luz en tu
piel
diciendo filosofías
a abandonarme a los calores
fatuos
que por viejos esconden tu
sonrisa
cuando hablas de la textura
rugosa
que sigue al despertar.
Pareces carne aguada.
La soltura de tu cuerpo al
moverse
me esconde un teorema
de perfección matemática.
Tu yo compacto y solo
circunda las partículas
que cantan al aire con voz de
Sol
con rayos de ternura.
La corbata roja sobre mi pecho
fluye como la sangre.
El azul de tus ojos
enrojece del humo que filtramos
entre los bastidores
de detrás de la puerta que abre
el mundo.
La inyección es tu navaja
lorquiana.
Vierte lunas negras bajo tu
piel.
¿Cómo ves a tu pareja?
¿Cómo me ves a mí?
Ojos en un plato de piel muy
blanca
se te parece mi rostro.
Y mientras tanto el resto de mi
ser
desteje entre tus sábanas
su fingida blancura virginal.
Y te recuerda dulce
con cada volátil forma que
adopta
que la droga es el medio
para descubrirme otra vez de
nuevo.
¿Y cómo te veo yo?
La absenta
en tu mirada
me pinta bellos acordes
wagnerianos.
Tu piel me es toda luz.
La lógica del miedo
desaparece en mi alma.
Vive a través de mí
hazme lo que quieras.
Ya soy sólo una unidad de tu
tiempo
un tacto en tu cabeza.
Soy tu puente de unidad con el
goce.
¿Quién describirá el amor
y las formas que adopta
entre un par de abjuradores de
la vida?
Eduard Ariza
Pensava que ja no portaves corbata però veig que el poema et delata!
ResponderEliminarA veure... El poema s'ha escrit des de l'abstracció total. Volia fer un bonic joc de sinestèsies. La corbata és fins a cert punt casual, quadrava millor a la mètrica que "fular" o "pañuelo".
EliminarExcelente, Eduard: entre ese tono de poesía de la experiencia ("textura rugosa / que sigue al despertar") y esa pregunta capciosa y metavital que interroga sobre el testimonio indirecto de los que abjuran de la vida, despliegas en estancias toda una gama de matices poéticos que nos llevan , como un muestrario coherente, de la experiencia vital a la experiencia poética (con sus guiños lorquianos):
ResponderEliminar"Ya soy sólo una unidad de tu tiempo / un tacto en tu cabeza"
Esos tactos y esos aromas mentales, quintaesencia de los vividos, como la rosa de la "Canción final" de Jaime Gil de Biedma, duran más y nos retienen en la vida que no siempre sabemos vivir. La sinestesia que recorre todo el poema, como una columna vertebral, lo mantiene erguido.
Yo creo que es un buen ejercicio de sinestesias. Celebro que un ojo literariamente clínico como el tuyo encuentre tantas formas y recursos en él
EliminarNo pensé particularmente en Jaime Gil de Biedma, aunque supongo que uno siempre piensa en Jaime Gil de Biedma.