Desde las embolias de una mente encarcelada
Presa de un dolor intangible
Enferma de un paraíso nunca existido
fuera de las ilusorias mentiras de la esperanza.
Desde esta caverna,
este averno constreñidor del alma.
Desde aquí te rezo mi ángel de alas negras.
Fue un día por la mañana.
Te posaste en la palma de mi mano
Para hacer de ella tu altar.
Por el incienso de tu templo
confundí tu pequeñez
con un hada extraviada.
Para ser un ángel
ni tus alas brillaban con blancura fantasmagórica
ni tus dientes eran de acero
ni tu lengua era viperina entre fuegos
ni entonaba salmos como amenazas.
Toda tu cara era timidez en infinitos.
Infinitos pequeños,
infinitos
de ternura
con sonrisas vergonzosas
e
inmortales.
Y tus alas ennegrecidas de pasiones
me suspiraban una nana.
Tu quiebra de la perfección celeste
sugería que podía confiar en ti.
Confié
y
sigo confiando.
Sobre todo ahora que te rezo
con la respiración sollozada a interrupciones
y las palabras quebradas a gemidos.
Sobre todo ahora que necesito más que nunca
oír en el batir de tus alas
sólo para mí
una
nana que serene mis llantos.
18 de septiembre del 2013
Eduard Ariza
No recordaba que esto se publicaba hoy. Ni siquiera recuerdo por qué escribí esto, ni quién es exactamente ese ángel diminuto y tierno. Para mí el ángel siempre ha simbolizado la autoridad amenazante del poder superior.
ResponderEliminarDe todos modos, parece que suena moderadamente bien.