Primeros gobiernos radicales del Bienio Negro
Por fin el 16 de diciembre tomó posesión el gobierno Lerroux II cuya
composición fue la siguiente: Presidente,
Alejandro Lerroux (radical); Estado,
Leandro Pita Romero (independiente de centro derecha); Justicia, Ramón Álvarez Valdés (Partido Republicano Liberal
Demócrata, centro derecha de Melquíades Álvarez); Guerra, Martínez Barrio (radical); Marina, Juan José Rocha García (radical); Hacienda, Antonio Lara Zárate (radical); Gobernación, Manuel Rico Avello (independiente, centro derecha); Instrucción Pública y Obras Públicas,
Rafael Guerra Río (radical); Trabajo,
José Estellada Arnó (radical); Agricultura,
Cirilo del Río Rodríguez (derecha liberal republicana de Alcalá Zamora); Industria y Comercio Ricardo Sámper
Ibáñez (radical); Comunicaciones,
José María Cid Ruiz-Zorrilla (agrario).
Desde que echó andar el gobierno, sus problemas con el parlamento fueron
evidentes. Las izquierdas le profesaron antipatía y la CEDA condicionaba su
apoyo al cumplimiento de su programa contrarrevolucionario. Aunque
ideológicamente Lerroux y Gil Robles no estaban tan distanciados, los desunía
su común ambición por el poder.
El 23 de enero de 1935, tras la salida del gobierno de Avello incómodo por
las presiones internas, se entregó a Barrio la cartera de gobernación. La de
guerra pasó al radical Diego Hidalgo Durán. Se salvó así la crisis de gobierno
parcial.
Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical Republicano.
Sin embargo, pocas semanas más tarde, el 4 de febrero la revista Blanco y negro publicó unas
declaraciones de Martínez Barrio en las que criticaba el acercamiento del
Partido Radical a la CEDA. La pugna entre el presidente del gobierno y su
ministro de gobernación se agravó. Este último, mucho más avenido a pactar con
la izquierda que con una formación de perfil autoritatario, se escindió del
partido radical, fundado el 1 de marzo el Partido Radical Demócrata, al que se
incorporaron una veintena de diputados radicales y de otros partidos
minoritarios.
Este suceso provocó una crisis de gobierno que Lerroux confió en poder
saldar otra vez de forma parcial. Pero Alcalá Zamora decidió provocar una
crisis total, con lo que el presidente del gobierno tuvo que dimitir.
De izquierda a derecha, Gregorio Marañón, Menéndez Pidal, Alcalá Zamora, Pío Baroja, Royo Villanova y Emilio Cortarelo.
El Presidente de la República volvió a invitar a Lerroux a formar gobierno,
prohibiéndole una vez más incorporar a cedistas en su gabinete. El resultado
fue que la composición del ejecutivo fue casi idéntica a la de su predecesor: Presidente, Alejandro Lerroux
(radical); Estado, Leandro Pita
Romero (independiente de centro derecha); Justicia,
Ramón Álvarez Valdés (Partido Republicano Liberal Demócrata, centro derecha de
Melquíades Álvarez) sustituido el 17 de abril por Salvador de Madariaga
(independiente); Guerra, Diego
Hidalgo Durán (radical); Marina,
Juan José Rocha García (radical); Hacienda,
Manuel Marraco (radical); Gobernación,
Manuel Rico Avello (independiente, centro derecha); Instrucción Pública y Obras Públicas, Salvador de Madariaga (independiente);
Trabajo, José Estellada Arnó
(radical); Agricultura, Cirilo del
Río Rodríguez (derecha liberal republicana de Alcalá Zamora); Industria y Comercio Ricardo Sámper
Ibáñez (radical); Comunicaciones,
José María Cid Ruiz-Zorrilla (agrario). Como podemos ver, el gobierno Lerroux
III sólo se distingue de su predecesor por las ausencias de Barrio y de quienes
con él dejaron el grupo radical.
Horas después de tomar de nuevo posesión de su cargo el 3 de marzo de 1935,
el presidente del gobierno se entrevistó con Gil Robles. Quería saber qué apoyo
podía esperar de los cedistas. El líder derechista se mostró muy frío. Tras dos
consultas, la del 16 de diciembre la de dos días atrás, en que Alcalá Zamora no
sólo le había negado la posibilidad de formar gobierno, sino la entrada de su
partido en el mismo, se sentía abofeteado por el Presidente de la República.
Condicionó todo apoyó al gobierno a la realización de este del programa de la
CEDA. Lerroux no tardó en complacerle.
Lerroux y Gil Robles.
Desde su descalabro electoral, los socialistas radicalizaron su actitud en
las calles. En la clandestinidad empezaron a armarse a grupos paramilitares
entrenados en los sindicatos para dar un golpe. La violencia y los disturbios
se multiplicaron. Como drástica medida de represión el 27 de marzo el gobierno
reimplantó la pena de muerte en España tras obtener el voto favorable de las
Cortes, pese a ser contraria a la Constitución.
El 4 de abril siguiendo con la táctica de la “guillotina”, en palabras de
Gil Robles, arrancó el apoyo del gobierno para la Ley de Haberes del Clero.
Irónicamente, Lerroux que había sido un furibundo anticlerical y un ateo declarado,
sacó adelante esta ley que restableció las ayudas públicas y privilegios
legales de la Iglesia Católica en España.
El 20 de abril, la tenaza de la CEDA forzó a Lerroux a respaldar una
amnistía para el general Sanjurjo y los golpistas de 1932 que el Parlamento
aprobó por amplia mayoría, 279 votos contra uno –el del señor Miral-; las
izquierdas se ausentaron del hemiciclo como protesta en el momento de la
votación. Sin embargo, Alcalá Zamora se negó a firmar la ley.
Sanjurjo, imagen del juicio, ya fue indultado por el gobierno Azaña de la pena de muerte en 1932. Dos años después lo era de la pena de cárcel. Salió barato dar un golpe de Estado.
Como ya se expuso en Neonovecentimo al comentar la Constitución de 1931, se
produjo una situación jurídico-institucional atípica. El art. 83 de aquella
carta magna permitía al Presidente de la República vetar cualquier ley del
parlamento, devolviéndola a la cámara con unas notas explicativas de su
decisión. Para levantar su veto, los diputados debían volver a aprobar la ley por
mayoría cualificada de dos tercios. En aquella ocasión, Alcalá Zamora se limitó
a mandar al Parlamento unas notas explicativas de su negativa a firmar la ley,
aunque sin vetarla formalmente, con que técnicamente no hubo veto. Tras un tira
y afloja, el Presidente firmó la ley del amnistía el 24 de abril. Al día
siguiente, completamente desacreditado por el desplante, el tercer gobierno Lerroux dimitía en pleno.
Bibliografía Consultada
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