Para P...
Bajo el peso de tu luz se respira mejor.
Hasta se bucea en los océanos de tierra
con alas prestadas
por
los cometas.
E incluso el tétrico desliz del remordimiento
se asfixia entre las piedras.
Empapadas en ti, de las cenizas de la añoranza
brotan luciérnagas con alas de hueso.
Luego ese resquemor
la
caricia ácida de la angustia
y ya sólo nos queda la sangre
disfrazada de cronómetro.
El olvido es un vómito escrito en fuego.
Nos devora el cráneo, nos araña la piel,
pero el peso de tus palabras
me
mancha los dedos.
Así mis manos las repiten
en cada uno de sus gestos.
Tu presencia se respira como un puzle de agua
asfixiante, serena, irresoluble
de
cariño.
Absuelve la desnudez de mi vergüenza
con un disfraz de dignidad que no tejieron las
ortigas
sino los reflejos estelares en el oleaje.
Haz también unos guantes para mis ojos.
Sólo quiero mirarte en la ceguera
suspirando cada palabra
como
una fórmula aritmética.
Retuerce mi frustración en la herida de tu
dulzura
-que el polvo testimonie mi entusiasmo-.
El color invisible de tu alma se ha tatuado
debajo de mi piel
deslizando
el aroma
agitado y sereno de un sueño plácido detrás de
los ojos.
Me llamas... o estás en mi agenda
(empieza el sueño).
26 de febrero de 2015
Eduard Ariza
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