Antecedentes del Bienio de Derechas (III): El Presidente
Con la Constitución a punto de aprobarse, una de las preocupaciones del
nuevo gobierno provisional era buscar a un candidato para la presidencia de la
república. La futura carta magna conferiría al jefe del Estado considerables
poderes, sobre todo en materia de convocatorias electorales y formación de
gobiernos. Para evitar el abuso de estos, se quiso buscar al candidato de un partido
pequeño que no favoreciera a su grupo político mediante maniobras oscuras. Fue
este motivo por el que se desechó la candidatura de Lerroux pues la importancia del partido
radical se percibía como una amenaza. Sonó el nombre de Azaña, pero este manifestó más
interés en seguir en el gobierno.
Alcalá Zamora (1877-1949)
Finalmente se propuso como candidato de consenso a Alcalá Zamora, a quien muchos juzgaban acabado
políticamente tras su penosa salida del gobierno el 14 de octubre.
El 9 de diciembre se aprobó la constitución por 368 votos a favor. No hubo
ningún voto en contra, si bien derechas, federales extremistas y algunos
independientes se ausentaron de la cámara al efectuarse la votación, dejando un
total de 98 escaños vacíos.
Un día más tarde, los diputados votaron al Presidente. Se requería un mínimo
de 234 votos, mayoría absoluta, para la elección.
El Presidente de la Cámara, Besteiro comunicó el resultado de la votación:
Alcalá Zamora (Derecha Liberal Republicana) 362
Juan Pi y Arsuaga (Republicano Fenderal) 10
Manuel Cossío (Independiente de izquierdas) 2
Julián Besteiro (Radical Socialista) 2
Ortega y Gasset (Partido al servicio de la
República) 1
Miguel De Unamuno (Independiente/PSOE) 1
Abstenciones 35
Ausencias 53
Quedó proclamado electo Alcalá Zamora Presidente de la República. Por
desgracia, su trayectoria como jefe del Estado se apartó mucho de los que sus
electores habían previsto. Aunque careció de partido fuerte al que pudiera
favorecer para gobernar a través de él desde la presidencia, siempre trató de sobredimensionar
su influencia sobre los gobierno. Su monstruoso personalismo lejos de favorecer la estabilidad del poder
ejecutivo fue el impulsor de muchas crisis.
Promesa de Alcalá Zamora ante las Cortes Constituyentes como Presidente.
En aquel régimen, los cambios en el gabinete debían ser autorizados por el
Presidente mediante una crisis de gobierno. La crisis se podía plantear de
forma parcial para cambiar algunas carteras, o total en caso de dimisión en bloque
del gobierno, de su líder o que el Presidente considerara que la modificación
ministerial era demasiado profunda para resolverla como crisis parcial.
En la actualidad, únicamente la República Italiana mantiene este sistema –una
de las muchas causas de su inestabilidad política. El resto de regímenes
parlamentarios, permiten al jefe de gobierno modificar la composición del
ejecutivo sin necesidad de la intervención del jefe del Estado sea rey o
presidente.
Alcalá Zamora pareció cogerle el gusto al procedimiento protocolario de la
crisis total que le permitía evacuar largas consultas con los portavoces
parlamentarios y particulares de su elección en el Palacio de Oriente como
habían hecho los reyes. Casi nunca gestionó una crisis como parcial, ni siquiera
cuando se trató de cambios mínimos en el ministerio de turno. Semejante actitud
retrasó enormemente la acción de los gobiernos republicanos y produjo muchos
vacíos de poder tan gratuitos como inesperados. También le cogió el gusto a
amenazar a los gobiernos con el derecho de veto sobre las leyes aprobadas por
el Parlamento que le confería la constitución.
Alcalá Zamora, retrato oficial como Presidente.
Durante su mandato se multiplicaron los consejos de ministros en Palacio
presididos por el jefe del Estado. Esta figura en un régimen parlamentario se
reserva para casos excepcionales y para presentar al Rey o Presidente el nuevo
gobierno. En nuestros días, en España se suele celebrar un consejo de ministros
presidido por el Rey al inicio de cada legislatura.
Alcalá Zamora adquirió la costumbre no sólo de convocar estas reuniones
según sus apetencias, sino que además de su inusual frecuencia las hizo inútiles. Tenía
la costumbre de aburrir a sus ministros con largos soliloquios que podían durar
literalmente dos y hasta tres horas ininterrumpidas. No solía admitir réplicas.
Acabado el monólogo salía del despacho con lo que el consejo de ministros se
daba por concluido.
Hombre de mentalidad caciquil, usó toda su influencia para favorecer el
enchufismo de a sus familiares y amigos. Lejos de avergonzarse, saca pecho de semejante actitud en sus Memorias, asegurando que hizo cuanto pudo por su gente y por Priego,
su pueblo natal, desde la Presidencia.
No es exagerado aquello que escribió Pla y que tantos otros compartieron: Alcalá Zamora fue uno de los enterradores de la República.
Tras su elección, Azaña le presentó la dimisión formal del gobierno
provisional. Atendiendo a la composición parlamentaria, el propio Azaña fue invitado a formar gobierno, el
primero constitucional de la república. La composición de este fue de centro
izquierda. Respecto al gobierno provisional quedaron fuera los radicales de
Lerroux.
Gobierno Azaña I, primer gabinete constitucional de la Segunda República.
Así el 16 de diciembre se constituyó el Gobierno Azaña I con la siguiente
composición: Presidencia y Guerra,
Manuel Azaña (Acción Republicana); Estado,
Luis Zulueta Escolano (Partido Republicano Liberal Demócrata); Justicia, Álvaro Albornoz (Partido
Radical Socialista); Marina, José
Giral (Acción Republicana); Gobernación,
Casares Quiroga (Organización Republicana Gallega Autónoma); Hacienda, Jaume Carner (Esquerra
Republicana de Catalanya); Instrucción Pública,
Fernando de los Ríos (PSOE); Obras Públicas,
Indalecio Prieto (PSOE); Trabajo,
Largo Caballero (PSOE); Agricultura,
Industria y Comercio, Marcelino Domingo (Partido Radical Socialista).
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