martes, 26 de abril de 2011

Los Relatos de Lev Tolstoi

Sería absurdo pretender que separemos el nombre de Tolstoi de las obras Guerra y Paz (1869) y Ana Karenina (1877). La implicación emotiva del autor en estos dos grandes logros de la literatura es, con mucha probabilidad, la clave de su consagración como titán de la cultura universal. Pero sería un error aún mayor querer ver a este autor sólo en sus dos obras claves y olvidarnos del resto de su labor literaria.
A Tolstoi (1828-1910) se le suele dividir en dos períodos. Se entiende un primer Tolstoi orientado hacia la literatura que se desarrolla desde 1852 con la publicación de Infancia hasta 1877 cuando acabó de publicarse Ana Karenina. El segundo Tolstoi suele definirse como “el Tolstoi místico”, otros hablan de “el Tolstoi teológico” e incluso se le llega a definir con la palabra de “filosofo”. Se fija el nacimiento de este segundo Tolstoi con la escritura de su obra de reflexión metafísica titulada La Confesión en 1882 y no se le concluye hasta la fecha de su muerte.
Evidentemente, existen rasgos diferenciales entre el estilo tolstoiano que va de 1852 a 1877 con el que le sigue posteriormente. El denominado “primer Tolstoi” aproxima su obra a un carácter más literario, recurriendo al estilo novelístico. El Tolstoi místico sólo escribirá una gran novela comparable –en lo que a extensión se refiere- con las obras del primer período, La Resurrección (1899), sintiendo más preferencia por el relato, la fábula, el apólogo o incluso los tratados puramente filosóficos como la ya mencionada La Confesión (1882), Iglesia y estado (1891) o El reino de Dios está en vosotros (1894).

No obstante, yo soy de la opinión que es absurdo intentar seccionar a Tolstoi. Dos son las cuestiones prácticas que deberían alejarnos de tal acto: primero el hecho de que un Tolstoi fragmentado lejos de ayudarnos a clasificarlo nos lo vuelve más confuso, desde el punto de vista estructuralista; segundo que no tiente ningún sentido admirar a un titán como Tolstoi si vamos a desmembrarlo para reducirlo al tamaño de un enano. Desde que Tolstoi empieza a escribir usando la novela autobiográfica emplea patrones que se mantendrán inamovibles hasta el fin de sus días en la estación de Astápovo cuando realiza las últimas anotaciones en su Diario. El protagonista de Infancia, adolescencia y juventud ya muestra una gran preocupación por los asuntos religiosos y morales. Intentar separar esta preocupación del Tolstoi que después escribirá en Guerra y Paz que el destino de los hombres queda regido por una fuerza superior a los reyes o los emperadores, a la que aún se atreve a llamar Dios, es absurdo. En esta línea, es secuencial que el autor evolucione y empiece a preocuparse por cuestiones religiosas hasta un extremo hereje que le cuesten la excomunión en 1899 y, con anterioridad, alguna amenaza de muerte.
Tampoco es posible separar las reflexiones filosóficas de Guerra y paz de sus futuras meditaciones sobre la justicia y la realidad de las iglesias en el libro Iglesia y estado (1891). Recordemos que Pierre, el conde Bezujov, se halla tan perdido como el propio autor en ese sentido y que, tras probar las fiestas y las borracheras, acabará recurriendo a la masonería, secta que tan sólo le concederá paz de espíritu durante un período muy breve, justo antes de descubrir que no es tan pura como aparenta.
Tampoco podemos desmarcar las reflexiones maritales abundantes a lo largo de toda la obra de Ana Karenina de las que aparecen en Sonata a Kreutzer (1889), técnicamente situada dentro de “el segundo Tolstoi”.


Si nos atrevemos a mirar a Tolstoi no podemos hacerlo como un simple novelista que tuvo una floración literaria durante un período de su vida y que luego se dedicó a cavilar sus obsesiones religiosas. Debemos verlo como un todo completo, desde el titán de la narrativa que es en Guerra y Paz hasta el convicto pacifista cuya obra El reino de Dios está en vosotros inspiró en Mahatma Gandhi el concepto de resistencia pasiva.

Hablaré un poco del Tolstoi cuentacuentos. El relato breve lo cultivó Tolstoi desde el momento en que su necesidad por enviar un mensaje al mundo privó sobre sus concepciones estético-literarias. Cuando lo que tenía que decir era más importante que cómo lo decía, Tolstoi abandonó la idea de la gran novela para transmitir una idea concreta a través del relato breve.

Los valores de la pobreza, la austeridad, el compartir lo bienes etcétera, etcétera están implícitos en muchos relatos del autor, por ejemplo Memorias del príncipe Nejliúdov (a quien es difícil de vincular al protagonista de La Resurrección, pese a ser el mismo personaje), Amo y criado o Iliás. Sin embargo, el autor muestra deferencia por hacer reflexiones más trascendentes, tales como quién se encuentra en verdadera posesión de la palabra divina, cuáles son los verdaderos pecados y cuál es la fina línea que separa la virtud de la vanidad. Todos estos rasgos están presentes en multitud de cuentos breves como Albert, Los tres eremitas, La oración, Tres muertes. Los dos hermanos y el oro, Divino y humano o El diablo.
Tampoco podemos despreciar el trabajo de pedagogo Nuevo abecedario (1872-1875) y los Cuatro libros rusos de lectura (1874-5) donde a través de un gran número de fábulas y apólogos exponen conceptos simples referentes a las maneras de conducta de las gentes. Estas dos obras son posiblemente las dos del autor que guarden una finalidad más pedagógica, ya que las usó durante la época en que impartía clases a los hijos de sus campesinos.
El relato de Buda escrito a lo largo de cuatro años (1904-8) sorprende al lector al tiempo por su tema: la biografía del príncipe Sidartta. El modo en que trata a este personaje demuestra hasta que punto consideraba Tolstoi los valores, los buenos valores, de la religión como algo universal, por no mencionar el hecho de cuan amplia era su cultura.

Más concretos y explícitos son los relatos de El lobo y Canciones de la aldea en los cuales Tolstoi expone su mensaje político sin ambages. En el primero, aboga por el vegetarianismo narrando el cuento de un niño al que gustan todos los alimentos hasta que sueña que lo devora un lobo. El segundo, escrito en 1909, un año antes de su fallecimiento, el autor crítica el servicio militar obligatorio, práctica a la que siempre se opuso por considerarla anticristiana, a través de una experiencia más o menos autobiográfica, cuando se vienen a reclutar jóvenes a Yashnai Poliana.

2 comentarios:

  1. Ostres, curiosament aquest Sant Jordi m'han regalat un conte, El pare Sergi.
    Es nota que Tolstoi és el teu ídol literari.

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  2. Si de El pare Sergi s'edita una entrada dintre de dos dies, de fet això n'és l'introducció,

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