viernes, 28 de enero de 2011

“Dios, Patria, Libertad”

Este lema nacional siempre es peligroso para un gobierno, especialmente, para uno tan corrupto y sanguinario como el yemení.
Esta república situada al sur de la península arábiga constituye con diferencia el estado más pobre de la misma, Es lamentable, sobre todo, si lo comparamos con el vecino reino de Omán, cuan misérrima es la vida de la población en un país donde, para variar, los recursos naturales no son, precisamente, escasos.
De historia difícil, pasó de ser una provincia otomana a un protectorado inglés en 1839. Al final de la Primera Guerra Mundial obtuvo la independencia nominal, pero no fue hasta finales del segundo conflicto que oscureció el ser del mundo, cuando esta independencia fue efectiva. Después de su ingreso en la Liga Árabe, como reino, empezaron las discordias: en 1962, la monarquía fue abolida estableciéndose así una República Árabe del Yemen, con capital en Sana. La región suroeste, con capital en Adén, se constituyó en una República Popular fino-bolchevique. Ambos estados entraron en un conflicto fraticida que se saldó en 1990 con la unificación de una nueva república árabe con capital en Sana.
Su forma de gobierno es, oficialmente, una república parlamentaria, donde el presidente ocuparía, por definición, un cargo simbólico. La realidad es que Sidi Ali Abdullah Saleh ejerce de forma despótica el poder, desde la unificación del país, a través de una estructura de partido único y preparando una sucesión, poco republicana, en su hijo.
Durante esta semana hemos oído hablar mucho de Túnez o Egipto, pero ha sido en Yemen donde ha habido la concentración más pacífica de las que se han proclamado por el mundo árabe, tras la caída de Ben Alí. Miles de personas salieron a la calle en silencio enarbolando banderas nacionales, junto a las blancas de la paz; ningún lema, sólo un contundente silencio para expresar su descontento por tener un país donde el 60% de la población vive en la más absoluta pobreza.
No es la pobreza el único mal de este país. Yemen se aqueja de falta de hospitales donde tratar de las numerosas enfermedades propagadas por las condiciones de vida infrahumanas de la mayoría de la población, de garantías constitucionales, ya que el los derechos humanos apenas están desarrollados, de una elevada tasa de analfabetismo que deriva de la falta de escuelas y de una fuerte opresión hacía múltiples colectivos sociales, especialmente, mujeres y homosexuales.
En Túnez, la revolución triunfó por el apoyo del ejército, si triunfa en Egipto lo hará a través de la misma muleta. En Yemen esto será difícil, porque, después de prometer rebajar los impuestos, el presidente ha subido el sueldo a los militares.
Es triste ver que en las revoluciones, donde se juegan los intereses de tantos ciudadanos, todo dependa de las circunstancias que subyuguen a unos pocos.

jueves, 27 de enero de 2011

Trakl poeta vanguardista

Georg Trakl (1887-1914) ha sido el último poeta que he incorporado a mi biblioteca. Hoy acabé de leer su Poesía Completa, que es bastante breve dada la brevedad de su vida, traducida por José Luis reina Palazón en la editorial MINIM TROTTA.
Me ha dejado una impresión confusa. De vida amorosa compleja, atormentado y con una fuerte angustia nerviosa, Trakl terminó enganchándose a la cocaína, a la que describe como “un ángel blanco” en sus poemas, sin llegar a ser un adicto en el sentido estricto del término. Pese a esto, sus nervios no remitieron y le costaron la vida al estallar la Gran Guerra.
Sus versos rozan siempre la frontera de lo sacrílego a través de imágenes sacras. Es muy importante este juego de contrastes, basado en una “perversión” del ideal religioso, para entender su obra. Algunos lo enmarcan dentro del post impresionismo, para otros es un expresionista muy particular, indudablemente, en cualquier caso, hay talento detrás de sus versos. Las críticas le fueron pródigas, algunas desde figuras tan relevantes como Rilke que dijo de su obra “la caída es la excusa para la ascensión imparable”. Personalmente debo decir que ambos poetas alemanes guardan para mí muchas similitudes en su visión del ser del mundo, si bien, por razones igualmente personales, prefiero a Rilke. Otro de sus críticos más relevantes fue el filósofo Wittgenstein, que lo elogió con estas palabras tan paradójicas “Porque no lo entiendo, sé está bien”. Aunque esta última crítica resulte un cebo insalvable para cierto carroza que me da clases de filosofía, no os voy a engañar, es un poeta difícil de entrar en él. Pero una vez estamos dentro, como al bañarnos en agua fría tras el choque inicial, nos adaptamos a su temperamento y nadamos por él con total agilidad.

lunes, 24 de enero de 2011

Homenaje a Churchill (VIII)

Pasó los últimos días de su vida veraneando descansando en Chekers y veraneando en el sur de Francia. Pintó y escribió hasta casi el final. Falleció el 24 de enero de 1965. Deja para la posteridad un modelo de hombre y de político, cuyos actos se guiaron siempre por sus convicciones y por lo que creía que sería mejor, no por lo que creía que le iría mejor. Fue un estadista ejemplar y no sólo en tiempos bélicos como hemos visto. Nos confiere a todos una forma de ser aplicable en nuestras vida cotidianas que no caduca: el ser luchador, el no rendirnos, y el deseo de perseverar siempre en positivo por muy críticas que sean nuestras circunstancias.

Homenaje a Churchill (VII)

Casi con ochenta años, Churchill volvió a recuperar el cargo de primer ministro en 1951, conservándolo hasta 1955. Aunque los azares del destino le maltrataron bastante a lo largo de su vida, no puede negarse que para un hombre de su estilo no podría haber ocupado la jefatura de gobierno inglesa en dos mejores momentos: en una guerra y en una sucesión monárquica. En 1952, la temprana muerte del rey Jorge VI precipitó la subida al trono de su hija Isabel II. La reina dijo que Churchill fue bastante amable con ella, lo suficiente para liberarla de su timidez inicial y reforzar su confianza en sí misma para dura labor que le quedaba por delante a tan temprana edad. No en vano, lo condecoró con la Orden de la Jarretera, la máxima orden de hidalguía inglesa.
En su segundo período de gobierno, muchos detractores le acusaron de ser poco más que un viejo que no supo retirarse a su hora. Esta afirmación carece de fundamento si repasamos los logros internos y externos de su gobierno. Interiormente, canceló la deuda nacional en el tiempo record de dos años, desarrollando después el estado del bienestar, que, irónicamente, tanto había criticado, porque así se lo pedía el pueblo. Resolvió con maestría los problemas que quedaban en el Imperio, empezando por resolver una crisis en Malasia y luego otra más grave en Kenia, donde los Mau- Mau pretendían comenzar una revuelta sangrienta contra la población foránea (tanto inglesa como asiática). Tampoco fue menor su éxito en Persia, donde logró presionar al Sha para que no nacionalizase una compañía inglesa.
A menudo se le ha calificado de racista porque uno de sus lemas era “mantener una Inglaterra blanca”. Admito que la afirmación es desafortunada, pero no era una cuestión de racismo, era que, como muchos, Churchill temía una inmigración masiva desde los últimos reductos coloniales a la metrópoli en la medida en que se descubriese que el anhelado sueño de la independencia era más oscuro que dorado. No era racista, simplemente era matemático: Inglaterra no podía soportar que su población se multiplicase por ocho de la noche a la mañana.
En 1953, se le concedió el Premio Nobel de la literatura, galardón que motivó mucha polémica. Es evidente que Churchill no era un escritor de Nobel, aunque indudablemente era un hombre de Nobel. Yo no me muestro disgustado con este premio, ya que Churchill hizo algo muy literario: mantener elevada la moral de un pueblo entero, cuando no tenía nada que ofrecer excepto la fuerza retórica de la palabra. Esto no es algo que muchos escritores puedan presumir de haber conseguido.
En 1955, presentó su dimisión a la reina y le aconsejó que invitase a Antony Eden a formar nuevo gobierno. Dijo con su tono habitualmente socarrón “Tengo que retirarme, señora, el pobre Antony no va a ser siempre joven”.

Homenaje a Churchill (VI)

Churchill bautizó 1945 con el nombre de “Triunfo y Tragedia”, por el clima de hostilidad que se instauró a nivel global tan pronto como terminó la guerra. La muerte del Presidente Roosvelt fue un duro golpe para él. No obstante, Truman comprendió mejor que su antecesor la amenaza del bolcheviquismo. Además, compartía con el gentleman británico su sentido de la sensibilidad artística.
Capitulada Alemania, Churchill vivió su tragedia personal. Attlee, en una jugada indigna, rompió el gobierno de unidad nacional y forzó a convocar elecciones. Churchill presentó batalla con su dureza habitual. Advirtió a los británicos que la izquierda no sabría gobernar un país en post guerra, ni responder a los clamores de la indignación popular. Según los entendidos, sus duros juicios le costaron las elecciones que, en efecto, perdió, pero, visto el conjunto en retrospectiva, nadie puede negar que sus valoraciones fueran objetivamente ciertas. Attlee fue el primer ministro más nefasto que ha conocido el Reino Unido. Intentó desarrollar el estado del bienestar en un país arruinado por la guerra, endeudándolo aún más. Sus nefastas particiones del continente indio en Pakistán y la India, y del protectorado palestino en Israel y Palestina han acarreado los conflictos históricos que todos conocemos. Escarmentado, el pueblo inglés decidió que después de él, ningún laborista volvía a pisar el 10 de Downing Street hasta 1965.
Churchill mientras se refugió en su familia, manteniéndose activo políticamente. En 1946 dio un discurso en EE.UU. donde fue el primero en advertir que la Guerra Fría era algo más que unas distensiones diplomáticas. En este discursó ilustró la situación del Viejo Continente con la imagen de “el telón de acero”. En 1946, los liberales lo llamaron alarmista y los comunistas americanos protestaron frente a su hotel… Un año más tarde se demostró que tenía razón.
Al mismo tiempo, escribió unas titánicas Memorias de seis libros divididas en doce volúmenes. Yo me las he leído, pero dilucido que tendréis tanto interés (ni tanta paciencia, que también es necesaria), sin embargo, está muy bien una selección de dos tomos que han hecho recientemente en castellano. Unas Memorias nunca son imparciales, ni objetivas, pero estos comentarii beli modernos tienen un toque literario nada menospreciable y son una de las mejores crónicas del peor conflicto bélico en la larga historia del los hombres en primera persona.

Homenaje a Churchill (V)

La Niémesis soviética, calificación que Churchill dio en sus Memorias a la Operación Barbarroja (1941), que hizo pagar a Rusia el egoísmo de su política exterior, sacó a Inglaterra de sus soledad en la lucha. El ataque a Pearl Harbour (1941) le ofreció definitivamente el apoyo leal, necesario para ganar el conflicto.
Churchill viajó a Moscú donde tuvo una acogida cordialmente forzada. “Mire” le dijo un oficial ruso “ese es el hotel Eden, antes llamado Ribbentrop, y esa es la plaza Churchill, antes llamada Hitler”. Consciente de que, aunque poco fiable, era un aliado necesario, el premier británico le pidió fuego al oficial para encender su habitual puro. Después de encendido dijo socarronamente “Gracias camarada, antes llamado perro” y le devolvió el mechero.
Igualmente, viajó a los EEUU. Un infarto de miocardio no le impidió ser el primer Primer Ministro Británico en dar un discurso en el Congreso de norteamericano. Un discurso lleno de ironía y buen humor, en el que, rememorando la ocasión en que un general francés había dicho que, tras la rendición de Francia “Inglaterra retorcería el cuello en seis semanas como un pollo” exclamó “Some chicken! Some neck!”.
Al volver a Inglaterra el izquierdismo barato le presentó una moción de censura con motivo de la toma de Singapur por los japoneses, Churchill quedó deprimido, a pesa de superar la moción por un amplísimo margen. Hasta llegó a preguntar al rey, si quería que continuase como timonel del barco. Si la negativa del parlamento a que cesara en sus funciones fue grande, no fue menor el deseo del rey de que siguiera en su cargo.
En 1942, el hombre que sólo pudo prometer “sangre, sudor y lágrimas” anunció  los británicos la rotunda victoria de El Alamein, a la que siguió Midway en el Pacífico y Stalingrado en Rusia. Este año lo calificó como “El gozne del destino” en sus Memorias porque marcó el punto de inflexión en la guerra.
En 1943, la caída de Mussolini y la conferencia de Teherán continúan la senda victoriosa de los aliados. En 1944 se recuperaron Birmania, las Filipinas, Varsovia, Roma y París. Esta última a través del famoso Desembarco de Normandía. Queda la anécdota de que tanto Jorge VI como Churchill querían embarcarse para presenciar el evento, pero el presidente de la Cámara de los Comunes, a petición de la reina y lady Churchill les instó, a través del órgano legislativo, a quedarse en Inglaterra.
A medida que se dilucidaba el fin del conflicto, Churchill empezó a recelar de las buenas intenciones de Stalin. Por ello, reforzó a De Gaulle en el gobierno provisional de Francia. Era fundamental que la mancha negra del comunismo no se adueñase de las mentes del pueblo francés. Sólo un gobierno fuerte y un trato digno podían garantizar que eso no sucediese. Con este fin, Churchill reclamó primero zonas de ocupación francesas en Alemania, Austria, Berlín y Viena, además de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Futura ONU. Cuando Stalin, durante la conferencia de Yalta (1945) criticó estas medidas argumentando lo mal que los franceses combatieron al principio de la guerra, Churchill respondió satíricamente “Si recuerda usted, mariscal Stalin, todos tuvimos nuestros problemas al principio de la guerra”, recordándole su invasión conjunta de Polonia con Hitler.

Homenaje a Churchill (IV)

“Jamás nos rediremos” es la frase que describe la vida de Churchill, la que le mejor hubiese quedado en su epitafio, y la que, por supuesto, rigió su política en la Segunda Guerra Mundial.
Formó un gobierno de unidad nacional distinto a los que hasta aquel momento se habían visto, porque dio voz y voto a los laboristas confiando algunos cargos a su líder, Attlee, y a otros miembros del partido.
Desterró la política rendicionista o pactista del gobierno que, aunque parezca increíble, aún tenía mucha presencia. Halifaz encabezaba una facción que abogaba mediar con Berlín a través de Mussolini para alcanzar un gran acuerdo europeo. Churchill dejó bien claro que no se entablarían negociaciones de paz. Reforzó su postura al bombardear la flota francesa en el golfo de Orán, para que tras la rendición de la Tercera República, Hitler no usases sus buques para controlar el Mediterráneo. Esta orden, sin embargo, fue muy dolorosa para él, porque hubo de atacar a un país aliado.
Antes de eso, Churchill había supervisado la gran evacuación de Dunkerque. Se ha especulado mucho sobre cómo se consiguió salvar a 340.000 por una evacuación vía marítima, después de la caída de Calais. Algunos especulan con una oferta de paz a los nazis, pero los hechos objetivos señalan que la precia y el valor británico sumados  ala incompetencia de la Lutwafe permitió este milagro.
Dunkerque fuer la única operación “victoriosa” que Churchill pudo ofrecer a su pueblo a lo largo de 1940. Después de ahí todo fueron palos, algunos de ellos devueltos con tanta destreza y contundencia como la Batalla de Inglaterra, aunque no por ello dolieron menos. Las batallas de Grecia y Creta, el bombardeo de Malta y las derrotas en África marcaron el calendario. Sin embargo el primer ministro supo mantener alta la moral de su pueblo, y dijo de este año, a todas luces el más duro que vivió Inglaterra, que fue “su hora mejor”, porque en ella el Imperio Británico, sacó todo su valor. También dijo que este sería el único año de toda la guerra que le hubiese gustado volver a vivir.

Homenaje a Churchill (III)

Fue el primero en ver que los nazis eran algo más que un partido nacionalista de carácter obrero. En una visita a Alemania en los años veinte, estuvo a punto de entrevistarse con Hitler. Pero éste anuló la entrevista porque Churchill comentó a uno de los acólitos nazis que la preparaba que podía entender que su líder pretendiese nacionalizar la economía, pero que le resultaba incomprensible odiar tan irracionalmente a los judíos, por el simple hecho de haber nacido con esa condición. “Así `perdió Hitler la única oportunidad de conocerme” escribe, años más tarde, en sus Memorias.
Vio horrorizado la política capitulacionista del primer ministro Baldwin que entregó Renania y Austria al Tercer Reich sin ofrecer ninguna resistencia, y permitiendo además que volviese a empezar la carrera de armamentos. También intentó apoyar al rey Eduardo VIII para que no abdicase. Sin embargo, como buen monárquico, aceptó su decisión persona y juró fidelidad a su hermano, el nuevo rey, Jorge VI.
En 1938 colaboró en la subida al poder de Chamberlain quien ocupó el cargo de líder del partido conservador y de primer ministro sucediendo a Baldwin tras su dimisión. Pero el gabinete le decepcionó una vez más. La política pacifista de Chamberlain llevó a la entrega de Chequia y el Memel al Reich, agudizando así las pretensiones belicistas de Hitler. Su nefasto rumbo en la guerra y la paz hicieron perder a Chamberlain pronto su cargo.
Cuando Hitler invadió Polonia, Chamberlain pidió a Churchill que se volviese a hacer cargo del Lord Mayor del Almirantazgo. Él aceptó con la condición de que el joven Antony Eden entrase en el gobierno. Como comandante de la marina real, organizó la resistencia noruega en Navick tanto tiempo como fue posible. Hundió varios acorazados alemanes en el Atlántico, entre ellos destaca la inutilización del Gran Spee, insignia de la marina alemana, en la desembocadura del Río de la Plata. El buque fue posteriormente hundido por su propia tripulación. El 10 de mayo de 1940, día en que Hitler atacó el oeste, el rey Jorge VI aceptó la dimisión de Chamberlain y encargó a Churchill la formación de un nuevo gobierno.
La elección de Churchill fue el resultado de una tensa reunión en Dowling Street entre él, el aún primer ministro Chamberlain y Lord Halifax, a quien Chamberlain prefería como sucesor. Chamberlain le propuso a Churchill ser ministro de defensa en un gabinete presidido por Edward Halifax. El silenció de Churchill incomodó a su dos interlocutores. Finalmente Halifax dijo “Creo que Winston es mejora para el cargo” a los que Churchill respondió “Yes, I think it too” seguro de sus aptitudes.
En Buckingham el rey no recibió con demasiado entusiasmo la decisión de los políticos. En un principio, la fama de impulsivo e irreverente de Churchill intimidó al joven, tímido y tartamudo monarca, pero, al poco tiempo, rey y jefe de gobierno, entablaron una profunda amistad, según palabras del propio soberano.

Homenaje a Churchill (II)

En la Primera guerra Mundial, desempeño el cargo de Lord Mayor del Almirantazgo. Limpió el honor de Inglaterra y de su soberano, Jorge V, destruyendo, en la batalla de las Malvinas, a la flota alemana del Pacífico que había derrotado a los ingleses en la batalla naval de Coronel.
Su gestión se vio ensombrecida tras el desastre de Gallipoli. Churchill creyó que se podría derrotar al imperio Otomano con un desembarco en los Dardanelos que permitiese ocupar rápidamente Istambul. El fracaso de la operación sumado a la nociva influencia de sus enemigos lo alejó de los altos cargos políticos durante mucho tiempo.
Ciertamente deprimido, se apoyó en su mujer y su familia para seguir adelante. Se estableció en una finca en Cherkers y descubrió una afición que sanó su depresión y le acompañó toda su vida: la pintura.
Todos los críticos de arte están de acuerdo en que los oleos de Churchill se hubiesen hecho un lugar en el mundo artístico, si su aturo hubiese puesto empeño en ello. Pero Sir Winston pintó siempre por afición, buscando relajarse. Pintó paisajes  también algún autorretrato. Todos los conocimientos en la metería fueron autodidactas, por ello, no pertenece a ninguna escuela, si bien nadie duda de que su pincelada sigue claramente las líneas del arte impresionista. Muy probablemente, Churchill fue el único conservador inglés de principios del S.XX finales del S:XIX que prefirió los cuadros impresionistas, post impresionistas e incluso los fauvistas o los cubistas al frío y convencional neoclasicismo.
Así vivió la década de los veinte y de los treinta: pitando, escribiendo y ejerciendo sus funciones de diputado.

Homenaje a Churchill (I)

Winston S. Churchill murió un veinticuatro de enero como hoy. Aprovechando la conveniencia quiero dedicar un espacio para homenajear la vida de este hombre tan insigne.
Nació bajo el reinado de Victoria I en 1874. Hijo de padre inglés y madre americana, fue el representante de una familia aristocrática que había perdido parte de su esplendor económico, sin haber menguado por ello su taragná elegante y clasista. Churchill recibió una educación de internado. Su afición favorita era coleccionar soldaditos de plomo para organizar batallas, campañas y guerras enteras. Sus padres le ignoraban, él los adoraba y ellos le ignoraban, sin embargo, lejos de deprimirle, este hecho le incitó a perseverar en todos los aspectos de su vida.
Sirvió en el ejército en la India, desde donde se sacó la carrera de derecho a distancia. Participó en la guerra anglo-boer, en África. Allí fue hecho prisionero y encarcelado en un campo de concentración del que pudo evadirse saltando la valla en plena noche. Llegó hasta territorio portugués en Mozambique, tras dos semanas de hambre y huída lo primero que adquirió fue una caja de puros y una botella de brandy. Volvió a la Colonia de Cabo, donde se licenció con el grado de coronel.
De vuelta a Inglaterra, escribió sus Memorias de Juventud y consiguió un escaño en la Cámara de los Comunes. Para su pena, aunque obtuvo el escaño en 1901 estando viva aún la soberana, ésta falleció antes de que él pudiese jurarle lealtad pasando a la historia como el último diputado victoriano, como hubiese sido su deseo. No obstante, supo convertirse en el prototipo del político eduardiano, nombre con el que se bautizó a todos los políticos que acuñaron los cimientos de su carrera bajo el reinado de Eduardo VIII. Desempeño distintos cargos, entre otros Lord del Sello Privado y Ministro de Hacienda, donde se mostró como un excelente gestor.

domingo, 23 de enero de 2011

Sade Ficción Literaria III

Estuve leyendo al Divino Marqués estas Navidades, (lo sé, no es en las fechas donde más encaja). Su perversión sádico-masoquista no persigue fines moralizantes, como Mishima, quien buscaba expresar a través de ella la decadencia espiritual del Japón de post guerra, más allá de su propia –e innegable- satisfacción. Sade no persigue en su obra mayor fin que el placer –en el amplio sentido- del lector, persigue esto incluso, a través de su horror y escándalo por lo que le muestra. No debe darnos miedo, por lo tanto, buscar un rato de satisfacción en las páginas de este autor “perverso”. Gozar del sadismo artístico no nos convierte en monstruos, porque su condición de arte lo convierte en ficción y la ficción nunca es nociva.
Os animo a leer algunos relatos cortos de El Divino Marqués. No hace falta leerlo mucho para comprenderlo a él y descubrirnos a nosotros mismos nuestra parte “oscura”.

Sade Ficción Literaria II

Sade ha sido tratado a menudo de perverso. La causa de su perversión radica, a nuestros ojos, en que la temática de sus textos es de una pornografía explícita, con frecuentes toques de carácter sádico y/o escatológico. Hacer el amor con látigo golpeándote la espalda, consoladores (en el S.XVIII, claro, era el siglo de las luces) y otras “aberraciones” no son concebibles, en nuestras mentes de lectores modernos que han vivido la introspectiva del romanticismo, si no pensamos que el autor ha vivido lo que cuenta, por eso Sade nos parece tan repulsivo. Pero Sade no era un sádico, a decir verdad se desmayó la primera verdad que vio una ejecución, tampoco le agradaba la escatología, se dice que vomitó cuando, durante una de sus estadas en prisión, le llevaron a la letrina.
Con todo esto no pretendo decir que Sade tuviese una vida modélica (si es que eso existe): práctico -lo que hoy finamente se llama- sexo duro y sexo promiscuo con ambos sexos, flirteo en alguna ocasión con el sadomasoquismo (que acabó bautizando sin ser tampoco un devoto prácticamente) y queda la anécdota de que entre los nueve y los doce años sus niñeras, después de bañarlo y afeitarlo (es decir ponerle aceites por todo el cuerpo, no pasarle la cuchilla), lo masturbaban a modo de juego, pero nunca fue un “sádico” ni su perversión pasó más allá de los extremos descritos. No, Sade no fue un místico deseoso de pureza, pero tampoco el protagonista de 120 Jornadas en Sodoma.

Sade Ficción Literaria I

El Marqués de Sade (1740-1814) posiblemente sea la mayor adquisición artística del rococó francés, la máxima expresión de ese movimiento y con el mérito añadido de no saberlo ni él mismo. Su figura ha sido motivo de una fuerte polémica y su obra objeto de una gran controversia. De ésta última muchos prefieren dejarla en “inclasificable”, otros, secundados por la opinión de André Breton, hablan de él como un claro precedente del surrealismo. Decir eso de alguien que vivió dos siglos antes de la redacción de El Primer Manifiesto Surrealista y más de un siglo antes de la redacción del psicoanálisis freudiano puede parecer precipitado, sin embargo no está totalmente ausente de lógica. Frases como “Querida ceñíos el más grande de vuestros consoladores a la cintura y sed mi marido después de que yo haya sido el vuestro” en la boca de un hombre, desde cierta perspectiva, se pueden considerar un antecedentes de los deseos sexuales que reprimimos según revelan las teorías del Dr. Freud. Pero, a pesar de estas tesis, no se puede entender a Sade como un preludio de las vanguardias. Su verdadera esencia sólo se entiende dentro del rococó.
Obviamente, su literatura no es neoclásica, pues, aunque posible cronológicamente, carece de todo el espíritu de servicio social al colectivo. Sade plantea su literatura desde una perspectiva de autocomplacencia para el lector, eso sólo lo hacía en el S. XVIII el rococó. Este movimiento (1750-1789), lejos de ser el período eglucorado de amor casto y pasional como se nos ha venido planteando desde la historiografía convencional, presenta una vertiente erótica e incluso pornográfica de grana fluencia entre el público aristocrático. Fregonard o Boucher son sólo algunos de los nombres más notables de una larga lista de artistas de esta línea. Evidentemente, ninguno de ellos en ningún género llegó a ser tan pornográfico, tan sádico, tan sadomasoquista, o tan escatológico como Sade. Esto tal vez entregue a sus obras una gran peculiaridad, pero no le exime de su espíritu rococó, ni de ocupar un puesto clave en la recreación aristocrática.
El gran problema que nos desorienta para encajar artísticamente a El Divino Marqués es, probablemente, que la mayor parte de su obra se escribió hacía el final de su vida, cuando, sobre el plano teórico, el rococó ya había expirado.

jueves, 20 de enero de 2011

¿Libertad o Pan? III

La del 1968 fue una verdadera revolución popular, fomentada en un clima económico relativamente apacible, sin perversas instigaciones de la gangrenada mano de la burguesía. Tal vez, por el hecho de fundamentarse únicamente en una cosmovisión intelectual, sólo consiguió que cayese el primer ministro, quien por cierto, por empeño de De Gaulle, se hizo con la Presidencia de la República. Es muy posible, que la envestidura de Pompidou sea la constatación más clara de cómo el poder subyuga a las masas por encima de la pureza intelectual en la segunda mitad del S.XX.
El fracaso de una revolución es siempre seguro en los términos en los que se han planteado hasta ahora, porque, en ninguna revolución el pueblo ha actuado seguro. Se ha movido por el miedo, la incertidumbre, confiando su destino a quien prometiese un futuro mejor, matando así cualquier ideal revolucionario, en el principio de la misma revolución. Eso fue cierto en Francia en 1789 y es cierto en Túnez en 2011.
El pueblo tunecino se ha dejado guiar por una élite que es quien en verdad ha destituido al ex presidente Ben Alí, usando al pueblo de actores en su obra mímica. Sólo un pequeño reducto intelectual desea la verdadera democratización del estado. El resto del país está dividido en dos: la ciudadanía popular, que tan sólo aspira a invertir el penoso curso de la economía que les ha arrastrado al límite de la pobreza (y esto no es poco). Luego está la élite económica que aspira a extender su poder en cualquier institución sea del color político que sea.
El problema de esta revolución radica en el hecho de que el pueblo no tiene claro lo que desea. Grita “Libertad” en la calle y quiere decir “Pan”. En la mayoría de los casos, no entiende la perversión del sistema autoritario, simplemente, lo ha visto como el origen de sus desgracias en estos últimos años. Ese es un error terrible, porque cortar la cabeza a un “monarca” no cambia ningún país. La revolución no puede brotar de una chispa saltada a lo bonzo, debe brotar de la certeza y la convicción ideológica de la ciudadanía. Hasta que no se logre así, hasta que el pueblo no madure, es absurdo revolucionar un país, porque su subsiguiente resultado será un simple traspaso de poder entre élites herméticas.

¿Libertad o Pan? II

En 1789, el pueblo francés sale a la calle pidiendo pan. La crisis de abastos llevaba arrastrándose desde mediados de siglo. El mantenimiento de un sistema inamovible sumado a las continuas malversaciones de fondos en cuestiones que en nada incumbían a la ciudadanía (la última de ellas irónicamente para financias el apoyo a la revolución norteamericana) arrastró a la nación al clima del hambre. El malestar popular fue canalizado por la burguesía para forzar la caída de la nobleza y del propio rey. Había entre los franceses el deseo de tener pan, de asaltar los cuarteles de aprovisionamiento del ejército, pero no latía en él un sentimiento de cambio político estatal y mucho menos un sentimiento republicana. Buena prueba de ella es el alzamiento monárquico en La Vendée en 1973, y posteriormente de Bretaña y Normandía, así como la guerrilla de “Los compañeros de Jehú” que compartían el mismo carácter que el de La Vendée. Estos movimientos “políticos” de revuelta demuestran cuan lejos se hallaba el pueblo francés de ideales ilustrados como el parlamentarismo. Fue la burguesía la mano que crearía el consistorio, luego del directorio, para degenerar, finalmente, en el autoritarismo imperial con una política expansionista.
En 1830, olvidando un poco toda la peripecia política y el romanticismo de una mujer exhibiendo la pureza de los pechos desnudos mientras ensalza la bandera tricolor, vemos una Francia regida una vez más por la nobleza, como antes de la primera revolución. La caída de Carlos X no se explica sin la intervención del ejército, y esta intervención no se explica sin el pago de la burguesía ansiosa por adueñarse del papel de la nobleza. El nuevo rey, Luis Felipe I de Orleans, fue, en palabras del célebre escritor Marcel Proust, a imponer la banca como nuevo organismo represor. Esto nos muestra hasta que punto estaba hipotecado se encontraba su trono.
Sin embargo, en 1846, una crisis económica sacudió toda Francia. La mala gestión del gabinete real hizo que la burguesía fuese a buscar a Luís Napoleón, a fin de recuperar un sistema donde el ejecutivo tuviese competencias amplias, a fin de salvaguardar sus propios intereses. También es cierto que un ejército añorado de las batallas del Primer Imperio, e incluso algún ánimo popular en esta línea pudo contribuir, pero no lo fueron más que un añadido, un plus, para justificar el movimiento de un sistema económico que ansiaba recalcitrarse en su forma autoritaria. Lo que movió a las mases en el 1848 no fue una idea política, fue sólo el deseo de conseguir el pan que llevaban dos años sin ver en la regularidad estimable. Una vez más, la ciudadanía se convertía en un ente preso de la desesperación sin deseos de autogobierno. Este hecho se patenta, cuando vemos que en 1870 Napoleón III convocó un sufragio para legitimar su monarquía, éste salió por un 80% de los votos (sin datos de pucherazo) y que en 1871 se proclamaba la Tercera República.

¿La Libertad o el Pan? I

Cuando uno piensa en revoluciones, olvidando que fueron los ingleses los primeros en decapitar a un monarca, evoca la imagen de Luis XVI con su cuerpo tumbado en plancha basculante, con la cuchilla ya caída sobre su cuello sangrante, mientras su cabeza cortada está en un cesto.
Ciertamente, la vinculación entre Francia y la revolución es innegable. En 1789, empezó la revolución que acabó con la proclamación de la Primera República. En 1830, inauguraron el primer ciclo de revoluciones políticas decimonónicas, aboliendo la monarquía absoluta de Carlos X. En 1848, volvieron a ser raíz y esencia del curso revolucionario europeo, al deponer al monarca burgués, Luis Felipe I, para proclamar una breve Segunda República que en breve se convirtió en un Segundo Imperio. Y en 1968 el mundo entero volvió a mirar en mayo a Francia, para contemplar el hastío popular ante el gobierno de la Quinta República y la figura, un tanto autoritaria, del Presidente De Gaulle.
Pero analicemos estos acontecimientos ¿Realmente, el pueblo se vio poseído por un ideal grandioso, un ideal culto, que los hizo caminar hacia el avance social? o, por el contrario, ¿fue la instigación de los ávidos de poder que aprovecharon un momento de precariedad para exaltar el furor popular? Es raro que detrás de una revolución no haya una mano perversa que, sirviéndose de la infelicidad ciudadana, pretenda acercarse el poder hacia sí.

domingo, 16 de enero de 2011

78 Minutos

A lo largo del pasado año 2010, hemos dedicado una hora y dieciocho minutos a guardar silencio para homenajeara a las víctimas de la violencia de género, setentiocho en total. No creo que guardar silencio sea una buena forma de honrar su memoria. En un asesinato, la agonía nunca suele ser silenciosa, más bien el dolor obliga a la víctima a gritar para pedir auxilio, que, muy a menudo, tal como el miedo, que ha sentido, le indica, no vendrá. Por eso digo que tal vez estaría mejor gritar y gemir un minuto, como las antiguas plañideras, en lugar de guarda silencio, porque eso todo el colectivo social lo hemos hecho ya, durante mucho tiempo.
Cada vez que hay un nuevo caso de violencia de género aparece en televisión el típico vecindario que asegura que “parecían una pareja de lo más normal”, en verdad lo más duro que se oye es “bueno, de vez en cuando alguna discusión”. Después de declarar esto ante las cámaras, el vecindario y la familia, en complicidad con las instituciones municipales, irán hasta alguna plaza pública a entrelazarse las manos con la cabeza gacha, añadiendo un minuto más de silencio a su larga trayectoria en esta línea.
¿Conocéis a alguien que haya sufrido malos tratos (sean o no de género)? Yo sí, a varias personas. Y creedme, sólo se diría que no les pasaba nada siendo ciego, sordo y mudo, e incluso en tal estado sería difícil decirlo, porque sus caras, sus gestos, sus expresiones, sus miedos, delatan su sintomatología. Sí, he dicho sintomatología, la violencia de género es una enfermedad social que muestra sus síntomas en quienes la padecen. Por ello, y, porque me parece imposible que alguien que está pasando por el trance no sea reconocible, encuentro hipócritas los minutos de silencio, y las banderas a media hasta en el balcón de los ayuntamientos.
Se ha dicho que la violencia de género es una guerra, pues bien, las guerras no se ganan condecorando a los caídos, se ganan anticipándose a los movimientos del enemigo. Cada minuto de silencio viene siempre precedido por días, puede que por años de inacción. Aunque la víctima no lo pida, es imperativo ayudarla. La responsabilidad del ciudadano no puede ser abandonada en manos de las autoridades, especialmente, cuando estas se comportan como un prisionero encadenado a su propia burocracia. Si no clamamos a la responsabilidad individual jamás resolveremos el conflicto. El maltratador, contrariamente a lo que se cree, no obedece a patrones culturales machistas; en la mayoría de los casos es simplemente un cobarde que emplea a la víctima de su sadismo para compensar sus frustraciones presentes, o pasadas. En muchos casos, su condición de cobarde lo amedrentará con recibir un contundente aviso de quienes le rodean, pues él nada teme más, que ser reconocido por los ojos que no domina, como el sujeto vil y miserable que es. Dicho esto, debemos abstenernos también de tomarnos la justicia por nuestra mano, nuestra sociedad no puede retornar al carácter primitivo de una jungla. Nuestro objetivo debe ser remodelar el poder judicial desde nuestra iniciativa como pueblo: día tras día llamando a su puerta, adoptando una crítica racional a la par que ruidosa contra sus flacas sentencias, y, sobre todo, reclamando un acercamiento de las leyes establecidas hacia la ética social. El derecho garantista de la presunción de inocencia, aunque debe existir en democracia, no puede convertirse en la herramienta que desarme por completo a la víctima inocente.
Conseguir reformar las instituciones y la actitud popular puede ser un camino arduo de recorrer, pero, en los dieciséis días de este año dos mil once, ya han muerto dos mujeres –una de ellas embarazada- y un niño por la violencia de género. En consecuencia, si, para cortar esta hemorragia negra y subsanar la gangrena de la herida, debemos andar ese camino de piedras afiladas con los pies descalzos, lo haremos. Lo haremos porque de no hacerlo, iremos sumando, cada vez más, vergonzosos minutos de silencio al peso de nuestras conciencias.

viernes, 14 de enero de 2011

Walt Whitman

Pocos poetas me han cautivado tanto en los últimos meses como Walt Whitman en la lectura de Hojas de Hierba. Recuerdo que en la recién pasada Navidad leí, por vez primera, Las Flores del Mal de Baudelaire que encontré sosas, casi muertas, en parte supongo por la traducción. Después de este fracaso casi he tenido miedo de descubrir nuevos poetas, miedo que he superado gracias a este ilustre norteamericano.
Me gustaría en este punto hacer un alto para albar la obra de Rosa Rabadán y José Luís Chamosa como traductores. He tenido el gusto de poder escribir a la primera quien al responder a mi correo ha demostrado que su calidad como literata no eclipsa su calidad humana.
¿Qué tiene Walt Whitman que sea tan cautivador? Cuando mostré el poemario a mi tío, un prolífico lector de versos, dijo que le parecía prosa recortada. Obviamente, no llegó a leerlo, de haberlo hecho su contenido y musicalidad le hubiesen cautivado tanto como lo hicieron con Pessoa o Lorca.
Este último tiene en su Poeta en Nueva York una hermosa Oda a Walt Whitman. Es ese el poema de aquellos famosos versos “Maricas del mundo, asesinos de palomas/ esclavas de la mujer, perras de sus tocadores”. En otros veros dirigiéndose a Whitman escribe “Los maricas te señalan”. Vemos pues a un Lorca enfadado con el concepto de perfil genérico del homosexual de su tiempo, pretendiendo distanciase de él, a la vez que también aleja a su amado poeta. No obstante, Lorca no era un “reprimido” (como cierto “líder” actual de la política española) pues poco después de escribir esta Oda mantuvo, sin complejos, relaciones con negros en La Habana, enfatizo el color de la piel como algo positivo.
Whitman, al margen de que fuera homosexual o un simple solterón, tiene poemas de gran belleza. Sólo se le puede calificar de renovador de la épica. Toda su poesía gira entorno a ensalzar a los Estados Unidos. Pero no exalta su patria como una bandera, sino a través de sus hombres. El material humano son los ladrillos con los que Whitman construye su ideal nacional. Todas las profesiones y el ciudadano medio son exaltados, el gobierno también, pero en palabras del poeta: “el Presidente está en la Casa Blanca por vosotros” o “el Congreso y el Senado se reúnen por vosotros”. Su ideario de una nación donde caben todos inspira cada uno de sus versos. Tampoco están ausentes de su visión del amor sacrílego, hecho que le llevó a ser despedido de su puesto en un ministerio por escándalo. Su superior lo acusó de haber escrito un libro “diabólico”, afirmó que aunque se lo pidiera el Presidente no volvería a contratarle, antes dimitiría. Es un juicio exagerado, en mi opinión ese hombre nunca leyó a Cátulo o Safo, de haberlo hecho los versos de Whitman no le habrían escandalizado lo más mínimo.
En el aspecto formal, también es un avanzado –además muy bueno- a su tiempo. Practica el verso libre apoyado en el paralelismo el ritmo de sus versos. La enumeración de analogías y metáforas consiguen primero saturar al lector para luego transmitirle las ideas del yo poético.
No es un poeta oscuro como lo pueden ser Góngora, Lorca u otros medios de la Generación del 27. Es bastante abierto, la única dificultad la presenta su puntuación un tanto particular y su alargada sintaxis. Nada que deba impedirnos gozar de las letras que forman cada brizna de Hojas de Hierba.

domingo, 9 de enero de 2011

Reflexiones en honor a Gabrielle Giffords

No tengo el placer de conocer personalmente a Gabrielle Giffords, la congresista norteamericana por el Arizona, herida –por el momento- a manos de un francotirador. El muchacho, así debemos llamarlo porque, con semejante actitud manchada de corruptibilidad moral y cobardía sumada a sus veintidós años, no merece en absoluto el calificativo de hombre, llamado Jared Lee Loughar, disparó contra ella y otras personas dejando seis muertos y varios heridos graves. De ellas, por su importancia podemos destacar a un juez federal y por su tierna edad debemos hacer mención a una niña de nueve años.
Mientras el presidente Obama ha ordenado al director jefe del FBI hacerse cargo de la investigación en la que se sospecha de un cómplice adicional que ha permanecido anónimo hasta ahora, y mientras el mundo, ya no civilizado, sino simplemente humano, tiene que reprimir sus nauseas y su furor por un acontecimiento de semejante crueldad, Sarah Palin, respetable miembro del Tea Party se ha apresurado a retirar de su web un artículo donde se señalaba a varios congresistas y senadores los cuales debían ser “eliminados” durante las pasadas legislativas.
Me gustaría poder decir algo sobre el joven Lee Loughar a quien el sherif del condado ya ha calificado de “algo inestable” aunque no desequilibrado. Sin embargo, bien poco se puede decir de él. Tiene tres opciones. Admitir su culpa y suicidarse para sobrevivir a la vergüenza; no admitir su culpa y seguir disparando literal o metafóricamente contra el mundo; o admitir su culpa con cobardía, sin actuar en consecuencia, es decir, seguir viviendo como una sombra denigrante, un cadáver vivo cuyo espíritu le ha sido arrebatado por sus propias acciones, ya que si bien, estas, como cualquier crimen, pueden ser perdonadas por las víctimas y la sociedad, el hecho de tener la conciencia de haberlas cometido acaba matando de un modo u otro a su ejecutor. Pero eso debe decidirlo él. Además, hablar de Lee Loughar es una tarea más apta para un juez o incluso un psiquiatra que para mí. Yo creo que juzgarle a él es para mí una verdadera camisa de once varas. No obstante creo que sería interesante hablar un poco de lady Palin.
Esta mujer tiene una larga y distinguida trayectoria antes de convertirse en gobernadora republicana de Alaska, cargo que la capultaría a competir por la vicepresidencia americana al auspicio de la candidatura del senador McCain –por cierto de Arizona-. Esta americana, creyéndose hoy la modelo que los franceses usaron para esculpir la Estatua de la Libertad, militó en el Partido Independentista de Alaska. Recientemente, como consecuencia de la derrota electoral republicana en las presidenciales se ha abanderado de una sección de conservadores rancios para diseminar un modelo de país fundamentado en mensajes que rallan la locura. Entre otras perlas podemos destacar que publicó en un libro que si Dios hubiese querido que el hombre fuese vegetariano no hubiese hecho a los animales de carne. Bueno, desde mi perspectiva deísta, he de decir que, incluso careciendo de la fe de los cristianos, me hubiese convencido más citando el famoso pasaje de los Hechos en que Jesucristo ofrece a San Pedro comer de una cesta cualquier animal que contenga, a pesar de que algunos de ellos son impuros según la ley hebraica. Cristo dice que no hay animales puros o impuros porque todos han sido hechos por la mano de Dios. Aunque no veo en La Biblia las bases de mi moral o estilo de vida, creo que, como cualquiera, siempre le haré más caso que a una lógica más que pueril. Otro arrebato místico lo tuvo Palin durante la crisis del Golfo de México, dijo textualmente que “El medio humano ha fracasado”, en vista de lo cual era inútil seguir luchando por él contra el petróleo, lo idea era “ponerse a rezar”. Entre vosotros y yo, queridos lectores: ¡Qué mala cristiana! De haber echado una ojeada, alguna vez en su vida, a las Cartas de San Pablo sabría que la voluntad de Dios, según el apóstol, se manifiesta generalmente a través de los actos y la voluntad de los hombres.
Obviado estas anécdotas que, aunque ilustrativas, nos apartan del problema de fondo, creo que deberíamos plantearnos si queremos una persona así en política. Un intolerante que difunde mensajes de odio amparándose en una concepción apócrifa de la religión y el patriotismo es una amenaza. Los políticos son, o hubieran de ser, modelos para la ciudadanía ¿qué modelo transmite alguien que acusa a su jefe de estado de “no tener cojones”, o que habla de “eliminar” –me importa un bledo el contexto- a sus adversarios políticos? Un ejemplo peligroso para todos aquellos de ánimo poco templado y fáciles de sugestionar. El político, al transmitir su miedo (pues el odio y la discriminación son sólo máscaras hechas de falso valor que encubren un rostro aterrorizado), hace de estos sujetos criminales exponenciales que fácilmente se verán arrastrados a la violencia.
No se puede permitir que lleguen a nuestras instituciones esta clase de perfiles. La intolerancia conduce a la secesión social y ésta a la destrucción del país más poderoso; esto lo saben bien los americanos entre otros. Como personas honestas, debemos frenar movimientos, similares al Tea Party –falto de sugar desde mi punto de vista-, por todos los medios. No sólo por medio del voto, sino de la denuncia de sus lemas y la negación total e incondicional de sus mensajes. Lo único que no podemos permitirnos es caer en la acción violenta, porque nos llevaría a perder nuestra libertad subyugándonos a un miedo como el que acucia los intolerantes, que nos sumiría en el más negro de los esclavismos en los que puede caer el hombre: el fanatismo.
Cuando una defensora de los derechos humanos y de unas políticas que pueden ser, o no, acertadas dentro de la línea progresista, como la congresista Giffords, yace en una camilla luchando por su vida, para regocijo de algunos, creo que el pueblo debe convertirse en ciudadanía y purgar sus instituciones y la vida publica de su estado o nación. Porque hay personas que no sirven para la política, y si dejamos que medren en ella, la irracionalidad de sus convicciones puede llegar a amenazar algo mucho más importante que la democracia, puede amenazar la independencia de nuestro pensamiento al convertirlo a sus ideas.

miércoles, 5 de enero de 2011

Proust y el ser del arte

Ayer acabé de leer Por el Camino de Swann el primero de los siete volúmenes que conforman la obra El Tiempo Perdido de Marcel Proust.
Proust no fue un escritor muy prolífico, a decir verdad, dedicó a la escritura sus últimos años de vida, cuando seriamente enfermo de asma se enclaustró en una habitación insonorizada con corcho, para ponerse a escribir frenéticamente una especie de memorias que concluiría con una antelación escasa a su muerte.
Ayer un amigo mío me inquirió sobre cual era el argumento de El Tiempo Perdido y no supe responder de forma concisa ¿Se trata simplemente de unas memorias como le dije? Bueno, supongo que no le mentí, pero la obra de Proust junto con la de Joyce representa lo que se conoce como novela moderna y eso es una incógnita. Este es un género muy particular, se mire por donde se mire. Desde una lectura romántica los sentimientos del artista quedan demasiado diluidos en un mar de símbolos psicológicos, diálogos y otras menudencias para que podamos llegar a entenderlos. Una lectura estructuralista o desestructuralista resulta imposible, pues la hazaña titánica de este estilo reside precisamente en establecer un caos ordenado, inimitable que no sigue ningún patrón regular. Un punto de vista marxista es igualmente estéril de caras a la comprensión de la novela moderna, ya que si bien suelen ambientarse en el tiempo en que se han escrito, describen este ambiente de un modo tan enrevesado y nublado a la par, casi cercano al mundo onírico, que al final terminan reflejando sólo unas pocas escenas costumbristas saturadas sobre sí mismas que no describen en absoluto su tiempo.
Aparentemente la novela moderna queda circunscrita pues al campo psicoanalítico. No obstante, el vasto conocimiento de las tesis del Dr. Freud tampoco no sirve de método interpretativo, porque el estilo de Proust o Joyce se encierra en sí mismo de tal forma que al final no hay interpretación posible.
Sin embargo este parece ser el objetivo del autor: la novela moderna busca la saturación del lector a través de descripciones rimbombantes y diálogos que se pierden en la complejidad de lo simple. Todo es tan sumamente insulso que no termina de llevar a ninguna parte, tan sólo a una especie de masturbación artística que se recrea en un profundo onanismo.
La misión del arte no puede ser recrearse en sus propias fantasías sin mayor cometido. Aunque tampoco debe convertirse en didáctica pura. El arte siempre debe ser un medio de comunicación entre la mente del artista y el público ¿Qué debe comunicar? Ideas.
Obviamente, se podrá complicar el mensaje y el código de comunicación para estimular el valor artístico, pero nunca debe distorsionarse tanto que no quede nada a entender. El ideal de un artista debería alcanzar el equilibro entre sus propias fantasías, que no necesariamente son bellas en el sentido ortodoxo del término (hay fantasías que deliberadamente pueden buscar la repugnancia del espectador como medio para acceder a la emoción pura por un camino que la belleza no alcanzaría), y la transmisión de un ideal grandioso. El envoltorio artístico nunca puede eclipsar el ideal que contenga porque entonces el arte se convertirá en pura técnica, o falta de la misma, para volverse en algo inservible.
El verdadero arte debe influir en las masas haciendo que se replanteen sus ideales desde nuevas perspectivas. Es decir el arte de verdad es la suma de arte en sí más filosofía; siendo así un arte útil para el pueblo.
A los que digan que este ideal está antiguado, incluso se subterfugien en el lema parnasianita de “el arte para el arte” se equivocan. Porque si la gente ve en el arte un simple mercado donde el artista expone sus recreaciones más introspectivas sin mayor fin que el de hipotecar una parte del tiempo del espectador ofreciéndole tan sólo un deleite pasajero –y a veces ni eso-, entonces el arte empezará a ser visto como algo sin un fin más allá del exhibicionismo apto sólo para unos pocos selectos. Esta vía separará el arte del apoyo popular, su verdadera esencia. El pueblo irá a caer en los entretenimientos más obscenos y banales, constituyéndose así el fin del arte. Pero ¿será suya la culpa? ¿o la será de aquellos que han convertido el mundo artístico en un parque de recreo para particulares?

domingo, 2 de enero de 2011

République de Côte d’Ivoire

La República Francesa, concretamente la Quinta República Francesa, hubo de supervisar durante los años cincuenta y sesenta la progresiva desintegración de su Imperio Colonial. Este imperio, que en lugar de emperador tenía presidente electo (varios presidentes de hecho), tomose la molestia de dejar un cierto legado a sus colonias. La lengua francesa, sus modelos de vida, su religión, las multinacionales, entre otras muchas cosas fueron parte del legado francés a los territorios de su imperio.
Aunque siempre que tenemos que poner nombre a la idea de Imperialismo Colonial pensamos, no sin razón, en el Imperio Británico, nos sorprendería ver el acérrimo control que París ejercía sobre sus colonias. Posiblemente, cuando la descolonización fue inevitable, pocas potencias imperiales meditaron tan bien la neocolonización.
Si examinamos la África colonial y la comparamos con la postcolonial podremos ver que Francia fue el país más afortunado en lo que a la creación de estados, literalmente, se refiere. En muchas colonias existían sentimientos nacionales autóctonos que permitieron la creación de estados, aglutinadores, es cierto, de un gran número de problemas regionales fruto de la rigidez fronteriza, mas con un innegable espíritu nacional. Este sería el caso de Sudán, Egipto, Guinea, Zimbawe, o Sudáfrica por parte Británica, Libia de parte italiana, o incluso de las portuguesas Angola y Mozambique.
Distinta fue la partición del basto territorio regido por París bajo el nombre de África Occidental Francesa. Los estados surgidos de esta inmensa colonia de explotación se fundan en líneas sobre el mapa sin ningún sentido, muy a menudo subyugando bajo el dominio de una etnia mayoritaria al resto de las integradas en el llamado territorio nacional. Dentro de este marco podemos ver claramente estados de cuño artificial como Mali, Chad, Níger, o la República (y breve imperio) Centroafricana.
Costa de Marfil, aparentemente, escapó de esta constitución tan abstracta en el momento de cimentarse como estado. Conocida con ese nombre por ser uno de los lugares de explotación de marfil por excelencia en el mundo decimonónico (hoy inexplotable en ese sentido puesto que ya no quedan elefantes), esta pequeña colonia de explotación se independizó de su metrópoli en el año 1968. Con un cierto sentimiento nacional, los marfileños constituyeron un estado bastante próspero económicamente. Se agruparon entorno a un gran líder, Houyhouët-Boigny que dirigió el país primero con el título de Jefe de Estado en un larga y bien preparada transición, para alcanzar posteriormente de forma legítima el título de Presidente, cargo que ocupó hasta 1993 cuando falleció ejerciendo dichas funciones. Su habilidad política le permitió transfigurar el primitivo gobierno autoritario capitaneado por un gobernador impuesto a dedo desde Francia en una república presidencialista a imitación del modelo francés. En el sistema actual, el país es un régimen democrático bicameral con un presidente cuyas competencias ejecutivas son objetivamente superiores a las de su primer ministro. Además del establecimiento de este nuevo sistema, Houyhouët consiguió superar las diferencias sociales entre los musulmanes del norte y los cristianos del sur. También fue quien mejor acepción supo hallar en el término, hacía tiempo definido, de negritud, reivindicando la igualdad entre las razas y el orgullo de la piel oscura frente a los complejos inculcados por los colonizadores, sin caer, no obstante, en un estúpido revanchismo.
Con su muerte empezaron los problemas. Su sucesor, Bédie no supo hacer frente a los problemas sociales con la misma entereza que su antecesor. Al mismo tiempo que el conflicto socio-religioso estallaba en 1999 con un intento de golpe de estado del ex comandante Robert Güei, Francia empezó a poner el ojo sobre las vastas plantaciones de café y cacao de su antigua colonia viéndolas como recursos primos para sus empresas alimenticias y las de cierto país aliado. En su conjunto, un año después, la crisis se saldó con un cambio de presidente, le tocó ocupar el cargo a Laurent Gbagbo, actualmente en funciones.
Francófilo, Gbagbo condujo a su país a una situación económica precaria. Aumentó el paro, bajaron los salarios como consecuencia de las injerencias extranjeras. Por último, se elevó la tasa de VIH al 10% en una población de veinte millones de habitantes.
En el 2002 se armó una nueva guerrilla paramilitar en el norte para dar otro golpe de estado. Este fracasó, pero en esta ocasión el conflicto no se pudo saldar con tanta rapidez y degeneró rápidamente en una guerra civil. Gbagbo hubiese caído ese mismo año, sin hipótesis de duda, de no ser porque Chirac, el presidente francés, envió tropas francesas camufladas bajo las enseñas de Naciones Unidas a defender Yamusukro, la capital, y los intereses económicos de Francia en el país.
La Guerra Civil se saldó en el 2004 con la victoria de las fuerzas progubernamentales. No podemos hablar de una forma tajante de genocidios, aunque indudablemente hay que hablar de un elevado número de pérdidas humanas, de dos millones de desplazados, así como de un coste económico que disparó la deuda nacional. Esta situación propició que la antigua colonia se entregara todavía más a su ex metrópoli. Del lema nacional de Costa de Marfil, “Unidad, disciplina y trabajo” empezó a contar tan sólo la palabra central, yendo las distensiones sociales en contra de la primera, y la supresión de muchos derechos y garantías laborales en contra de la última.
En este último año, con el conflicto social agravado por el creciente extremismo religioso musulmán propagado por todo el Magreb hasta las regiones septentrionales de Costa de Marfil y la economía debilitada e hipotecada, se han celebrado elecciones presidenciales. La derrota de Gbagbo frente a Bouacké no ha sido asumida por el gobierno, quien ha cometido un fraude electoral, reconocido así por la ONU.
Los franceses, preocupados, se han tomado muchas molestias para garantizar el orden nacional. Eso sí, lo hacen de tal forma que aún no han reconocido ni desmentido el fraude electoral, y tampoco han tomado partido por ninguno de los dos candidatos a la presidencia. ¿Están esperando una nueva ocasión de hacer negocio? No puedo afirmarlo.
Al margen de esto, para no continuar adentrándonos en los abismos más oscuros del neocolonialismo, vergonzoso para los europeos y los occidentales en general, creo que deberíamos reflexionar sobre como queremos estar informados. Las noticias sobre este conflicto llegan fragmentadas y siempre de forma superficial. Le debemos a las dosmil personas (y las que las seguirán) que presas del pánico por las nuevas escaladas de violencia han cruzado la frontera con Liberia tener al menos consciencia plena de lo que está pasando y porqué está pasando.
Dejando a un lado el debate sobre si las injerencias extranjeras en los países tercer mundistas nos benefician, son una explotación, o si son, o no, necesarias para el continente africano, es necesario que desentrañemos las raíces de éste y de cualquier conflicto, más allá de los boletines oficiales que se retransmitan de forma repetitiva por los noticiarios. Es deber de todos los que estamos bien posicionados, hacer lo que podamos para entender los acontecimientos que mueven el mundo y que arrastran a otros a destinos miserables.