jueves, 29 de septiembre de 2011

Concierto de Jordi Savall

Este pasado domingo, mi buena amiga Xènia Dyakonova, poeta y traductora, me hizo el honor de invitarme a acompañarla a un concierto de Jordi Savall, en la ciudad de Manresa.

 Jordi Savall y su viola de gamba.

Confieso que era la primeraza vez que visitaba la ciudad. Sabía que sólo podría verla muy por encima, ya que llegar al Centro Cultural donde se hacía el concierto apremiaba. Teníamos pocas indicaciones: “Ir hasta la plaza de la mujer de hierro y seguir todo recto hasta pasar los semáforos, entonces tendríamos que ver la avenida de Pedro III”. Mientras me preguntaba si esos semáforos tendrían algo que los distinguiese de cualquier otro semáforo, le dije a Xènia: “No esperaba ver a Margaret Thatcher en este concierto.” Pero en efecto, hay una plaza en Manresa donde una estatua femenina de metal permanece sentada en un banco.

 Otro miembro del grupo musical de Savall con un laud.

Empezó el concierto. El libreto que teníamos en la mano nos daba información sobre todas las piezas cantadas, traduciendo las letras al catalán moderno.
No sé si todos conocéis a este músico excelente, Jordi Savall. En pleno S. XXI sigue haciendo conciertos de música medieval. Su instrumento, la viola de gamba se dejó de usar en el barroco. Él lo ha restaurado. Sin embargo, no es esta la única restitución que ha aportado a los escenarios, pues ha tomado por meta rescatar del olvido a piezas y compositores olvidados.
Antes de empezar el concierto Xènia me preguntó si no me importaría que sacase fotos, pese a que lo había prohibido ex profeso. Dado que además de ateo, cada vez tengo menos fe en la legalidad vigente, no le puse objeciones, es más, la animé. “Total, siendo rusa, si te dicen algo les respondes en tu lengua materna y finges que no te has enterado de nada.”




Los músicos saludando. Al fondo un cantante.


La música medieval es muy estimulante. Cuesta adentrarse en ella, pero tiene un repertorio variado que toca múltiples ritmos y acordes. El concierto pretendía ser un diálogo entre oriente y occidente, por eso, las piezas de letras latinas, castellanas o catalanas se alternaba con otras árabes, o música persa o turca. Se cantó incluso una canción hispano-quechua (estas mezclas raras que surgieron de la colonización española de América). El conjunto verdaderamente armónico permitía con facilidad a los oídos ligeramente trabajados enlazar con las composiciones de la música clásica.
El éxito fue tal que Savall y su grupo saludaron varias veces y nos dieron hasta tres piezas extras.

 Jordi Savall en una de las muchas ovaciones que recibió.

Al acabar Xènia y yo fuimos a tomar algo en un bar y charlamos un rato. Una señora muy amable nos hizo esta foto.

 Xènia Dyakonova y yo.

Aún nos quedaba una hora de vuelta en tren y, por descuido, tuvimos que correr un poco para llegar a la estación, sino lo perdíamos.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cómo leer a todo Fluabert en una tarde


“Los latidos de su corazón fueron disminuyendo uno a uno, cada vez más flojos, más suaves, como una fuente que sea agota, como un eco que se aleja; y cuando exhaló el último suspiro, creyó ver en los cielos entreabiertos un loro un loro gigantesco que se elevaba por encima de su cabeza.”

Con la muerte de Félicité termina El corazón sencillo, primera de las tres narraciones que conforman Tres Cuentos (1877) de Gustave Flaubert. Como los más sutiles ya habréis adivinado, difícilmente se puede leer a todo este autor titánico en una sola tarde. Sin embargo, este pequeño libro ofrece una visión panorámica de todos sus géneros.

Gustave Flaubert (1821-1880)

El responsable de la edición de Cátedra, Germán Palacios, afirma que en El corazón sencillo podemos encontrar a Madame Bovary, en la siguiente narración, La leyenda de San Julián el Hospitalario, el sentimiento místico de La tentación de San Antonio, y que en Herodías, el tercer relato, resuena el eco de Salambó.
Tengo mis recelos para aceptar al cien por cien esta analogía tan exagera. Porque, si bien, este pequeño volumen nos ofrece un recorrido por la Francia decimonónica, la mística medieval y la, entonces poco explorada, época del mundo clásico y en este caso también el bíblico, también es muy cierto que cuesta encontrar analogías entre Emma Bovary y el sencillo personaje de Félicité, quien vive alejada de la pasión romántica y el materialismo. Más me costaría a mí, ver algo de la bondad y el espíritu patriótico de Salambó en Herodías, cuñada y amante de rey Herodes.
Al mismo tiempo, no me atrevo a negar que la variedad narrativa de las distintas épocas y la clara diferenciación entre una criada del S. XIX, la de un santo del la alta edad media y la madre de Salomé, en el S. I, ofrecen al lector una visión panorámica de los múltiples escenarios que tocó el autor. Realmente, es sorprendente empezar a la lectura de tan pocas cuartillas en un relato del más puro estilo costumbrista, evocar después un milagro medieval y terminar con la decapitación de San Juan el Bautista.

 Salomé bailando la danza de los siete velos.
 
No voy a extenderme en reflexiones sobre el argumento, pero recomiendo la lectura de Tres cuentos a dos clases de personas: a aquellas que conozcan muy bien las obras puntales de Flaubert y quieran enriquecerse un poco más con este gran autor, y, aún más especialmente, a quienes quieran aproximarse un poco. Me atrevería a asegurar que ésta puede ser una buena lectura para los lectores más jóvenes que quieran romper el hielo con el realismo francés flaubertiano, antes de sumergirse en sus aguas. Ciertamente, su corta extensión, la hace más apetecible en ese sentido a quienes aún no tiene hábito de leer. En resumidas cuentas: recomiendo estas narraciones a todo el mundo. Recordad que se lee en una tarde.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Diarios (2006-2011)

Justamente ahora hace cinco años desde que decidí empezar un diario. Esto fue el 9/9/2006. Hoy, 9/9/2011 es el aniversario de este texto sui generis que me he empeñado en mantener contra viento y marea y cuya narración sólo se ha interrumpido en contados días (siempre anotados al día siguiente). La redacción del diario parece hoy algo muy anticuado. Yo insisto en mantenerlo. Es un buen soporte para la memoria y un buen método para mejorar la redacción, pero, ante todo, un ejercicio de autoexigencia de gran valor.
Obviamente, cuando uno no quiere que se sepa algo, no debe dejarlo anotado en ninguna parte y, si puede ahorrarse contárselo a alguien, pues aún mejor. Por éste motivo, no son pocos los episodios que quedan fuera de mi diario.