lunes, 17 de diciembre de 2012

Más de los recuerdos...



Mientras el tiempo escapa
queda el pasado insalubre y mezquino
con su aspecto de humo
irrespirable tras
la candente combustión de vida.

Beberé su grisura
hasta nublar la razón en mi mente
Soñaré la presencia
de vuestra compañía
diré nuestras voces con solidez.

Y por un breve instante
el café volverá
a descender por mi garganta mientras
la angustia suda en mis manos la cuenta
de minutos que agota el instante

para que tú te vuelvas a marchar.
Pero temo que será diferente
pues en esta ocasión
por mucho que lo intente
tú no estarás conmigo.

Serás sólo la sombra
ni siquiera nacida de mi angustia
ni tampoco mi desesperación.
El vacuo aburrimiento
En horas solitarias

arañará en mi ser
la tibia añoranza que aunque quisiera
(como el reloj niega la vuelta atrás)
nunca goza dos veces
del mismo minuto en tu compañía…

¿No te parezco amigo
un bobo enamorado? Quizás sea
porque el aburrimiento
que todo lo exagera
ensancha el olvido… y el miedo a perderte.

6 de noviembre de 2012
Eduard Ariza

domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Definición de amor?

Un buen amigo mío, Albert Girondí, empezó hace relativamente poco una relación. Digo "relativamente" porque tardó bastante en contármelo.
Mi amigo comparte conmigo esa sutil preocupación por las formas, particularmente por las formas de expresión. Su nueva situación personal le obliga a sentir un gran número de sensaciones nuevas, muchas de las cuales debe expresar a su pareja. Su dilema actual es cómo ser romántico sin ser cursi, lo que es muy difícil de conseguir.
Ha estado buscando una nueva definición de amor. Parece que una parte de la misma se debe a su discrepancia con la definición de este complejo sentimiento que le di en su momento. "El amor es como un cohete que estalla, brilla un momento en el firmamento y después se apaga". Por eso, me ha ofrecido la suya para que la publique aquí. Aunque honestamente debo decir que esa definición de amor no es mía, sino de una amiga común de ambos, Thaïs. Con las cosas clara, procedo a compartir la peculiar definición de Albert sobre el amor que, como se puede ver, nada tiene de cursi, lo que no le impide ser muy romántica.

"El amor no es como un cohete que brilla un instante y después se apaga. El amor, el verdadero amor es como la filosofía: desde la base irracional de la humanidad intenta cimientar principios racionales. Y como las escuelas de filosofía puede, es verdad, disolverse, aunque tiene tendencia a perdurar. Incluso si se disuelve, no lo hace sin dejar una huella en la historia. Pero pienso que el que yo siento, quizá por la devoción que profeso y la que me profesan dentro de una sinceridad sin límites está en la lista de los perdurables."

Nobles sentimientos de enamorado ¿verdad? Y también ingeniosas palabras.

domingo, 2 de diciembre de 2012

"Niño y Grande" de Gabriel Miró

Mi admiración por Gabriel Miró (1879-1930) se conoce desde hace tiempo en la bloggosfera. Desgraciadamente, la poca edición que tienen sus novelas, además del tiempo que debo dedicar a otras lecturas, me ha impedido leer demasiado de su obra. Sólo he leído El Obispo Leproso. Aunque está considerada su obra más importante y pese a que la he leído dos veces, hacia tiempo que tenía ganas de explorar un poco más el universo de este autor.

Portada de Niño y Grande (1923)

Me sorprendió gratamente encontrar este pequeño ejemplar de Niño y grande en una librería próxima a la calle Verdi. La edición de Clásicos Castalia, es relativamente antigua 1987. El texto de la introducción a cargo de Carlos Ruiz Silva ilustra con admirable nitidez la vida y la obra del desconocido novelista del novecentismo castellano. En unas pocas líneas, se revelan al lector inexperto los trazos sustanciales de la biografía de Gabriel Miró, es decir los que influyeron en su labor de novelista. También se pone su obra en relación con la producción literaria castellana y universal del primer tercio del siglo.

 Gabriel Miró (1879-1930)

Con Carlos Ruiz Silva comparto la idea de que muy a menudo no se ha entendido la pretensión novelista de Gabriel Miró. También creo que su escasa relación con los grandes círculos literarios a jugado a muy mala pasada (peor de lo que habitualmente se piensa) a la conservación de sus obras.

Firma de Gabriel Miró.

Se suele vincular a Gabriel Miró con los textos Sobre la novela de José Ortega y Gasset. Si bien esta comparación no es equívoca, resulta inexacta hasta sus obras finales como El Obispo Leproso, donde, siguiendo las tesis del filósofo, definitivamente la descripción casi lírica devora al argumento. No es este el caso de su novela Niño y Grande (1923). La obra, en efecto, pertenece al ciclo final de su trabajo literario, que comprende la década de los veinte. Sin embargo, se basa en una de las publicaciones de sus inicios, Los Amores de Antón Hernando (1909). Una vez reelaborada –que no reescrita- en 1923, el autor renegó de la primera versión que quedó excluida de sus obras completas por considerarla un mero borrador.

Portada de El Obispo Leproso (1926)
 
Si tuviese que recomendar una de las dos novelas, aun a riesgo de ser criticado por los hacedores de manuales, daría el título de Niño y Grande. En esta novela se recoge un estilo más temprano, más fresco del autor. La naturalidad de su descripción lenta, profundamente emotiva y de abundante uso de adjetivos se percibe en sus páginas perfectamente. También apreciamos los rasgos arquetípicos de sus personajes: la heroína que resiste el dolor, casi inmanente a la existencia vital; el anodino personaje masculino inseguro y débil al mismo tiempo; las formas heterodoxas de la vida en los pueblos rurales de Alicante y en el estamento religioso; y en general la lucha del vitalismo contra el sufrimiento, camino seguro hacia la decepción.

Gabriel Miró en su biblioteca.

Pero hay otro motivo por el que prefiero recomendar Niño y Grande. En caso de que alguien me preguntase cuál es su argumento, le respondería: una historia de amor adolescente, amor platónico que ilustra la maduración sexual en un clima de absoluta represión. Añadiría también alguna característica sobre su estilo fundamentado en una potente riqueza literaria, incluso metaliteraria, en la línea del primer tercio del S.XX. En cambio, de la obra arquetípica, de El Obispo Leproso no sabría qué decir. La condición experimental la subyuga de tal modo que queda convertida en un montón de descripciones, muy gratas para quien como yo guste de leerlas, pero aparentemente crípticas para una concepción prosaica de la novela. Así que, para un primer contacto con el estilo de Gabriel Miró y un libre intercambio de sus ideas, mejor Niño y Grande.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Una partida jamás jugada


Estos versos se fingen muy complejos
pero no oculta nada.
Vagamente nos dicen
lo que escriben sus blandas palabras.

Sueño que nuestras miradas se cruzan
jugando al ajedrez.
Imagino tus ojos de caoba
arañar mis ideas
por la posición que ocupan mis fichas.

Pero todo esto nunca ha sucedido.
No te gusta jugar al ajedrez.
Al menos no conmigo.
Te da miedo perder.
Así decido inventar un recuerdo.

Mientras te imagino frente al tablero
deposito en mi mente
las emociones que hubiese sentido:
Miedo y felicidad
pero ante todo miedo.

El miedo más cruel
                                   el más infantil.
El miedo a que te fueses.
A perderte hasta en mi recuerdo falso
por las prisas del tiempo
y su justa agonía.

El miedo a imaginar
en la negra soledad de mi cuarto
que revivo en mi triste fantasía
el doloroso recuerdo (real)
                                               de pérdida
de ti
                        que ya no estás
y un tablero, y una tarde que no existen.

Pero te hubiese dejado ganar.
Cada día que oculto mi tristeza
pienso que venzo al mundo
y por eso agradezco la derrota.
Por eso te dejaría ganar.

Tú, luz trémula de la fantasía.
Tú, textura real.
Eres la perfección.
Al menos la alcanzable
Por mi mente angustiosa.
Esta mente incapaz
de soñar que recuerda
los pasos de un juego de ajedrez.

12/8/2012.
Eduard Ariza

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Anécdotas de esta mañana...



Esta mañana estoy enfrascado en la lectura de mis libros de derecho. La palabra “consuetudinario” me sigue sonando igual de rara, a pesar de que ya sé su significado. Al final decido levantarme del escritorio para ir hacia el balcón donde espero encontrar algo de aire fresco que me despeje.
Mi padre está en allí, mirando a la calle. Abajo se oyen las sirenas y las proclamas voceadas por unos veinte “piquetes”. A nervioso paso de hormigas desorientadas caminan sin marcar un ritmo estable. Diseminados por la calle, los del principio del grupo parecen ansiosos por encontrar un comercio abierto ante el que ponerse a gritar sus consignas. Un Mercadona no tarda en concederles esa satisfacción. Los de atrás del grupo, más rezagados y dispersos, aunque en sus pechos cuelgue el identificador del sindicato CCOO o UGT, llevan acabo su misión con mucha más parsimonia. Algunos tienen el móvil en la mano sobre cuya pantalla digital teclean algo con el dedo. Otros van charlando con el compañero más cercano.

A veces los políticos demuestran que ven las papeletas de sus propios votos como papel mojado.

-Esto no es serio –comenta mi padre con disgusto.
Él ha secundado la huelga y esta tarde irá a la manifestación, pero no puede menos que disgustarse ante semejante escena. Yo, mucho más escéptico para todo, siempre he mirado a la lucha sindical con reservas, cuestionando su utilidad y viendo la mayoría de sus instrumentos como anacronismos que necesitan una renovación. Me quedo callado e intento sacar una composición objetiva del panorama.
Justo en ese momento, un señor vestido con camisa roja, americana negra y corbata también negra bien sujeta con una aguja al pecho, y que, según dice mi padre, llevaba peluquín –cosa de la que no estoy muy seguro- grita al paso de los piquetes.
-¡No, no, no a la huelga general! ¡Queremos trabajar!
Uno de los piquetes más jóvenes y una señora de mediana edad no tardan en encararse con él. El señor se siente muy seguro rodeado por sus siete u ocho amigos, con quienes se estaba fumando unos gruesos cigarros de hoja, aunque no me ha parecido que fuesen puros. La conversación no tarda en subir de tono.
-¡Yo estoy en paro! –le grita la señora.
-Pues busca trabajo –le responde el señor.
-¡Tú lo que eres es un mafioso cabrón! –a este último piquete joven tienen que sujetarlo sus compañeros para que no se abalance sobre el provocador.
Desde el balcón por un momento temo que voy a presenciar una pelea callejera en su faceta más cruda. Si aquel chico joven se hubiese tirado encima del señor y éste se hubiese visto ayudado por sus amigos, los piquetes también habrían entrado en la pelea. A saber cómo hubiese terminado… Por suerte, el chico es retenido por sus colegas y a paso lento y desorientado el grupo de piquetes se aleja de donde puedo verlos, no sin volver a mostrarme a los dispersos que siguen tecleando en sus móviles como si nada hubiese pasado. Al poco rato, una señora mayor, de pelo rubio teñido, vestida con un abrigo de futon blanco se acerca al señor de la corbata para felicitarlo.

 
Hace una semana me preguntaron si creía que había motivos para una huelga.
-Si consideras la huelga un medio para reivindicarte sí. –respondí.
Quizá me encubrí demasiado, pero creo que conseguí decir exactamente lo que pensaba. Y eso, no siempre es fácil. Naturalmente que hay motivos para el descontento social. La gestión gubernamental de la crisis económica se aparta a menudo de toda empatía hacia los ciudadanos. Si bien, la cosa es aún peor. Porque el gobierno Rajoy no sustituye su vocación de servicio a los ciudadanos por un pragmatismo maquiavélico. Entonces al menos, se podría decir que el gobierno salvaguarda los intereses del estado; intereses que cuesta concebir al margen de los ciudadanos, aunque según algunos teóricos de la política, bastante rancios por cierto, aseguren lo contrario. Pero es que ni por esas. Nuestro gobierno actual, con el estilo de su predecesor, da palos de ciego sin saber que está haciendo. El resultado es una interminable lista de daños colaterales para las personas más frágiles desde el punto de vista económico.

 
Sin embargo, aunque acepto esto, no puedo dejar de tener mis reservas entorno a la idea de la huelga. Personalmente la considero un mecanismo que ha perdido su efectividad. Especialmente, cuando las victorias que obtienen sus convocantes en la calle no se traducen después en victorias en el parlamento. Que nadie se engañe, en una democracia tan necesario es lo uno como lo otro.
Debe de ser monstruosa la desconfianza de la izquierda en su clase política para que su desplome en la intención de voto no parezca tener fin. Resulta realmente extraño, que tras todas las medidas adoptadas, el PP aguante al grueso de sus votantes y el PSOE siga cayendo en lugar de producirse la inversión de valores típica de la alternancia política. Y, si a alguien no le gustan las siglas del principal partido de oposición, me valen las de cualquier otro. El caso es que ninguna formación de izquierdas se constituye ahora por ahora en una alternativa de poder con propuestas sólidas y creíbles.

¿Por qué aquí dentro no se expresa la voluntad de la ciudadanía de quien emana el poder que ostenta?
 
De todos modos, esta reflexión se aparta un poco de lo que estábamos tratando. Volviendo a la huelga, a mí me deja un sabor agridulce. Es agradable ver la respuesta ciudadana, aunque inquieta un poco saber que el pequeño comercio de tu barrio no va a cerrar por convicción, sino por miedo a que los piquetes les rompan un cristal. También es lamentable la imagen de mucha gente siendo abucheada por sus compañeros de trabajo por el sencillo hecho de no compartir su ideario. Ya no hablemos de los incidentes, siempre puntuales hay que decirlo, de violencia callejera. Estos problemas, fácilmente corregibles, deberían solventarse para que la huelga no se tiñese de ningún toque autoritario como los que ahora empañan la actitud del gobierno.

Y la gran pregunta es si volveremos a esto... A veces todo parece tan negro que llegas a creer que sí.

Sobre qué métodos emplearía yo… Casi me avergüenza decirlo, por lo utópico de la idea. Creo que la ciudadanía debería recurrir a la insurrección fiscal masiva cuando considerase que la clase política no gestiona bien su dinero, es decir, el poder del estado. Confieso que es más improbable que esto llegue a suceder que obligar a rectificar su rumbo a unos políticos sordos, de corazón endurecido, mediante una cívica muestra de descontento social en las calles. Así que… no sé por qué critico tanto.


lunes, 5 de noviembre de 2012

Noches Lúgubres



“¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz de esos relámpagos… ¡qué horrorosa!”

Aunque bien pudiese pertenecer a algún texto de Lord Byron, o alguna narración de Poe, esta descripción es el inicio de una obra casi un siglo anterior a estos escritores, Noches Lúgubres (1771). Su autor, el coronel José Cadalso (1741-1782) es víctima de esa desgraciada costumbre que padece el canon literario español (y en general todos los cánones literarios). Me refiero al desprecio por la incomprensión en su tiempo, que lleva a la marginación en la posteridad.

 José Cadalso (1741-1782)

Si hubiese vivido un siglo más tarde, el romanticismo español, no se compondría sólo de Larra y Espronceda –romanticismo en su periodo inicial-, sino de un triunvirato de ambos al que se sumaría el nombre de Cadalso. De por sí, esto no le hubiese dado ni le hubiese quitado lectores, aunque sí hubiese salvado a su figura de quedar asfixiada por la etiqueta anodina –también algo injusta- que la tradición ha impuesto a la literatura dieciochesca de España.
Pese a los inquebrantables esfuerzos de muchos grandes filólogos y literatos, sigue siendo tópico aceptado que fue mala la literatura del S.XVIII. Como es improbable triunfar donde ellos han fracasado, este escrito carece de tal pretensión. No obstante resulta importante entender la trayectoria vital de Cadalso como hombre dieciochesco, no tanto como ilustrado, sino precisamente como uno de aquellos que ya empezaba a sentir resquebrajarse la ideología de la razón pura. Dentro de este contexto, salvado muchas distancias, su figura, un poco como la de Goya, puede entenderse tanto como un elemento de transición, o incluso como un visionario del futuro romanticismo. Todo depende de la benevolencia de quien lo mire.


Cartas Marruecas y Noches Lúgubres editadas por Cátedra.


Ya hemos visto que Noches Lúgubres se adelanta casi cincuenta años a la llegada del romanticismo a España. No es esta la única obra que convierte a Cadalso en un adelantado a su tiempo. Sus Cartas Marruecas (1774), aunque muy marcadas por la influencia de las Cartas Persas de Montesquieu (1717), muestra a diferencia de las del filósofo francés, claros rasgos costumbristas. En ellas, sus descripciones críticas comparten similitudes con las de Larra. En el terreno poético, Cadalso se mantiene más discreto, asociado a las poesías bucólicas de su tiempo llamadas anacreónticas así como alguna letrilla satírica o erótica. Destaca mucho más su Autobiografía (1781) que, aunque no ha alcanzado tanta fama como las Confesiones (1782) de Rosseau, es uno de los primeros ejemplos de autobiografía intimista. Escrita, además, como revelan las fechas, en total autonomía respecto a la obra del filósofo francés, que no pudo conocer.

Carlos III rey de España de 1759 a 1788. Cadalso fue siempre un leal soldado de este monarca.

¿Pero en qué consisten Noches Lúgubres? Como la mayor parte de la obra de Cadalso, este pequeño libro, de apenas cincuenta páginas, tuvo que ver la luz póstumamente en 1789. Fue escrito en forma de diálogo, a imitación de una obra inglesa del Dr. Young, como señala su autor en el inicio. Su narración nos expone la historia de Tediato a lo largo de tres noches especialmente lúgubres.
En la primera espera al sepulturero, Lorenzo, en la puerta de una iglesia. El joven (porque el carácter de Tediato, aunque no sepamos su edad, da motivos para creerle joven) espera maldiciendo al género humano. Incluso a Lorenzo a quien a cusa de ayudarle por mero interés.

“¡Interés! ¡El único móvil del corazón humano! Aquí tienes el dinero que te prometí.”

Le espeta nada más verle, mientras le arroja el dinero prometido. Tediato desea abrir una tumba. Asegura que le orienta a este macabro propósito una especie de encuentro sobrenatural, que aconteció la noche antes del entierro, cuando quedó encerrado en el templo por accidente. Al final, se aclara que con lo que se encontró no fue otra cosa que el perro de Lorenzo. El animal, de quien la noche con su negrura hizo un monstruo, se quedó a dormir en la tumba recién cavada. Lorenzo intenta adivinar de quién se trata el cadáver que Tediato añora. Pregunta, si es un padre, una madre, un hermano, un hijo… A cada hipótesis, el joven contesta con una cruel invectiva contra tal rango de parentesco:

“¡Un padre! ¿Por qué? Nos engendran por su gusto, nos crían por obligación, nos educan para que les sirvamos, nos casan para perpetuar sus nombres […] nos abandonan por vicios suyos. […] [Las madres] nos engendran también por su gusto, tal vez por su incontinencia […] nos sacrifican a sus intereses, nos hurtan las caricias que nos deben, y las depositan en un perro o un pájaro. […] Otras cosas semejantes imprimen el odio a los hermanos, que parecen fieras de distintas especies, y no frutos de un vientre mismo. […] ¡Hijos! ¡Sucesión! […] ¿Qué es un hijo? Sus primeros años… un retrato horrendo de la miseria humana… […] los siguientes años… un dechado de los vicios de los brutos, poseídos en el más alto grado…”

Llama la atención que Lorenzo no piense en ningún momento pregunte por una amada, quien evidentemente subyace bajo la lápida. El amanecer les impide proseguir con su sacrílega empresa.

 Jovellanos retratado por Goya. El gran ilustrado y Cadalso se conocieron en 1766, año del motín de Esquilache.

A la noche siguiente, Tediato es confundido con un asesino por la Justicia que lo pone en manos del Carcelero. El diálogo entre estos dos últimos personajes muestra un terrible desprecio a la condición humana y una total falta de compasión por el hombre. Tal crítica contra la falta de humanidad del sistema penitenciario no se distancia en exceso de El delincuente honrado de Jovellanos, ni del poema El reo de Espronceda.

Bajo el título de Noches Lúgubres Cadalso nos informa que imita el estilo del dr. Young.
 
Al descubrirse el error, el joven es liberado. La casualidad lo hace encontrarse con el hijo menor de Lorenzo. Durante el diálogo más tierno de la obra, el niño le cuenta que ha perdido a dos hermanos y a su madre. Tediato comprende la dureza de la situación familiar de Lorenzo, quien, además de afrontar el dolor de sus terribles pérdidas, debe buscar el modo de alimentar a sus numerosos hijos. Pero es incapaz de sentir compasión, sólo alcanza a expresar desprecio.
En la tercera noche, Tediato espera de nuevo a Lorenzo en el cementerio. Pide la muerte, el suicido, como lo puede pedir Werther. Sin embargo, el libro se cierra con una declaración bastante ambigua (como buena parte de la obra), que con toda seguridad perseguía evitar que Noches Lúgubres terminase dentro del Índice de Libros Prohíbidos:

“[Lorenzo] No te deseo con corona y centro para mi bien… Más contribuirías a mi dicha co ese pico, ese azadón, viles instrumentos a otros ojos… venerables a los míos… Andemos, amigo, andemos.”

Como podemos ver, si bien por la trayectoria del personaje, el pico y la pala del sepulturero son obvias metáforas instrumentales de su deseo de morir; también admiten la lectura cristiana de que Virtelio desea unirse a un humilde oficio, buscando en su renuncia a la riqueza, el consuelo y la felicidad.

Ilustración de la portada de la Noches Lúgubres, Edición de Cabreriz, 1817.

El esfuerzo del autor sirvió de muy poco. El hecho de que Tediato se dirija en varias ocasiones al “Criador”, término que señala sus creencias deístas. Por si esto no dificultó bastante la libre circulación de la obra, hacia 1819, una viuda analfabeta de Valencia no encontró otra explicación al carácter violento de su hijo con ella que el modo en como insistentemente leía Noches Lúgubres. Un vecino denunció ante el Tribunal de la Inquisición una ejemplar de la obra, Edición de Cabreriz, 1817. El tribunal condenó el libro por “contener muchas expresiones escandalosas, peligrosas e inductivas al suicidio, al desprecio de los padres, y al odio en general de todos los hombres”. Así quedó prohibido el pequeño libro durante muchos años, hasta después de 1830.



Bibliografía Consultada.

AAVV. Poesía española del siglo XVIII. Catedra. Madrid. 2011. Quinta Edición. Edición de Rogelio Reyes.
ALVAR, Carlos. MAINER, José-Carlos. NAVARRO, Rosa. Breve historia de la literatura española. Alianza Editorial. Madrid. 2011. Octava Reeimpresión.
DE CADALSO, José. Cartas marruecas. Noches Lúgubres. Cátedra. Madrid. 2011. Octava Edición. Edición de Russell P. Sebold.


domingo, 21 de octubre de 2012

"José y sus hermanos" por Thomas Mann


Si exceptuamos la redacción del complejo Doktor Faustus, la tetralogía de José y sus Hermanos es el último trabajo titánico de Thomas Mann. De estos libros, le dijo su hermano Henrich Mann que era su más bella poesía. Comentarios fraternales al margen, fue una reflexión de otro coloso de la literatura alemana, Goethe, lo que inspiró a Thomas Mann.

 Thomas Mann (1875-1955)

Decía el autor de Fausto que la historia de Jacob y la de José, últimos patriarcas del Génesis, si bien tiene un sublime argumento, se narra con una desagradable brevedad. ¿Tuvo el propio Goethe intención de escribir esta historia en versión novelada o más extensa? Con independencia de sus intenciones, fue durante los años treinta del siglo pasado, cuando otro gran autor de la lengua alemana exiliado en Checoslovaquia tomaba para sí esta idea.

Primera Parte: Las Historias de Jaacob.

Thomas Mann decidió novelar las narraciones que cierran el primer libro del Pentateuco. Préstese mucha atención al verbo: novelar, ya que su significado excluye al autor de toda responsabilidad inventiva, pues limita a sus funciones a reelaborar una historia ya contada desde una perspectiva estética y una estructura más compleja. En efecto, Thomas Mann se limita a contar la historia. Es evidente que nadie puede estirar una veintena de capítulos bíblicos a cuatro volúmenes sin inventar personajes, situaciones, retocar determinados momentos o ampliarlos; sin embargo, el autor mantiene una total lealtad a la narración de las Sagradas Escrituras.

 Segunda Parte: El Joven José.

Su profundo trabajo de investigación previo a la redacción de manuscrito se palpa en la complejísima mezcla de diferentes culturas que expone. Los ritos egipcios son descritos con profusión y detallismo. Cada divinidad del Egipto pagano, que merece ser nombrada, aparece en la narración, pero no como una mera curiosidad filosófica, sino al servicio de ideas filosóficas sobre el tiempo, el espacio y la vida tan cercanas a Schopenhauer como a Nietzsche, entre otros filósofos importantes en la era contemporánea. El Dios hebreo, a menudo vinculado con Baal; u otras divinales del desierto tienen más o menos la misma función. Thomas Mann va incluso más allá. Según su relato el farón que elevará a José es Amenonfis IV. Este hecho es un objetivamente inexacto desde el punto de vista histórico. La cronología y la propia descripción de Thomas Mann relacionan más al faraón con Amenonfis III que con el cuarto. Si bien, el optar por Amenonfis IV, también llamado Aquenatón, da pie a explicar, a causa del interés que el faraón toma por la cultura de José, la conversión al monoteísmo que realizó Egipto bajo su reinad.

Tercera Parte: José en Egipto.

Aunque muy sutil, la narración no queda exenta de una fuerte carga irónica. Thomas Mann recuerda a Proust en muchos casos, claro que a un Proust domesticado, que mantiene el argumento como un continuo telón de fondo; y ajustado su sintaxis para que, aunque compleja, no resulte ininteligible a sus lectores. Este estilo se suele hacer un poco pesado, aunque su lentitud, reiteración y extensión –tanto en lo descriptivo como en lo dialógico- obedecen al intento del autor de condensar en palabras la pesadez del tiempo. Desde Las leyendas de Jacob, que comprende las peripecias vitales del nieto de Abraham, hasta José el Proveedor que cierra la saga, la insistencia con el paso del tiempo como motor constante y repetitivo de la vida es continuo.

José y sus hermanos por Antonio Castillejo y Saavedra. Lienzo. Museo de El Prado

El eterno retorno está casi omnipresente en la novela. Así pues, José terminará tres veces en un pozo: la primera, al que lo arrojan sus hermanos, la segunda, cuando vaga por el desierto en calidad de esclavo, y la tercera al ser encerrado en la cárcel acusado de abusar de la mujer de Putifar. Del mismo modo, la vida de los patriarcas es cíclica, hasta el extremo que ni Isaac, ni Jacob, ni José fueron los primogénitos naturales, aunque los tres ejercieron como tales. Con intervención de la pluma de Mann, Jacob también intentó ofrecer a su hijo predilecto a Dios, aunque él no tiene valor de esperar la intervención del ángel. La repetición supera a menudo el ámbito del Génesis, por ejemplo el sufrimiento y redención de José son equiparados en un sueño de éste a la muerte y resurrección de Jesucristo.

Cuarta Parte: José el Proveedor.

Thomas Mann busca explicaciones sutiles y divertidas para muchos dilemas que la Biblia deja abiertos. La elevación de José, un hecho sorprendente si tenemos en cuenta que pasa a ser la segunda autoridad de Egipto des del rango de preso, se explica por el carácter, del farón que vislumbra alguna deficiencia mental. Pero la explicación más conmovedora es la del perdón de José a sus hermanos, quien considera que son ellos los causantes en última instancia de su buena fortuna. Se evidencia la vinculación al canon judeocristiano, dentro del cual todos somos instrumentos de Dios. No obstante, no se debe olvidar lo que se menciona al principio: durante la redacción de José y sus hermanos, Thomas Mann, como su protagonista, es un exiliado a causa del régimen nazi. Tal vez, él también soñaba con reencontrarse con sus hermanos alemanes y abrazarse con ellos de nuevo.

 La tetralogía reunida. Fue un regalo de mis tíos para mi último cumpleaños.

Quizás estas novelas no sean literatura de fácil divulgación. Siempre soy partidario de desmitificar la dificultad de leer un cláscio, pero en este caso sería pura hipocresía. Más que recomendarlas, pretendía compartir con vosotros algunas impresiones sobre las mismas, con cuya lectura yo sí he disfrutado mucho.

viernes, 12 de octubre de 2012

Mentres recordo que...

Fa ja unes quantes setmanes, la professora de literatura hispanoamericana tractava d’explicar-nos la desorientació que els escriptors de hispanoamericans intentaren resoldre durant el modernisme a Amèrica. Patien una barreja de mals sentiments: il•legitimitat en el territori, mestissatge, bastardia, dependència de les escoles del castellà peninsular... En resum, aquesta gent no sabien qui eren. No tenien identitat.




Al llarg del modernisme i durant els moviments que el seguiren consolidaren una identitat pròpia per la cultura de cada país hispanoamericà. Fins al punt, explicà, que avui dia sembla agosarat parlar de literatura hispanoamericana com un bloc megalític. Més aviat és un fòrum tan divers com pugui ser la literatura del castellà peninsular.
A molta gent no va quedar-li clar a què es referia amb això d’identitat:
-No era una qüestió idiomàtica. No volien canviar el castellà per una llengua precolombina, posem pel cas, sinó d’aconseguir un estil cultural propi, dintre de l’idioma.




Vaig trobar envejable fins a quin punt a Llatinoamèrica s’havia assolit una identitat cultural-nacional per cada país. Aquí, a Espanya, no hem arribat mai a aconseguir aquest status. La identitat espanyola és quelcom confús, més oficial que sentit. Producte d’això és el nacionalisme xovinista, enemic de la cultura, que ha construït una concepte ranci de pàtria, completament buit. També d’aquí deriva l’escassa identificació dels persones més cultes de la nostra història amb l’etiqueta “d’espanyol”. I més encara una identificació confortable, lliure de vergonya.



-Penseu en els escriptors catalans que escriuen en castellà. Continuen tenint identitat catalana.
Amb aquestes paraules, va tractar d’exemplificar d’una manera més propera la qüestió d’identitat de la qual parlava. Vaig quedar submergit en una profunda reflexió personal mentre la sentia. Fet que per mi és el més profitós del discurs acadèmic de la universitat.
Jo tinc una identitat catalana. La tinc per damunt de la meva llengua de preferència. A banda, fins i tot, de ser un escèptic del procés polític que em començat. La tinc gràcies al meu bilingüisme. Pel meu apressi a les arts d’aquest país i més exactament als seus escriptors.

Darrerament, he sentit moltes barbaritats. Masses fins i tot per un ambient pre-electoral. La famosa intervenció militar contra a aquest país per integrar-lo a la força a l’estat, n’és la pitjor. També val a reconèixer el gran concepte de l'educació que té el ministre Wert, qui encara sembla pensar que és una eina d'adoctrinament idol·lògic. D’altres, políticament oposades, però igual de terribles, les he trobat a alguns articles de certes revistes “culturals” (on no hi he trobat cap firma d’un català notable) amb format de fulletons radicals. En aquests és crida a poc menys que a la neteja lingüística del castellà a Catalunya. Segons es veu, és l’única manera de protegir la identitat “realment catalana”.


Algú em recriminarà que doni tanta importància a aquests comentaris aïllats, que m’espantin més que les paraules del nostre feixisme xovinista. De fet, aquest darrer té més poder, per tant se l’hauria de témer més. Però la meva por –pot ser, irracional, com totes les pors- rau al fet de la nostra societat “progressista”. Ningú que no sigui ja feixista es prendrà seriosament a certs mitjans de comunicació. Estem immunitzats contra ells, per el seu esperit reaccionari, o “carca” si es prefereix. El progressisme malentès, en una societat poc reflexiva com la nostra, pot arribar a ser més perillós. Avui dia és molt “progre” ser independentista. Només cal veure el PSC que ha de dir que no ho és amb la boca petita i quasi demanant disculpes. No pretenc amb això menystenir a aquelles persones que mantenen aquesta ideologia d’una manera raonable, amb fonament i reflexió. Però sí que em fa por que tota aquesta gent que s’apunta al carro del “progressisme”, sense parar-se a pensar gaire, sovint sense distingir el bé del mal, acabi entabanada per aquests opuscles, radicals, tan perillosos.



Volia aprofitar “El Día de la Raça” per compartir aquesta reflexió amb vosaltres. He intentat fer-ho des del més profund respecte cap a tothom. Permeteu-me explicitar, per si no ho he deixat massa clar, que aquest text no va contra la independència. Demano disculpes, en qualsevol cas, a tothom que s'hagi sentit ofès. Només critica un ambient social amb masses tensions que semblen voler augmentar els radicals. Les dues comunitats lingüístiques sempre hem conviscut a Catalunya. Prenguem el camí que prenguem, no hauríem de fracturar-nos en dos com a comunitat.


Ja que hi sóc, aprofito també, a falta d’una data millor per fer-ho, per celebrar amb tots aquells que formen part, senten propera, o estimen, la rica cultura del món hispànic. A veure si ens busquem un altre dia, que l’idea s’ho mereix.
També prometo aprofundir sobre què vol dir per a mi ser català, més endavant...

jueves, 27 de septiembre de 2012

Borges y su deriva política


Admito que esta costumbre mía por indagar en las intimidades biográficas de los autores que me gustan es reprobable. Sólo mi ineficiencia para exponer en un post una crítica literaria que valga la pena disculpa, sin llegar a hacerlo del todo, este vicio tan feo que tengo.

Borges (1898-1956)

A menudo se tilda a Borges de escritor fascista. Otras descripciones más amables lo presentan como un intelectual empedernido, que cometió el error de abandonar su enclaustramiento de biblioteca, sin saber del mundo lo suficiente, así que terminó apoyando al régimen de Videla.
Borges firmando un libro.

Ambos retratos, especialmente el primero, son erróneos, o cuanto menos, profundamente inexactos. Borges nunca militó en el fascismo. Antes bien, fue de los argentinos más críticos contra las potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial. Después de todo, tenía ascendencia judía en su genealogía. En cuanto a su imagen de intelectual aislado, cuya leyenda él mismo acrecentó, nada tiene de verdadero. Fue siempre un hombre políticamente comprometido y un profundo patriota argentino.

Los hermano Jorge Luis y Nora.

En 1919, acabada la Primera Guerra Mundial, la familia Borges se muda de Ginebra a Mallorca. Durante sus viajes por España, el joven Borges da sus primeros pasos políticos, por supuesto, orientados hacia ideologías de ultraizquierda. Años más tarde en su relato, El Otro, recordará como en su juventud intentaba componer poemas al comunismo. También se adhiere al grupo ultraísta de vanguardia, que orientará sus primeros pasos literarios.

Borges recibiendo nombrado doctor honoris causa.

En 1921, la familia regresa a Argentina. Más maduro, con su intelectualismo más consolidado, Borges se aparta de los espejismos libertarios que enmascaraban el autoritarismo de la URSS. Dos años después, publica Fervor de Buenos Aires, su primer poemario. La ciudad y por extensión el país van a ser de ahora en adelante dos de los temas más recurrentes en su obra.

Borges pasea guiado por María Kodama.

En estos años, Leopoldo Lugones, poeta consagrado, aboga en sus conferencias por estructurar argentina en base al fascismo racial. Mientras tanto el anónimo Borges se acerca a la Unión Cívica Radical, partido de Hipólito Yrigoyen, presidente de la nación entre 1916 y 1922. Primer hombre en acceder a este cargo, sin simpatías de los militares ni de la burguesía criolla; impulsor de una línea política progresista que perseguía de democratización del país; Yrigoyen dejó la presidencia ante la imposibilidad constitucional de tener reelección directa. En 1928, se presenta a un su segundo mandato.

Hipólito Yrigoyen, Presidente de Argentina entre 1916-1922 y 1928-1930. Muy admirado por Borges.

Borges preside durante la campaña electoral el "Comité de Jóvenes Escritores Yrigoyenistas". Dedica exaltados artículos en prensa y da conferencias en apoyo a la candidatura radical. Incluso su publicación de El Idioma de los argentinos, en 1928, no queda exenta del espíritu de regeneración nacional que personificaba el partido radical, si bien, tal contenido político queda muy diluido entre la jerga literaria.

 General Félix Uriburu, presidente argentino de facto entre 1930-1932

Por desgracia, en 1930, con el gobierno y el país golpeados por la crisis económica mundial, el general Uriburu da un golpe de estado que derroca a Yrigoyen. Comienza la conocida como "Década Infame". En 1946, tras encadenar varios gobiernos militares y algún patético intento de fingida democracia, el general Julián Farrell convoca elecciones. Obtienen una amplia victoria el general Juan Domingo Perón y su Partido Justicialista.

 General Farrel, presidente argentino, de facto, entre 1944-1946

Aunque terminó preso de la Junta Militar (hecho que supo explotar perfectamente), Perón había ostentando numerosos cargos en la misma, el más importante la vicepresidencia entre 1944-45. Borges, que ya había mostrado gran adversidad hacia Perón, reforzó su crítica en prensa, cuando éste optó a la presidencia.

General Juan Domingo Perón, presidente de Argentina, entre 1946-1955 y 1973-1974.

Tres meses después de su victoria, los peronistas privaron de su condición a más de la mitad de catedráticos universitarios del país. En general golpearon a toda la oposición intelectual a su populismo demagógico. Borges pagó caros sus artículos. Se le trasladó humillantemente de su puesto de funcionario en la Biblioteca Nacional, al de inspector de aves en el mercado de Buenos Aires. Sin embargo, el golpe más duró llegó algo después, cuando su madre y su hermana fueron encarceladas varios meses, por participar en una manifestación contra el gobierno.

General Lonardi, presidente argentino, de facto, en 1955, después de que la Revolución Libertadora derroque a Perón.

Indudablemente, el peronismo hizo cosas buenas, groso modo, se pueden señalar: la aprobación del sufragio universal, las vacaciones pagadas, derechos básicos para la vivienda, voto para  la mujer, subsidios de desempleo… Pero, todo se hizo al injustificado coste de implantar un corporativismo totalitario como estructura del estado. El gobierno cerró diarios de la oposición, también se adueñó de las emisoras de radio. Las detenciones políticas estuvieron a la orden del día, así como la tortura. También se debe mencionar el uso de su sindicato, la CGT, para establecer bandas de matones no uniformados que saboteaban los mítines de la oposición. Para colmo, la mala planificación económica, a la caída de Perón, sumió a la nación en una dañina espiral de inflación.

General Aramburu, presidente argentino de facto, entre 1956 y 1958.

No puede extrañar que Borges se desesperase al ver la admiración que semejante individuo despertaba entre sus compatriotas, quienes lo reeligieron en 1952 (Perón había aprobado una nueva constitución en 1949, para poder se reelegido directamente) de nuevo por amplia mayoría. Tampoco sorprende que aplauda a la Revolución Libertadora, nombre dado al golpe del general Lonardi que derroca a Perón en 1955. La nueva Junta Militar, presidida inicialmente por Lonardi y poco después por Aramburu, nombra a Borges, reconocido opositor al presidente depuesto, director de la Biblioteca Nacional. Cuando asume el cargo, pese a la gran ilusión que le produjo, su ceguera apenas le permitía leer los títulos que había en los lomos de los libros, según cuenta en su Autobiografía (1970). También le conceden la cátedra de lenguas anglosajonas en la Universidad de Buenos Aires. Incluso, en 1956, se le hace entrega del Premio Nacional de Literatura.

Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, en 1956, cuando ya apenas podía leer el lomo de los libros.

Llegados a este punto, parece importante aclarar el papel de los militares en la historia de Latinoamérica. Hay que tener en cuenta que todas las repúblicas latinoamericanas nacen de revoluciones lideradas por caudillos militares. Hasta los golpes de entre 1970 y 1980, apoyados por Estados Unidos, las injerencias de los militares en la vida política de Hispanoamérica rara vez persiguen hacerse con el poder de modo duradero. Más bien, el ejército se siente con la autoridad moral para actuar como árbitro, cuando la situación del país “lo requiere”. No es que esto mine la perversión de los continuos regímenes militares del continente, pero establece, en el caso argentino, una diferencia entre la la Junta de 1976 y sus predecesoras, en 1932, 1955 y 1966; ya que en 1976 los militares sí pretendieron establecer un sistema totalitario y militar en La Argentina, cuya democratización se posponía sine die.

María Kodama y otros amigos y familiares leyeron a Borges sus libros favoritos desde que quedó ciego.

En 1958 Frondizi, candidato del partido Radical, accede a la presidencia. Sus pactos con el peronismo (que no ha podido presentar a su candidato, por estar ilegalizado) le indisponen con los militares. Pese a tirar adelante importantes reformas, punteras en cuestiones de energía y los hidrocarburos, su gobierno queda prácticamente “secuestrado”. Tras 32 golpes de estado, en 1962 fue depuesto y reemplazado por Illia, también del partido radical, depuesto a su vez en 1966, con lo que se vuelve a una dictadura militar.

Borges con Frondizi, presidente de Argentina entre 1958-1962.

Los militares se sienten desorientados. Durante sus primeros años, las presidencias de Onganía (1966-1970) y Levingston (1970-1971) intentaron “aplastar” al peronismo con los métodos más violentos. Tal era su brutalidad que, en la calle, se apodaba a los militares como "los gorilas". Cuando en 1971, el general Lanusse asume la presidencia establece acuerdos con el peronismo para pactar una transición.

General Onganía, presidente argentino de facto, entre 1966-1970.

En 1972, se convocan elecciones, pero Perón sigue siendo vetado como candidato. Oficialmente aún es enemigo de la nación. Los peronistas presentan a Cámpora, presidente más breve en la historia de Argentina. En su mes de mandato indulta a Perón, quien puede regresar de su largo exilio, y dimite a fin de que se vuelvan a convocar elecciones presidenciales.

General Lanusse, presidente argentino, de facto entre 1971-1973.

Borges simpatizó con ambos presidentes radicales, Frondizi y Illia. Fue crítico con la brutalidad de la Junta Militar, aunque siempre se mostró inflexible en su idea de mantener al peronismo fuera de la vida política argentina. En 1970, pública en El Informe Brodie, en cuyo prólogo leemos: “me he afiliado al Partido Conservador, lo cual es una forma de escepticismo”. Quizás sea su confesión política más sincera. Su madre y su hermana aplaudieron su afiliación por los conservadores, pero ¿a qué se resigna el escritor? Sin duda alguna, a la realidad.

Borges, fotografía coloreada.

Existía la creencia en el mundo clásico, que tanto gustaba a Borges, que es mejor morir por la propia mano. Consecuente con esta idea, el escritor renunció a todos sus cargos públicos, antes de que Perón volviese a la presidencia en 1973. En esta época empieza a pensar que, si las elecciones sólo sirven para llevar al poder a un tirano demagógico, quizás fuese mejor intentar buscar alguna fórmula de dictadura ilustrada.

Héctor Cámpora, presidente de Argentina en 1973.

El autor declara a la prensa internacional que si no fuese porque su madre, nonagenaria, está muy enferma, se exiliaría. Cuando ella fallece, en 1975, el autor y su amante, María Kodama, abandonan el país y residen en varios lugares de Europa, entre otros, en Islandia, tan especial y mística para él. Finalmente marchan a los Estados Unidos  donde trabajará en varias universidades. En pocos años los médicos le informarán de que padece cáncer.

De izquierda a derecha: Perón, María Estela Martínez y López Rega.

La muerte de Perón en 1974, lleva al poder a su esposa, María Estela Martínez De Perón, ex bailarina de cabaret, quien ostentaba el cargo de vicepresidenta de la nación en vida de su esposo. Su gobierno (dirigido a la sombra por López Rega) sólo se puede calificar como desastroso. La viuda no goza de la autoridad del difunto general entre las diferentes familias peronistas. Éstas entran pronto en lucha entre sí, sin que ella pueda arbitrar. La inflación y el paro se disparan. Además, diferentes grupos terroristas y unidades paramilitares, como la anticomunista Triple A, siembran el terror por todo el país.

Borges con María Kodama.

Con este panorama no es de extrañar que al anciano escritor celebre el derrocamiento de la presidenta a finales de 1976. Borges viaja enseguida a Argentina, donde es recibido por el general Videla en un almuerzo el 19 de mayo, junto a otros escritores entre ellos Ernesto Sabato y Leonardo Castellani. El autor de El Aleph agradeció al dictador que hubiese salvado a su país “de la ignominia” y que “hubiese tenido valor para enfrontar la responsabilidad de gobernar”. Poco después realiza un viaje a Chile, donde es condecorado por Pinochet. Ambos sucesos le cuestan el Premio Nobel.

Borges, Sabato y Castellani almuerzan con el general Videla, presidente argentino de facto entre 1976-1981.

El flirteo entre Borges y la Junta Militar dura poco. En seguida vuelve a abandonar el país. Encuentra que el gobierno de Videla hace un uso tan brutal y absurdo del nacionalismo como los peronistas. En 1977 encontramos artículos de Borges críticos con la Junta. Para su desgracia, el sensacionalismo de la prensa internacional ya lo había etiquetado de escritor fascista. Irónicamente, el autor llegará incluso a ser acusado de “traidor a la patria” por la prensa del régimen, cuando se muestre crítico con la invasión de las Falklands.

General Galtieri, presidente argentino de facto, entre 1981-1982.

La derrota en la "Guerra de las Malvinas" precipita la dimisión de Galtieri, presidente de la Junta Militar desde 1981 y el desmoronamiento de la propia dictadura. En 1983, las elecciones llevan a Raúl Alfonsín del partido radical a la presidencia de la república. Borges vuelve a ser invitado a su país, donde se le dispensan toda clase de honores. Él que “ha descreído de la democracia” afirma, durante una conferencia, tener ahora esperanzas, aunque el camino será largo “porque la democracia necesita de muchos años para consolidarse”. Concluye su discurso con un “¡Viva la patria!”.

Raúl Alfonsín, presidente de Argentina, entre 1983-1989.

Borges amó toda su vida la libertad y el progreso, hasta su muerte en Ginebra en 1986. Paradójicamente, llegó a defender regímenes dictatoriales porque puso en ellos esperanzas de que cimentasen una verdadera democracia. Su ceguera, que agravó su posición algo aislada, elitista en cierto modo, le impidió darse cuenta de la brutalidad del régimen al que se adhirió en 1976. En cualquier caso, visto en su globalidad, no se puede considerar al autor como fascista en ningún sentido. Quizás, su posición política más exacta, por encima de sus errores ocasionales, sea la que él mismo se acuñó: “un anarquista de la intelectualidad”.


Bibliografía Consultada

BORGES, Jorge Luis. El idioma de los argentinos. Alianza Editorial. Madrid. 2008.
BORGES, Jorge Luis. El Informe de Brodie. Debols!llo. Barcelona. 2012.
BORGES, Jorge Luis. El libro de la arena. Debols!llo. Barcelona. 2012.
SABORIDO, Jorge. DE PRIVITELLIO, Luciano. Breve historia de la Argentina. Alianza Editorial. Madrid. 2006.
VÁZQUEZ, María Esther. Borges. Esplendor y derrota. Tusquets Editores. Barcelona. 1999.
WILLIAMSON, Edwin. Borges. Una vida. Seix Barral. Barcelona. 2007.