jueves, 27 de septiembre de 2012

Borges y su deriva política


Admito que esta costumbre mía por indagar en las intimidades biográficas de los autores que me gustan es reprobable. Sólo mi ineficiencia para exponer en un post una crítica literaria que valga la pena disculpa, sin llegar a hacerlo del todo, este vicio tan feo que tengo.

Borges (1898-1956)

A menudo se tilda a Borges de escritor fascista. Otras descripciones más amables lo presentan como un intelectual empedernido, que cometió el error de abandonar su enclaustramiento de biblioteca, sin saber del mundo lo suficiente, así que terminó apoyando al régimen de Videla.
Borges firmando un libro.

Ambos retratos, especialmente el primero, son erróneos, o cuanto menos, profundamente inexactos. Borges nunca militó en el fascismo. Antes bien, fue de los argentinos más críticos contra las potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial. Después de todo, tenía ascendencia judía en su genealogía. En cuanto a su imagen de intelectual aislado, cuya leyenda él mismo acrecentó, nada tiene de verdadero. Fue siempre un hombre políticamente comprometido y un profundo patriota argentino.

Los hermano Jorge Luis y Nora.

En 1919, acabada la Primera Guerra Mundial, la familia Borges se muda de Ginebra a Mallorca. Durante sus viajes por España, el joven Borges da sus primeros pasos políticos, por supuesto, orientados hacia ideologías de ultraizquierda. Años más tarde en su relato, El Otro, recordará como en su juventud intentaba componer poemas al comunismo. También se adhiere al grupo ultraísta de vanguardia, que orientará sus primeros pasos literarios.

Borges recibiendo nombrado doctor honoris causa.

En 1921, la familia regresa a Argentina. Más maduro, con su intelectualismo más consolidado, Borges se aparta de los espejismos libertarios que enmascaraban el autoritarismo de la URSS. Dos años después, publica Fervor de Buenos Aires, su primer poemario. La ciudad y por extensión el país van a ser de ahora en adelante dos de los temas más recurrentes en su obra.

Borges pasea guiado por María Kodama.

En estos años, Leopoldo Lugones, poeta consagrado, aboga en sus conferencias por estructurar argentina en base al fascismo racial. Mientras tanto el anónimo Borges se acerca a la Unión Cívica Radical, partido de Hipólito Yrigoyen, presidente de la nación entre 1916 y 1922. Primer hombre en acceder a este cargo, sin simpatías de los militares ni de la burguesía criolla; impulsor de una línea política progresista que perseguía de democratización del país; Yrigoyen dejó la presidencia ante la imposibilidad constitucional de tener reelección directa. En 1928, se presenta a un su segundo mandato.

Hipólito Yrigoyen, Presidente de Argentina entre 1916-1922 y 1928-1930. Muy admirado por Borges.

Borges preside durante la campaña electoral el "Comité de Jóvenes Escritores Yrigoyenistas". Dedica exaltados artículos en prensa y da conferencias en apoyo a la candidatura radical. Incluso su publicación de El Idioma de los argentinos, en 1928, no queda exenta del espíritu de regeneración nacional que personificaba el partido radical, si bien, tal contenido político queda muy diluido entre la jerga literaria.

 General Félix Uriburu, presidente argentino de facto entre 1930-1932

Por desgracia, en 1930, con el gobierno y el país golpeados por la crisis económica mundial, el general Uriburu da un golpe de estado que derroca a Yrigoyen. Comienza la conocida como "Década Infame". En 1946, tras encadenar varios gobiernos militares y algún patético intento de fingida democracia, el general Julián Farrell convoca elecciones. Obtienen una amplia victoria el general Juan Domingo Perón y su Partido Justicialista.

 General Farrel, presidente argentino, de facto, entre 1944-1946

Aunque terminó preso de la Junta Militar (hecho que supo explotar perfectamente), Perón había ostentando numerosos cargos en la misma, el más importante la vicepresidencia entre 1944-45. Borges, que ya había mostrado gran adversidad hacia Perón, reforzó su crítica en prensa, cuando éste optó a la presidencia.

General Juan Domingo Perón, presidente de Argentina, entre 1946-1955 y 1973-1974.

Tres meses después de su victoria, los peronistas privaron de su condición a más de la mitad de catedráticos universitarios del país. En general golpearon a toda la oposición intelectual a su populismo demagógico. Borges pagó caros sus artículos. Se le trasladó humillantemente de su puesto de funcionario en la Biblioteca Nacional, al de inspector de aves en el mercado de Buenos Aires. Sin embargo, el golpe más duró llegó algo después, cuando su madre y su hermana fueron encarceladas varios meses, por participar en una manifestación contra el gobierno.

General Lonardi, presidente argentino, de facto, en 1955, después de que la Revolución Libertadora derroque a Perón.

Indudablemente, el peronismo hizo cosas buenas, groso modo, se pueden señalar: la aprobación del sufragio universal, las vacaciones pagadas, derechos básicos para la vivienda, voto para  la mujer, subsidios de desempleo… Pero, todo se hizo al injustificado coste de implantar un corporativismo totalitario como estructura del estado. El gobierno cerró diarios de la oposición, también se adueñó de las emisoras de radio. Las detenciones políticas estuvieron a la orden del día, así como la tortura. También se debe mencionar el uso de su sindicato, la CGT, para establecer bandas de matones no uniformados que saboteaban los mítines de la oposición. Para colmo, la mala planificación económica, a la caída de Perón, sumió a la nación en una dañina espiral de inflación.

General Aramburu, presidente argentino de facto, entre 1956 y 1958.

No puede extrañar que Borges se desesperase al ver la admiración que semejante individuo despertaba entre sus compatriotas, quienes lo reeligieron en 1952 (Perón había aprobado una nueva constitución en 1949, para poder se reelegido directamente) de nuevo por amplia mayoría. Tampoco sorprende que aplauda a la Revolución Libertadora, nombre dado al golpe del general Lonardi que derroca a Perón en 1955. La nueva Junta Militar, presidida inicialmente por Lonardi y poco después por Aramburu, nombra a Borges, reconocido opositor al presidente depuesto, director de la Biblioteca Nacional. Cuando asume el cargo, pese a la gran ilusión que le produjo, su ceguera apenas le permitía leer los títulos que había en los lomos de los libros, según cuenta en su Autobiografía (1970). También le conceden la cátedra de lenguas anglosajonas en la Universidad de Buenos Aires. Incluso, en 1956, se le hace entrega del Premio Nacional de Literatura.

Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, en 1956, cuando ya apenas podía leer el lomo de los libros.

Llegados a este punto, parece importante aclarar el papel de los militares en la historia de Latinoamérica. Hay que tener en cuenta que todas las repúblicas latinoamericanas nacen de revoluciones lideradas por caudillos militares. Hasta los golpes de entre 1970 y 1980, apoyados por Estados Unidos, las injerencias de los militares en la vida política de Hispanoamérica rara vez persiguen hacerse con el poder de modo duradero. Más bien, el ejército se siente con la autoridad moral para actuar como árbitro, cuando la situación del país “lo requiere”. No es que esto mine la perversión de los continuos regímenes militares del continente, pero establece, en el caso argentino, una diferencia entre la la Junta de 1976 y sus predecesoras, en 1932, 1955 y 1966; ya que en 1976 los militares sí pretendieron establecer un sistema totalitario y militar en La Argentina, cuya democratización se posponía sine die.

María Kodama y otros amigos y familiares leyeron a Borges sus libros favoritos desde que quedó ciego.

En 1958 Frondizi, candidato del partido Radical, accede a la presidencia. Sus pactos con el peronismo (que no ha podido presentar a su candidato, por estar ilegalizado) le indisponen con los militares. Pese a tirar adelante importantes reformas, punteras en cuestiones de energía y los hidrocarburos, su gobierno queda prácticamente “secuestrado”. Tras 32 golpes de estado, en 1962 fue depuesto y reemplazado por Illia, también del partido radical, depuesto a su vez en 1966, con lo que se vuelve a una dictadura militar.

Borges con Frondizi, presidente de Argentina entre 1958-1962.

Los militares se sienten desorientados. Durante sus primeros años, las presidencias de Onganía (1966-1970) y Levingston (1970-1971) intentaron “aplastar” al peronismo con los métodos más violentos. Tal era su brutalidad que, en la calle, se apodaba a los militares como "los gorilas". Cuando en 1971, el general Lanusse asume la presidencia establece acuerdos con el peronismo para pactar una transición.

General Onganía, presidente argentino de facto, entre 1966-1970.

En 1972, se convocan elecciones, pero Perón sigue siendo vetado como candidato. Oficialmente aún es enemigo de la nación. Los peronistas presentan a Cámpora, presidente más breve en la historia de Argentina. En su mes de mandato indulta a Perón, quien puede regresar de su largo exilio, y dimite a fin de que se vuelvan a convocar elecciones presidenciales.

General Lanusse, presidente argentino, de facto entre 1971-1973.

Borges simpatizó con ambos presidentes radicales, Frondizi y Illia. Fue crítico con la brutalidad de la Junta Militar, aunque siempre se mostró inflexible en su idea de mantener al peronismo fuera de la vida política argentina. En 1970, pública en El Informe Brodie, en cuyo prólogo leemos: “me he afiliado al Partido Conservador, lo cual es una forma de escepticismo”. Quizás sea su confesión política más sincera. Su madre y su hermana aplaudieron su afiliación por los conservadores, pero ¿a qué se resigna el escritor? Sin duda alguna, a la realidad.

Borges, fotografía coloreada.

Existía la creencia en el mundo clásico, que tanto gustaba a Borges, que es mejor morir por la propia mano. Consecuente con esta idea, el escritor renunció a todos sus cargos públicos, antes de que Perón volviese a la presidencia en 1973. En esta época empieza a pensar que, si las elecciones sólo sirven para llevar al poder a un tirano demagógico, quizás fuese mejor intentar buscar alguna fórmula de dictadura ilustrada.

Héctor Cámpora, presidente de Argentina en 1973.

El autor declara a la prensa internacional que si no fuese porque su madre, nonagenaria, está muy enferma, se exiliaría. Cuando ella fallece, en 1975, el autor y su amante, María Kodama, abandonan el país y residen en varios lugares de Europa, entre otros, en Islandia, tan especial y mística para él. Finalmente marchan a los Estados Unidos  donde trabajará en varias universidades. En pocos años los médicos le informarán de que padece cáncer.

De izquierda a derecha: Perón, María Estela Martínez y López Rega.

La muerte de Perón en 1974, lleva al poder a su esposa, María Estela Martínez De Perón, ex bailarina de cabaret, quien ostentaba el cargo de vicepresidenta de la nación en vida de su esposo. Su gobierno (dirigido a la sombra por López Rega) sólo se puede calificar como desastroso. La viuda no goza de la autoridad del difunto general entre las diferentes familias peronistas. Éstas entran pronto en lucha entre sí, sin que ella pueda arbitrar. La inflación y el paro se disparan. Además, diferentes grupos terroristas y unidades paramilitares, como la anticomunista Triple A, siembran el terror por todo el país.

Borges con María Kodama.

Con este panorama no es de extrañar que al anciano escritor celebre el derrocamiento de la presidenta a finales de 1976. Borges viaja enseguida a Argentina, donde es recibido por el general Videla en un almuerzo el 19 de mayo, junto a otros escritores entre ellos Ernesto Sabato y Leonardo Castellani. El autor de El Aleph agradeció al dictador que hubiese salvado a su país “de la ignominia” y que “hubiese tenido valor para enfrontar la responsabilidad de gobernar”. Poco después realiza un viaje a Chile, donde es condecorado por Pinochet. Ambos sucesos le cuestan el Premio Nobel.

Borges, Sabato y Castellani almuerzan con el general Videla, presidente argentino de facto entre 1976-1981.

El flirteo entre Borges y la Junta Militar dura poco. En seguida vuelve a abandonar el país. Encuentra que el gobierno de Videla hace un uso tan brutal y absurdo del nacionalismo como los peronistas. En 1977 encontramos artículos de Borges críticos con la Junta. Para su desgracia, el sensacionalismo de la prensa internacional ya lo había etiquetado de escritor fascista. Irónicamente, el autor llegará incluso a ser acusado de “traidor a la patria” por la prensa del régimen, cuando se muestre crítico con la invasión de las Falklands.

General Galtieri, presidente argentino de facto, entre 1981-1982.

La derrota en la "Guerra de las Malvinas" precipita la dimisión de Galtieri, presidente de la Junta Militar desde 1981 y el desmoronamiento de la propia dictadura. En 1983, las elecciones llevan a Raúl Alfonsín del partido radical a la presidencia de la república. Borges vuelve a ser invitado a su país, donde se le dispensan toda clase de honores. Él que “ha descreído de la democracia” afirma, durante una conferencia, tener ahora esperanzas, aunque el camino será largo “porque la democracia necesita de muchos años para consolidarse”. Concluye su discurso con un “¡Viva la patria!”.

Raúl Alfonsín, presidente de Argentina, entre 1983-1989.

Borges amó toda su vida la libertad y el progreso, hasta su muerte en Ginebra en 1986. Paradójicamente, llegó a defender regímenes dictatoriales porque puso en ellos esperanzas de que cimentasen una verdadera democracia. Su ceguera, que agravó su posición algo aislada, elitista en cierto modo, le impidió darse cuenta de la brutalidad del régimen al que se adhirió en 1976. En cualquier caso, visto en su globalidad, no se puede considerar al autor como fascista en ningún sentido. Quizás, su posición política más exacta, por encima de sus errores ocasionales, sea la que él mismo se acuñó: “un anarquista de la intelectualidad”.


Bibliografía Consultada

BORGES, Jorge Luis. El idioma de los argentinos. Alianza Editorial. Madrid. 2008.
BORGES, Jorge Luis. El Informe de Brodie. Debols!llo. Barcelona. 2012.
BORGES, Jorge Luis. El libro de la arena. Debols!llo. Barcelona. 2012.
SABORIDO, Jorge. DE PRIVITELLIO, Luciano. Breve historia de la Argentina. Alianza Editorial. Madrid. 2006.
VÁZQUEZ, María Esther. Borges. Esplendor y derrota. Tusquets Editores. Barcelona. 1999.
WILLIAMSON, Edwin. Borges. Una vida. Seix Barral. Barcelona. 2007.


lunes, 17 de septiembre de 2012

Thomas Mann: Dentro y fuera de la jaula de oro

Thomas Mann 1875-1955.
 
“El gran hombre de nacionalidad alemana es aquel cuya influencia espiritual debe paralizar […] la nivelación y el ordenamiento democráticos de Alemania, llámese ese gran hombre Lutero, Goethe, Bismarck o Nietzsche”

“Mientras nuestro pueblo no llegue a reconocer que es un pueblo como cualquier otro, con sus excelencias y sus defectos, también grandes, se verá amenazado de caer en una condición paria.”

Puede resultar increíble, pero ambas citas son del mismo autor, Thomas Mann. Sólo que pertenecen a obras diferentes, escritas en momentos vitales distintos. La primera pertenece a Consideraciones de un apolítico (1918). La segunda es un extracto de sus discursos radiofónicos a los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, concretamente, de febrero de 1942.

El autor entre sus papeles.
 
La introducción de cualquier edición en conjunto de La Muerte en Venecia (1911) y Mario y el Mago (1929) suele contraponer el espíritu de ambos relatos. El primero nos ubica al Thomas Mann esteta, un hombre que se limita a contemplar el mundo con la mirada con que se admira una obra de arte. La visión de Aschembach, personaje principal del relato, no admite ética, por eso no siente remordimientos por su pasión, con la contemplación del joven Tadzio. Incluso el sufrimiento, resto penoso de la hipersensibilidad artística, debe permanecer oculta en el interior del protagonista. Únicamente se puede manifestar con su muerte, para no dañar la belleza del conjunto.
No es extraño que quien ve así el mundo escriba siete años más tarde.

“Se me crea o no: soy capaz de pensar que el odio y la enemistad entre los pueblos de Europa es, en última instancia, una ilusión, un error, que los bandos que se despedazan entre sí, en el fondo, no son siquiera bandos, sino que trabajan de común acuerdo bajo la voluntad de Dios y fraternalmente atormentadas, en la renovación del mundo y del alma.”

Aunque suene a misticismo, no debemos olvidar la condición de Dios como un gran artista, dentro de la visión del arte decadentista.

Katia Mann, esposa del autor, el año de su compromiso con Thomas, 1905.


Thomas Mann es un prisionero de la jaula de oro que él mismo se ha construido. También de su conciencia de élite. Él no es sólo un escritor de renombre, es hijo de un importante burgués, senador en Lübeck. De su clasismo se deriva buena parte de sus disgusto con la democracia. Dicen las Consideraciones:

“La democracia en cuanto a institución permanente carecería de todo mérito individual.”

Su condición y procedencia social no aclaran, sin embargo, el apoyo del escritor al nacionalismo belicista de la Alemania del Káiser en estallar la gran guerra. La explicación de cómo un hombre de su indudable sensibilidad mostró su adhesión a la Gran Guerra se encuentra en su propia tendencia a una vida solitaria, casi de anacoreta, en su mar de lujo.

Ejemplar de  Consideraciones de un apolítico (1918)

Como Aschembach, Thomas Mann mira al mundo de lejos. Se siente solo, abandonado por todos, hasta se considera amenazado. De aquí viene su desprecio por el hombre en general:

“El gobierno del pueblo... Esta expresión tiene su parte de horror.”
Encerrado en su jaula de oro, el esteta toma demasiada distancia del mundo, para ver la realidad del sufrimiento. Alivia su sentimiento de soledad, producto de su incomprensión social, mediante su identidad alemana, que le concede el derecho a pertenecer a un colectivo. Quizás el viejo uniforme de húsar prusiano que le regaló su padre cuando era niño influye en su amor hacia una Alemania autoritaria, así como por su deseo de sobreponerse a su naturaleza afeminada y sentirse hombre, por una vez:

“¿Qué sería el humanitarismo privado de un componente viril?”

El progresismo democrático amenaza a su identidad alemana. Por eso lo ataca fieramente junto al humanitarismo, la democracia e incluso la libertad. La única posibilidad de salvar a la Alemania Imperial es ganar la guerra. Por eso se adhiere a la contienda.
Las Consideraciones supusieron la ruptura entre Thomas Mann y su hermano mayor Heinrich Mann, también escritor. El autor de Los Buddenbrook se sintió insultado en un pasaje del libro de su hermano, Zola, crítico con el belicismo alemán, partidario del modelo demócrata francés. Todo pareció ser un malentendido, ya que Heinrich, si bien discrepaba en mucho con Thomas, no pretendió ofenderle. Pero un malentendido llevó a otro, y ambos hermanos se enzarzaron en una lucha en la prensa durante la guerra. La publicación de las Consideraciones supuso la culminación.

Los dos hermanos, Heinrich y Thomas.

Tras años de desencuentros, sin apenas contacto, por fin, en 1922, al caer Heinrich gravemente enfermo, a punto estuvo de morir, llamó a Thomas. Su hermano menor no se negó a ir a verle.
La conversión de Thomas a la democracia es, no obstante, anterior a la reconciliación con su hermano. Ya en la defensa de la ironía en las Consideraciones se percibe la incapacidad de un hombre como él para apoyar sin fisuras el autoritarismo. ¿Pueden ser estás frases producto de una mentalidad dictatorial?:

“¿Qué es el conservadurismo? Es la ironía del espíritu. […] El irónico es conservador.”

Medio siglo después, Borges escribirá que para él afiliarse al partido conservador es otra forma de resignación. Sin establecer un paralelismo sólido, no cabe duda de que la ironía es para Thomas Mann una forma de resignarse cínicamente a su condición de intelectual incomprendido y homosexual.

La República de Weimar 1918-1933, frágil intento de establecer una Alemania democrática.

A lo largo de los años veinte, el dolor de la posguerra le golpea más cerca de lo que lo había hecho los lejanos frentes de combate. Su odio contra los sectores de la ultraizquierda se patenta en sus Diarios en notas que se alegran del asesinato de Rosa de Luxemburgo (1918) o que hablan críticamente contra la breve República Soviética de Baviera (abril-mayo 1919). Sin embargo, pronto empieza el autor a comprender la necesidad de una democracia alemana, para los alemanes. Se sabe que votó por el Partido Democrático de Baviera, formación de corte nacionalista escorada hacia la izquierda. Si bien, su presencia en política activa fue siempre muy menguada. En sus Diarios vemos pronto una gran admiración hacia Friedrich Ebert, socialdemócrata, primer presidente de la República de Weimar, cuya repentinamente muerte en 1925 lamenta. Se opone ese mismo año a la candidatura del general Paul von Hindenburg para nuevo presidente. Sin embargo, lo apoyará en 1932, cuando el octogenario mariscal de campo derrotará ampliamente a Hitler en los comicios presidenciales.

Friedrich Ebert presidente de la república alemana entre 1919 y 1925, año de su muerte.

A lo largo de este periodo no se puede olvidar la publicación de La Montaña Mágica en 1925. Allí su crítica hacia el fascismo se evidencia cuando Hans Castorp dice al masón demócrata, Settembrini que, aunque sus ideas no son mejores (en el sentido de perfectas) son, sin duda, más honestas que las de Naptha, jesuita que defiende el pensamiento totalitario.

Paul von Hindenburg, presidente de Alemania entre 1925 y 1934, también muerto en el cargo. Thomas Mann apoyó su reelección en 1932.

Thomas Mann fue, con diferencia, el autor de su tiempo que combatió al fascismo. El mago de su relato, Mario y el mago no es otra cosa que un charlatán farsante que encandila a la gente con trucos, igual que Mussolini. En 1929, año que recibe el Premio Nobel, el esteta ya ha dejado atrás la jaula de oro, para convertirse en intelectual.
“Corres hacia el abismo Alemania” dice el autor de Doktor Faustus (1947). En 1933 Thomas Mann va de viaje por Europa para hacer unas conferencias sobre Wagner. Sus amigos le recomiendan que no vuelva. Checoslovaquia le concede la nacionalidad a él y su familia, para evitar que los Mann se conviertan en apátridas. Pronto su casa y otros bienes en Alemania son embargados.

Con la llegada al poder de Hiter Thomas Mann debe exiliarse.

El escritor no establece su residencia en Praga, sino en Zurich y después en EEUU cuya nacionalidad obtendrá en 1943. Un año y medio después de estallar la guerra el literato exiliado lleva a cabo una acción insólita, sin ningún paralelismo: inicia una serie de discursos radiofónicos contra los nazi, que se retransmitieron en Alemania.

“La guerra que vuestro Führer embustero achaca a los judíos, ingleses, masones […] en cuyas cadenas os veis sujetos!; una enrome, alocada aventura sin esperanza, un tremedal de sangre y crímenes, es en el que Alemania amenaza hundirse.” dice a los alemanes en noviembre de 1941.
Evita siempre dirigirse a sus compatriotas para hablarles de las grandes derrotas que van a sufrir de de 1942 en adelante. No desea ser visto como un enemigo de su patria, sino como un opositor al régimen:

“que el temor “¡Hay que aniquilar a los nazis!” no se convierta en “¡Hay que aniquilar a los alemanes.”

Les cuenta algunos detalles de su exilio y el padecimiento de los exiliados. Normalmente no centra la atención sobre sí mismo, pero en abril de 1945, en una alocución visiblemente emotiva, recuerda como trece años antes, poco antes de su inesperado exilio, recibió cartas de amenazas y un ejemplar de Los Buddembrook quemado.

Thomas Mann sigue luchando desde Los Angeles contra los nazis a través de la palabra.

Sí combate muy activamente el antisemitismo.

“Los judíos son casi siempre amigos de Alemania; y cuando llegue el momento […] tratarán de desaconsejar que se os pague con la misma moneda.” dice a sus compatriotas el 27 de agosto de 1942.

“Sobre Alemania se precipitan las fuerzas de la destrucción. Entre los escombros de nuestras ciudades engordan las ratas con carne de cadáver.”

No se me ocurre mejor testimonio literario del final de la guerra para Alemania que esta frase de Doktor Faustus. Thomas Mann siente la situación como un fracaso. Sus alocuciones pidiendo la rebelión contra Hitler, no han servido de nada. Los alemanes se han mantenido leales hasta el final.

Thomas Mann un ejemplar de Doktor Faustus entre las manos.

Irónicamente, tanto Roosvelt como Churchill consideraron la posibilidad de investir a Thomas Mann como presidente de la Alemania de la posguerra. Esta idea provenía de círculos bastante amplios de exiliados alemanes, que veían al escritor como un patriarca espiritual. Tal cargo, evidentemente, hubiese sido puramente nominal. El escritor Nobel lo rechazó, angustiado, antes de que la propuesta se materializase en algo oficial.

Sello conmemorativvo de Thomas Mann.

Jamás regresó a Alemania para vivir en ella. Muchos autores que se quedaron en Alemania, la mayoría colaboracionistas sin excusa, no dudaron en acusar al autor de La Montaña Mágica de haber contemplado la guerra desde un palco dorado, cual si su exilio hubiese sido un mero capricho. Se estableció de nuevo en Zurich, ya que McCarty empezó a acosarlo en los EEUU. Allí murió en 1955.


 Thomas Mann frente a un gramófono. Probablemente Wagner suena en esta foto.

Es muy posible ni sus Consideraciones ni sus alocuciones durante la Segunda Guerra Mundial ocupen un lugar destacado entre las obras completas de Thomas Mann. Realmente no pueden priorizarse por encima de sus grandes novelas y relatos. Sin embargo, tampoco deberían caer en el olvido. En ellas se constata la transformación de uno de los mayores genios de la literatura del S.XX. Thomas Mann jamás renunció a sus ansias de apolinia perfección artística, pero se transfiguró de desentendido esteta a intelectual comprometido con la sociedad de su tiempo.



Blibliografía Consultada:

KURZKE, Hermann. Thomas Mann. La vida como obra de arte. Una Biografía. Galaxia Gutemberg. Barcelona. 2003. Trad. Rosa Sala.
MANN, Thomas. Consideraciones de un apolítico. Capitán Swing Libros. Col. Entrelíneas. Salamanca. Febrero-2011. Trad. Grijalbo.
MANN, Thomas. Oíd, alemanes... Discursos radiofónicos contra Hitler. Península/Atalaya. Barcelona. 2003. Trad. Luis Tobío y Fernando Moreno.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Desorden


Pisaba tus ropas
desnudas de arrugas
en el suelo.
Y mientras yo avanzaba,
los colores
de tus camisas blancas
devoraban el polvo
maloliente
el de ceniza oscura.

Las baldosas
cubiertas por el manto
de tejidos
y de escorias disueltas
semejaban
piedras de un recto templo
que invitaban
a descalzar mis pasos.

Muy de cerca
tumbada en el sofá
que tu gato
arañó sañudo
recobraste
tu presencia corpórea:
suave y frágil
que te había robado
mi memoria.

Y ya de carne y hueso
compartimos
la comida y la tarde
como amigos.
Al amparo insalubre
de lo real,
tu hogareño desorden
recobró
esa esencia terrena
que después
mis ingratos recuerdos
volverían
hoy a mitificar.

12/8/2012
Eduard Ariza

martes, 4 de septiembre de 2012

Alberti y la pintura



 Rafael Alberti (1902-1999)

Poca gente sabe que el gran sueño de Rafael Alberti en su adolescencia era ser pintor, y no poeta. Su habilidad natural con las palabras le arrebató a los veinte años el pincel y sus predilectas acuarelas para ponerlo a escribir Marinero en tierra (1924).
Nunca abandonó su amor por la pintura. Durante un breve periodo de su etapa claramente vanguardista intentó incluso realizar un ejercicio que consistía en transcribir los sonidos en colores. De un modo bastante arbitrario, en función de su intensidad, timbre, agudeza y duración, el poeta gaditano pintaba a cada sonido con una línea más o menos larga, de un determinado color. Esta curiosa transcripción fonética terminó por aburrir a su autor, pues sus posibilidades se agotaron en seguida haciendo naufragar su vocación creativa en una sucesión de repeticiones.
Durante su etapa del exilio, Alberti escribió entre 1945 y 1954 una serie de poemas consagrados a los cuadros o a los pintores que habían significado algo para él. Tal composición vio la luz bajo el título de A la pintura. Poema del color y la línea. Sus composiciones se fueron enriqueciendo y ampliando, hasta quedar fijada en 1976 para las obras completas.
A continuación dejo algunos de los versos más encantadores de los que encontré en este poemario. En términos generales, mi criterio ha sido referirme a aquellos que hablan directamente de algún artista. Así puedo citarlo con una imagen. Si bien, también cito algunos poemas a elementos meramente conceptuales del mundo pictórico.

Piero Della Francesca. San Sebastián


“Arquitectura ilesa,
incólume armonía.
Pesa la geometría
y la luz también pesa.”
Piero Della Francesca

El Bosco. El jardín de las delicias (Detalle)

“El diablo hocicudo
ojipelambrudo
cornicapricudo
perniculimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquiconejea,
humea,
vente,a
peditrompetea
por un embudo.”
El Bosco

Tiziano. El rapto de Europa
“Tu música, su fuente calurosa.
Tu belleza, el concierto de su mano.
Tu gracia, su sonrisa numerosa.
Lúdica edad, preámbulo sonoro,
divina y fiel desproporción de oro.
[…] Bacanal de color: su mediodía.
Colorean los ríos los Amores,
Surtiendo en arco de sus ingles flores.”
Tiziano

 Goya. Saturno devorando a sus hijos (Detalle)

“En tu inmortalidad llore la Gloria.
Y sonría el Horror.”
Goya


 Picasso. La muerte del torero

“Del azul se arrancó el toro del toril,
del azul el toro del chiquero.
De azul se arrancó el toro.”
Picasso

 Corot. El punte de Ornans.

“Pintor de la sonrisa feliz y del aliento
desfallecido de los humos vagos,
silfo del bosque morador del viento,
hilo azul de la virgen de los lagos:
viera yo por los ojos tranquilos de tus puentes
el fluir encantado de la vida,
viera desde tus montes y valles transparentes
mi arboleda perdida.”
Corot

 Spilimbergo. Los vaqueros

“A ti la tierra debe oscuras grietas,
rastros profundos, huellas rotas.
El mar, ensimismadas terrazas, formas quietas,
velas cercanas y remotas.”
Lino Spilimbergo


“A ti, limpia, inmácula, expandida,
jubilosa, mojada, transparente.
Para el papel, su abrevadora frente,
agua primaveral, lluvia florida.”
A la acuarela

 Massaccio. La Trinidad

“A ti, engaño idea, por quien la vista
anhela hundirse, prolongada en mano,
yendo de lo cercano a lo lejano,
del hondo azul al pálido amatista.”
A la perspectiva

Velázquez. Las Meninas (Detalle)

“A ti, vara de música rectora,
concertante del mar que et abre el lino,
silencioso, empapado peregrino
de la noche, el crepúsculo y la aurora.
A ti, caricia que el color colora,
fino estilete en el operar fino,
escoba barredera del camino
que te ensancha, te oprime y te aminora.”
Al pincel

El impulso mimético que construye las artes en base a la imitación de la realidad, o por el conrario el deseo de escarpar de esta que han sentido varios movimientos constituyen las dos únicas tendencias posibles del mundo del arte. Son dos tendencias comunes a cualquier manifestación artística. En vista de esto, no es extraño que las artes puedan inicar un diálogo entre ellas, hablar las unas de las otras. Un pincel puede mostrar a un poeta cantando, un poeta componer una oda a unas pinturas.
De todos modos, entre la pintura y las palabras el funcionamiento es distintos. Las primeras constituyen una realidad que por semejanza remite a otra realidad más real que ellas mismas, o pone a prueba la realidad obligando a su espectador a reconocer que en su vida había visto antes algo parecido. Las palabras viven dentro de la mente y desde allí activan los nexos internos con la realidad, empezando el viaje desde el interior de cráneo.