jueves, 20 de enero de 2011

¿Libertad o Pan? II

En 1789, el pueblo francés sale a la calle pidiendo pan. La crisis de abastos llevaba arrastrándose desde mediados de siglo. El mantenimiento de un sistema inamovible sumado a las continuas malversaciones de fondos en cuestiones que en nada incumbían a la ciudadanía (la última de ellas irónicamente para financias el apoyo a la revolución norteamericana) arrastró a la nación al clima del hambre. El malestar popular fue canalizado por la burguesía para forzar la caída de la nobleza y del propio rey. Había entre los franceses el deseo de tener pan, de asaltar los cuarteles de aprovisionamiento del ejército, pero no latía en él un sentimiento de cambio político estatal y mucho menos un sentimiento republicana. Buena prueba de ella es el alzamiento monárquico en La Vendée en 1973, y posteriormente de Bretaña y Normandía, así como la guerrilla de “Los compañeros de Jehú” que compartían el mismo carácter que el de La Vendée. Estos movimientos “políticos” de revuelta demuestran cuan lejos se hallaba el pueblo francés de ideales ilustrados como el parlamentarismo. Fue la burguesía la mano que crearía el consistorio, luego del directorio, para degenerar, finalmente, en el autoritarismo imperial con una política expansionista.
En 1830, olvidando un poco toda la peripecia política y el romanticismo de una mujer exhibiendo la pureza de los pechos desnudos mientras ensalza la bandera tricolor, vemos una Francia regida una vez más por la nobleza, como antes de la primera revolución. La caída de Carlos X no se explica sin la intervención del ejército, y esta intervención no se explica sin el pago de la burguesía ansiosa por adueñarse del papel de la nobleza. El nuevo rey, Luis Felipe I de Orleans, fue, en palabras del célebre escritor Marcel Proust, a imponer la banca como nuevo organismo represor. Esto nos muestra hasta que punto estaba hipotecado se encontraba su trono.
Sin embargo, en 1846, una crisis económica sacudió toda Francia. La mala gestión del gabinete real hizo que la burguesía fuese a buscar a Luís Napoleón, a fin de recuperar un sistema donde el ejecutivo tuviese competencias amplias, a fin de salvaguardar sus propios intereses. También es cierto que un ejército añorado de las batallas del Primer Imperio, e incluso algún ánimo popular en esta línea pudo contribuir, pero no lo fueron más que un añadido, un plus, para justificar el movimiento de un sistema económico que ansiaba recalcitrarse en su forma autoritaria. Lo que movió a las mases en el 1848 no fue una idea política, fue sólo el deseo de conseguir el pan que llevaban dos años sin ver en la regularidad estimable. Una vez más, la ciudadanía se convertía en un ente preso de la desesperación sin deseos de autogobierno. Este hecho se patenta, cuando vemos que en 1870 Napoleón III convocó un sufragio para legitimar su monarquía, éste salió por un 80% de los votos (sin datos de pucherazo) y que en 1871 se proclamaba la Tercera República.

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