La novela novecentista es posiblemente unos de los géneros más poco elaborados de la historia. Paradójicamente es casi seguro que todo el mundo ha leído en algún momento una novela novecentista, Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.
Juan Ramón Jiménez
La base ideológica de este género a grades rasgos, como la de todo el novecentismo, la encontraríamos recogida en La deshumanización del arte de José Ortega y Gasset. La novel novecentista debe buscar pues huir de las emociones particulares. Alcanzar un ideal de atemporalidad. El objetivo de esta novela se basa en lograr el máximo deleite estético partiendo de la propia estética y a la vez seguir un hilo ligeramente constructivista. Aclarar esto último es difícil. Se puede decir que la novela debe perseguir ser útil, bien a través de la estética o encerrado un mensaje filosófico-moral. Sin embargo, su contenido ideológico no puede quedar limitado a la subjetividad, ni a las impresiones temporalmente pasajeras.
El resultado con el que nos encontramos es con una novela esencialmente descriptiva. Cuyo argumento queda reducido a la mínima expresión, ya que el autor no puede abordar la subjetividad ni el presente de los personajes. Todo debe realizarlo desde un “omnes manet hinc” muy difícil de sostener.
Manuel Azaña
Una forma es los cuadros de prosas poéticas de los que echa mano Juan Ramón. Otro grana autor novecentista es Manuel Azaña, autor de El jardín de los frailes y Fredesval. Azaña se aparta un poco de la rigidez de este movimiento al que perteneció sin tener plena consciencia. Su estilo, aunque próximo al noventayochista y muy particularmente cercano a la prosa de Azorín, es indudablemente novecentista. Tanto por el hincapié que hace sobre la descripción como por el mensaje interno atemporal en casi todos los sentidos.
Gabriel Miró
Un tercer autor novecentista es Gabriel Miró (Alicante 1879- Madrid 1930) en cuya obra constan Las cerezas del cementerio, El humo dormido o El obispo leproso. Esta última que he leído en dos ocasiones guarda el perfecto ideal del movimiento.
Si alguien me preguntase ¿de qué va El obispo leproso? Honestamente y tras dos lecturas le tendría que responder que no tengo ni idea. De forzarme un poco, podría decir que la historia se desarrolla en un pueblo murciano, Oleza, en un periodo de tiempo indefinido a finales del S. XIX. El hilo argumental de la historia gira entorno a cuatro personajes. El obispo que tiene lepra y que aparece en contadas ocasiones. El núcleo familiar de los Loriz, una familia aristocrática venida a menos, cuyo hijo Pablo es en cierto modo “el protagonista”: María Fulgencia una chiquilla que padece retraso menta hija de un diplomático. Su hermana gemela murió joven viviendo toda su vida en parálisis mental y su madre en el parto. Esta singular persona se enamora de la imagen de un ángel y insiste en entrar en un convento. Don Magín, secretario del obispo, es el último gran personaje. Intenta encauzar a María Fulgencia, la lleva al convento y la saca de él cuando ella decide marcharse. Su pasión secreta es la atractiva solterona del pueblo, doña Purita, quien se acabará marchando de Oleza para ir a Valencia.
Después de decir esto me asaltaría una gran sensación de vacío, porque aunque cuanto he dicho es verdad no hubiere narrado el verdadero argumento de la obra.
Todos estos personajes son excusas para el goce estético de una descripción barroca que sólo Gabriel Miró puede dominar. La narración como tal nula. Las descripciones de las fiesta del Corpus que tanto ocupan en la novela, los teje manejes de los Loriz con su endeudado olivar, o el obispo que consulta las reflexiones sobre Moisés cuando sospecha de su enfermedad son sencillas excusas al servicio de un deseo estético.
Me gusta la novela novecentista. Esto evidentemente es una opinión particular y subjetiva. Pero creo que debería reivindicarse porque encierra el verdadero sentido de la lectura el placer éxtasis de palabra.
Jo també crec, Eduard, que l'escriptura literària ha d'estar al servei de continguts interessants però sense oblidar mai l'estètica, essència, èxtasi, com bé dius del gaudi de la paraula.
ResponderEliminarVaig llegir "Platero y yo" i és realment moltm valuosa. D'Azaña no conec res i de Gabriel Miró "Las cerezas del cementerio" que em va agradar i vaig trobar molt audaç.
M'ha agradat el teu escrit. Continua!
Glòria realment ets molt atenta ja pensava que "neonovecentismo" havia estat abandonat.
ResponderEliminarA Azaña el conect jo per una empatia personal que sento cap al personatge. De fet, va ser a arrel d'interessar-me pel polític que vaig conèixer l'escriptor. En qualsevol cas, crec que si el seu nom no conitnués sent un tabú, en parlaríem més dels seus llibres.
Em fa immensament feliç això que t'agradi el meu escrit. No pateixis que penso continuar.
Platero y tu pertenece a la etapa modernista de JRJ.
ResponderEliminarGabriel Miró fué uno de los escritores más importantes de Europa en su época.
ResponderEliminarLos españoles no valoramos lo que tenemos...
Ollera es Orihuela y no pertenece a Murcia, sino a Alicante...
ResponderEliminarEl pueblo de Oleza no está en Murcia es Orihuela en Alicante, el pueblo nacimiento del poeta Miguel Hernández.
ResponderEliminarEfectivamente tanto "El Obispo leproso" como Nuestro Padre San Daniel, que son un novela en dos tomos no tienen trama, son novelas destripcitas modernistas como "La Voluntad" 1902 de Azorín. Pasan cosas y ya está. El goce reside, como bine dices, en su lectura y su rico volcabulario, con en "Años y leguas". Un abrazo y a seguir.