viernes, 11 de mayo de 2012

Crónica de la Universidad de Barcelona III

[Se recuerda que abajo se encuentra la traducción al catalán.]

La estética de la bandera, tanto si ondea al viento como si extiende gacha sus colores, cautiva a quien la mira. A decir verdad, siempre he pensado que sólo los prejuicios ideológicos nos impiden admirar la belleza del desfile militar. Del mismo modo, son esos mismos prejuicios los que nos permiten ver sin horrorizarnos las turbas estruendosas que suelen ser, por norma general, las manifestaciones. Sin embargo, cuando el dos de mayo pasé por delante de la puerta principal del edificio histórico de la UB, las tres banderas allí izadas me sorprendieron. La española monárquica y la senyera catalana se reconocían bien, la tercera no supe identificarla. No me pareció que fuese la de Barcelona, aunque tampoco conocía demasiado la enseña municipal. ¿Pero por qué ondeaban? Un día de cada día, aquellos mástiles estaban desnudos. El día del trabajo no parecía un motivo típico para que la UB las izase, y mucho menos el día de la comunidad de Madrid.
Aparté mis preguntas y fui a clase. Habían empezado las jornadas de huelgas continuadas que incomprensiblemente, incluso cuando se hablaba en castellano, se llamaron de “vaga continuada”. En la clase fuimos muy pocos, menos de quince quizás. Mi intención era cursar las clases y quedarme luego a las protestas o asambleas que tuviesen lugar. Sin embargo, tan pronto como Jimena empezó su discurso académico, se oyeron varias sirenas y chillidos de megáfono. No tardaron en llegar a nuestra planta (la segunda de las cinco que tiene el edificio nuevo). Abrieron las puertas de cada aula, encendieron de nuevo las sirenas, ahora con mayor potencia.
Entró una chica entre esperpéntica y almodovariana. Para el barullo que había armado, se limitó a recordar con tono vergonzosamente humilde que había una asamblea a las doce y media Nos pidió que asistiésemos “Si no, nos quedaremos en minoría” y salió sin mediar más palabra.
Fuera siguieron gritando sus consignas. Una de ellas me hizo particular gracia: “Si no estudiamos todas, no estudia nadie”. Al principio achaqué el uso del femenino a que en nuestra facultad (como la mayoría) hay más alumnas que alumnos, pero no. Después de preguntar a la chica que había entrado antes, descubrí que, a fin de lograr la paridad morfológica, compensaban el “nadie” masculino con la forma femenina de “todo”. ¿El sistema se podría aplicar a textos largos o a charlas espontáneas? me pregunté para mí mismo. También recordé que en alemán las formas del plural coinciden con las del femenino singular, sin que la lengua de Goethe se convirtiese, por ello, en feminista.
Como no se pudo seguir con la clase, ésta se suspendió y salimos afuera. Quienes organizaron todo el jaleo tenían, tal vez sólo a mis ojos, un aspecto variopinto. Particularmente uno que parecía el más exaltado; llevaba gafas de sol espejo, un cinturón de balas y un sombrero que parecía un sombrero de copa nacido prematuramente, por lo que no había visto reducido su tamaño. Reconozco que me disgustaron aquellas malas formas. Tanto ruido, para no leer ni siquiera un manifiesto… El discurso me parecía importante. ¿Cómo no se iban a quedar “en minoría” a las 12:30? Aquellos mecanismos de presión vacíos de contenido sólo podían terminar provocando efectos contraproducentes. Al final, los movimientos de protesta terminarán siendo meros eslóganes sin argumentar, como los partidos políticos, o peor; no tendrán jerarquía que posibilite su coordinación.
Mi amiga Ester había tenido una iniciativa curiosa, un aula de estudio en la plaza universidad. Tan pronto como se me pasó el disgusto estético, recordé lo que opinaba de los recortes y me encaminé hacia allí. Estaban justo en el centro de la plaza, sin árboles ni parasoles que los protegiesen del áspero sol. Se habían sentado en el suelo entorno a una farola. A su alrededor habían pegado varias pancartas al suelo con cinta aislante. Reconocía a Ester enseguida. Sus mofletes habían enrojecido. Mucho temí que se le quemasen más a lo largo de la mañana, tenía la piel tan blanca. Mi propia piel se me antojaba un problema. De pigmentación muy débil, es poco tolerante a las largas exposiciones al sol. Por suerte llevaba manga larga. Por su parte, Ester no mostraba el menor amago de preocupación, al contrario, se descubrió los hombros para ponerse morena, mientras leía El señor presidente, lectura obligatoria de hispanoamericana. Reconocí a varias amigas suyas, también a un chico rubio y algo mayor que nosotros:
-Me llamo Cristian.
Casi de inmediato nos intercambiamos el móvil. A él ya lo tenía visto en alguna otra parte. Indagué en mi memoria dónde podía ser, pero no se me ocurrió nada.
Al poco rato llegaron los chicos que habían montado el barullo con nuevas pancartas que poner. Debo reconocer, lo digo con sincero halago, que sabían captar la atención de la gente mucho mejor que nosotros. Ester, sin embargo, se mantuvo cuidadosa sobre que pancartas se colgaban. Excluyó, con mucha sutileza, algunas del estilo “Mucha Policia Poca Educación”. Lo preferible era ceñirse aquello que nos atañía directamente. Cristian y ella, con la ayuda de los otros chicos, ataron dos largas tiras de cinta aislante entre dos árboles de la plza. En ellas colgaron pancartas con datos clarísimos: cuánto iban a subir las tasas, 50-66%; cuánto implicaba pagar, 1700€; la cifra de despidos de profesores… Las principales preguntas que un ciudadano corriente pudiese tener sobre el daño que los recortes infligirían a la universidad se respondían allí.
Un coche de limpieza del ayuntamiento llegó a la plaza. Por un momento temimos que íbamos a ser desalojado con el mayor de los desprecios. Tras dudar un instante, decidí acercarme. La mujer que conducía el vehículo me aseguró, y así sucedió, que iban a respetar nuestro espacio. Le di las gracias por ello y volví con mis compañeros para advertirles que no nos eran hostiles.
Un señor de polo rojo le hizo una pregunta a Cristian. No la oí bien, así que me tendrá que disculpar el lector que no la escriba. El hombre, luego de unos minutos de charla con él, se acuclilló en el suelo, para recostarse inmediatamente y continuar departiendo tranquilo con más comodidad. Otra chica se les unió. La gente mayor no podía entender el recelo de los jóvenes a encontrar un líder que nos coordinase. Sencillamente, era el resultado de aceptar que nadie era mejor que tú; también influía el descrédito al que se había sometido al sufragio por haber llevado a tantos peleles al poder. Además, el perfil de carácter típicamente juvenil no se interesaba por el mando, a la vez que carecía, por la educación recibida, de capacidad para desarrollar constructivamente una idea, profundizando en la misma durante un cierto periodo de tiempo.
Nuestra profesora de hispanoamericana se había comprometido a venir a la plaza a darnos clase allí, y cumplió su promesa. El evento revolucionario adquirió así a una heroína, porque es muy heroico dar clase en la vía pública, entre coches y griterío urbano, sin megáfono, cuando tienes nódulos en las cuerdas vocales.
Regresé al edificio antes de dirigirme al metro. Me dolía la cabeza por culpa de la insolación y necesitaba refrescarme un poco las sienes. En el pasillo escuché a unas compañeras:
-¡Tanta vaga y tanta asamblea! ¡Estoy hasta los cojones!
-Es que parece que les salga gratis. Pagan 1.200€ y luego no hacen clase.
Sentí una cierta empatía hacia aquellas opiniones. El movimiento estudiantil estaba desordenado y, como yo, dividido, sin un criterio claro. De modo que se debilitaba con el simple curso de las horas. Sin embargo, cuatro horas después, hasta sentía un cierto aprecio por quienes nos habían sacado de clase a primera hora. ¡Cuánta contradicción!
En el metro cedí el asiento a una mujer sexagenaria que venía muy acalorada. No pude apoyarme contra la pared de la puerta más cercana, porque en esa parte del vagón había una mujer chica que llevaba a su bebé en su cochecito. El pequeño jugaba con las mangas de su traje de puntillas, como lo hubiese hecho con un sonajero. Tuve la impresión de que sus ojitos alargados, casi sajados en aquel rostro ovalado y a la vez rectangular, me miraban ligeramente.
-Gracias hijo –repitió de nuevo entre respiraciones convulsas la mujer cuyo rostro seguía rojo.
Eché un paso atrás para agarrarme mejor a la barra.
-Lo siento.
Era una chica de mi edad, con la carpeta de la UB bajo el brazo, que casi me pega un pisotón.
En medio de aquel triángulo de presencias, algo (más que la cabeza) dolió dentro de mí. Sentí ganas de llorar, aunque el mi reflejo sobre el cristal del vagón me devolviese un rostro rígido de indiferencia.


L'estètica de la bandera, tant si oneja al vent com si estén caiguda els seus colors, captiva a qui la mira. Francament, sempre he pensat que només els prejudicis ideològics ens impedeixen admirar la bellesa de la desfilada militar. De la mateixa manera, són aquests mateixos prejudicis els que ens permeten veure sense horroritzar-nos les torbes fragoroses que solen ser, per norma general, les manifestacions. No obstant això, quan el dos de maig vaig passar per davant de la porta principal de l'edifici històric de la UB, les tres banderes allí hissades em van sorprendre. L'espanyola monàrquica i la senyera catalana es reconeixien bé, la tercera no vaig saber identificar-la. No em va semblar que anés la de Barcelona, encara que tampoc coneixia massa l'ensenya municipal. Però per què onejaven? Un dia de cada dia, aquells mastelers estaven nus. El dia del treball no semblava un motiu típic perquè la UB les hissés, i molt menys el dia de la comunitat de Madrid.
Vaig apartar les meves preguntes i vaig anar a classe. Havien començat les jornades de vagues continuades que incomprensiblement, fins i tot quan es parlava en castellà, es van cridar de “vaga continuada”. En la classe vam ser molt pocs, menys de quinze potser. La meva intenció era cursar les classes i quedar-me després a les protestes o assemblees que tinguessin lloc. No obstant això, tan aviat com Jimena va començar el seu discurs acadèmic, es van sentir diverses sirenes i xiscles de megàfon. No van trigar a arribar a la nostra planta (la segona de les cinc que té l'edifici nou). Van obrir les portes de cada aula, van encendre de nou les sirenes, ara amb major potència.
Va entrar una noia entre esperpèntica i almodovariana. Per a l'aldarull que havia armat, es va limitar a recordar amb to vergonyosament humil que hi havia una assemblea a dos quarts d'una Ens va demanar que assistíssim “Si no, ens quedarem en minoria” i va sortir sense intervenir més paraula.
Fora van seguir cridant les seves consignes. Una d'elles em va fer particular gràcia: “Si no estudiem totes, no estudia ningú”. Al principi vaig atribuir l'ús del femení al fet que en la nostra facultat (com la majoria) hi ha més alumnes que alumnes, però no. Després de preguntar a la noia que havia entrat abans, vaig descobrir que, a fi d'aconseguir la paritat morfològica, compensaven el “ningú” masculí amb la forma femenina de “tot”. El sistema es podria aplicar a textos llargs o a xerrades espontànies? em vaig preguntar per a mi mateix. També vaig recordar que en alemany les formes del plural coincideixen amb les del femení singular, sense que la llengua de Goethe es convertís, per això, en feminista.
Com no es va poder seguir amb la classe, aquesta es va suspendre i sortim fora. Els qui van organitzar tot l'ovaciono tenien, tal vegada només als meus ulls, un aspecte assilvestrat. Particularment un que semblava el més exaltat; portava ulleres de sol mirall, un cinturó de bales i un barret que semblava un barret de copa nascut prematurament, per la qual cosa no havia vist reduït la seva grandària. Reconec que em van disgustar aquelles males formes. Tant soroll, per no llegir ni tan sols un manifest… El discurs em semblava important. Com no s'anaven a quedar “en minoria” a les 12:30? Aquells mecanismes de pressió buits de contingut només podien acabar provocant efectes contraproduents. Al final, els moviments de protesta acabaran sent mers eslògans sense argumentar, com els partits polítics, o pitjor; no tindran jerarquia que possibiliti la seva coordinació.
La meva amiga Ester havia tingut una iniciativa curiosa, un aula d'estudi a la plaça universitat. Tan aviat com se'm va passar el disgust estètic, vaig recordar el que opinava de les retallades i em vaig encaminar cap a allí. Estaven just en el centre de la plaça, sense arbres ni parasols que els protegissin de l'aspre sol. S'havien assegut en el sòl entorn d'un fanal. Al seu al voltant havien pegat diverses pancartes al sòl amb cinta aïllant. Reconeixia a Ester de seguida. Les seves galtes de pa havien enrogit. Molt vaig témer que se li cremessin més al llarg del matí, tenia la pell tan blanca. La meva pròpia pell em semblava un problema. De pigmentació molt feble, és poc tolerant a les llargues exposicions al sol. Per sort portava màniga llarga. Per la seva banda, Ester no ensenyava la menor mostra de preocupació, al contrari, es va descobrir les espatlles per posar-se bruna, mentre llegia El senyor president, lectura obligatòria d'hispanoamericana. Vaig reconèixer a diverses amigues seves, també a un noi ros i alguna cosa major que nosaltres:
-Em dic Cristian.
Gairebé immediatament ens intercanviem el mòbil. A ell ja ho tenia vist en alguna altra part. Vaig indagar en la meva memòria on podia ser, però no se'm va ocórrer gens.
A la poca estona van arribar els nois que havien muntat l'aldarull amb noves pancartes que posar. Haig de reconèixer, ho dic amb sincer afalac, que sabien captar l'atenció de la gent molt millor que nosaltres. Ester, no obstant això, es va mantenir acurada sobre que pancartes es penjaven. Va excloure, amb molta subtilesa, algunes de l'estil “Molta Policia Poca Educació”. El preferible era cenyir-se allò que ens concernia directament. Cristian i ella, amb l'ajuda dels altres nois, van lligar dues llargues tires de cinta aïllant entre dos arbres de la plaça. En elles van penjar pancartes amb dades claríssimes: quant anaven a pujar les taxes, 50-66%; quant implicava pagar, 1700€; la xifra d'acomiadaments de professors… Les principals preguntes que un ciutadà corrent pogués tenir sobre el dany que les retallades infligirien a la universitat es responien allí.
Un cotxe de neteja de l'ajuntament va arribar a la plaça. Per un moment vam témer que anàvem a ser desallotjat amb el major dels menyspreus. Després de dubtar un instant, vaig decidir apropar-me. La dona que conduïa el vehicle em va assegurar, i així va succeir, que anaven a respectar el nostre espai. Li vaig donar les gràcies per això i vaig tornar amb els meus companys per advertir-los que no ens eren hostils.
Un senyor de pol vermell li va fer una pregunta a Cristian. No la vaig sentir bé, així que m'haurà de disculpar el lector que no l'escrigui. L'home, després d'uns minuts de xerrada amb ell, es agenollar en el sòl, per recolzar-se immediatament i continuar departint tranquil amb més comoditat. Una altra noia se'ls va unir. La gent gran no podia entendre el recel dels joves a trobar un líder que ens coordinés. Senzillament, era el resultat d'acceptar que ningú era millor que tu; també influïa el descrèdit al que s'havia sotmès al sufragi per haver portat a tants esquenadrets al poder. A més, el perfil de caràcter típicament juvenil no s'interessava pel comandament, alhora que mancava, per l'educació rebuda, de capacitat per desenvolupar constructivament una idea, aprofundint en la mateixa durant un cert període de temps.
La nostra professora d'hispanoamericana s'havia compromès a venir a la plaça a fer-nos classe allí, i va complir la seva promesa. L'esdeveniment revolucionari va adquirir així a una heroïna, perquè és molt heroic fer classe en la via pública, entre cotxes i cridòria urbana, sense megàfon, quan tens nòduls en les cordes vocals.
Vaig tornar a l'edifici abans d'anar al metro. Em dolia el cap per culpa de la insolació i necessitava refrescar-me una mica les temples. En el passadís vaig escoltar a unes companyes:
-Tanta vaga i tanta assemblea! Estic fins als collons!
-És que sembla que els surti gratis. Paguen 1.200€ i després no fan classe.
Vaig sentir una certa empatia cap a aquelles opinions. El moviment estudiantil estava desordenat i, com jo, dividit, sense un criteri clar. De manera que s'afeblia amb el simple decurs de les hores. I no obstant això, quatre hores després, fins a sentia una certa estima per els qui ens havien tret de classe a primera hora. Quanta contradicció!
En el metre vaig cedir el seient a una dona sexagenària que venia molt acalorada. No vaig poder recolzar-me contra la paret de la porta més propera, perquè en aquesta part del vagó hi havia una dona noia que portava al seu bebè en el seu cotxet. El petit jugava amb les mànigues del seu vestit de puntetes, com l'hagués fet amb un sonall. Vaig tenir la impressió de que els seus ullets allargats, gairebé *sajados en aquell rostre ovalat i alhora rectangular, em miraven lleugerament.
-Gràcies fill –va repetir de nou entre respiracions convulses la dona el rostre de la qual seguia vermell.
Vaig tirar un pas enrere per agarrar-me millor a la barra.
-Ho sento.
Era una noia de la meva edat, amb la carpeta de la UB sota el braç, que gairebé em pega una trepitjada.
Enmig d'aquell triangle de presències, alguna cosa (més que el cap) va doldre dins de mi. Vaig sentir ganes de plorar, encara que el meu reflex sobre el cristall del vagó em retornés un rostre rígid d'indiferència.

4 comentarios:

  1. Benvolgut Eduard,
    Per falta de temps m'he endarrerit i tinc pendents les teves interessants cròniques.
    He fet un cop d'ull a aquesta que té molta substància però només m'he quedat en què el prejudicis ens impedeixen veure la bellesa d'una desfilada militar. Estic d'acord. Jo faig abstracció dels prejudicis i veig una magnífica coreografia.
    Amb afecte!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La veritat és que crec que m'han quedat malhauradament llargues, però no sabia com escursar-les sense perjudicar-ne el contingut. Ves fent traquil·la atenta Glòria.

      Eliminar
  2. Ei Eduard!
    Sóc l'Alba, de l'ATN! Acabo de trobar-me amb el teu blog i li estic fent una ullada:) Aquestes cròniques són d'allò més útils per veure l'evolució del moviment estudiantil a la central(ets un punt de vista conegut amb una veu clara que busca reproduir allò que s'esdevé al seu voltant). Als instituts també ens mobilitzem i secundem les vostres manifestacions.

    Està clar que s'està atacant un dels sectors menys apropiats per fer retallades, però això de fer vaga perquè ens apugen les tasses i perdre hores que has pagat és una mica contradictori... Jo em trobo en la incertesa i amb la visió que falta una organització que no ens perjudiqui a nosaltres mateixos...

    M'ha agradat trobar el teu blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, et recordo molt bé. Per part meva, només sóc un transmissor. Jo explico de manera objectiva les coses que veig. La mínima dossi de càrrega literària només hi és per alleugerir una mica el missatge. Intento ser objectiu amb la realitat que poder sempre és una mica contradictòria.

      Eliminar