viernes, 18 de mayo de 2012

Crónica de la Universidad de Barcelona IV

Que escondidos quedaban los pies de Ester entre las gradas de madera. Me fijé en ellos, al entrar. Sus uñas sobresalían luminosas, pintadas de rojo, por la obertura de unas sandalias de tela, elegantemente elevadas por esos tacones rústicos de esparto. Normalmente nunca le presto atención a los zapatos, pasa que, por aquel entonces, tenía en mente regalarle a otra amiga unas sandalias para su cumpleaños. Dado que no uso a menudo el calzado femenino, aprovechaba cuando estaba rodeado de gente para buscar modelos.
-Hola –me saludó Ester.- ¿Te quedarás a la una?
-¿A qué?
-Hay asamblea.
“¡Otra!” pensé para mí. Nuestra profesora de hispanoamericana lo había expresado mejor que nadie. Cuando nos vimos a la semana siguiente, después de haber dado clase en la plaza, nada más entrar en clase nos espetó: “Parece que todo sigue igual”. No lo dijo malhumorada, quizás sí algo sarcástica, aunque en el recuerdo más bien sonaba melancólico. Con aquellas simples palabras le puso voz a la apatía que reinaba en el aula. ¡Todo seguía igual! Era lamentable.
Ya en mi asiento, empecé a tomar notas del discurso que la profesora realizaba sobre la poesía de Garcilaso. Para mí, la asamblea, pensaba mientras tanto, suponía una molestia. Estos pretendidos actos masivos, rara vez superaban dentro de la universidad a las sesenta personas. Sólo en ocasiones muy concretas, al amparo de circunstancias inusuales, congregaban a mucha gente en proporción al conjunto. Si bien es cierto que muy a menudo a estas ocasiones las acompañaban numerosas ausencias de gente que se quedaba en sus casas, con lo que era más fácil reunir a quien viniese. Sesenta personas, en cualquier caso, no podían constituirse en voluntad del movimiento estudiantil, menos aún si en el conjunto no se lo habíamos pedido.
-Dicen que si no viene nadie más tendrán que hacerlo ellos solos. –me dijo una amiga de la Universidad Autónoma de Barcelona, la otra gran universidad pública de la provincia, donde las huelgas, pese a ser infructuosas en el avance de las reivindicaciones, proseguían obstruyendo el curso natural de las clases.- No llegan ni al 30% de los alumnos. Hace poco hicimos una asamblea para votar si parábamos aquello o no. Fue más gente de la habitual, pero seguimos siendo cuatro gatos. Votamos y sólo el 40% lo hizo a favor de prolongar la huelga. Pero nada, al día siguiente ya encontramos carteles y pitadas que decía “40%, no nos rendiremos”.
-Esa vanidad… Me recuerdan un poco a esos dictadores de entreguerras o más bien a los caudillos latinoamericanos: “Como hay un vacío y aquí nadie hace nada, pues me veo obligado a tomar la iniciativa.” Sólo que en lugar de ser un sujeto individual, son agrupaciones ruidosas. Digo yo que primero habrá que preguntarle a la gente si desea hacer algo ¿o no es bucólico hundirse en el barco con la orquesta sonando de fondo? Un Malher, para mí, por favor.
-Mira que eres bruto… Pero te doy bastante la razón en lo primero.
-Luego a mí me llaman fascista, a mí que no pretendo conducir a nadie.
-¡No me jodas! ¿Por qué?
-¡Bah! No le des importancia, que no la merece. Le cuestioné a una chica cómo llevaban las convocatorias. Con buenos modos, por supuesto, le confesé que no veía su utilidad, tal como se planteaban. Así que ella me llamó fascista.
-¡Qué imbécil! Igual pensó que sabe lo que significa “fascista”.
-¡Bah! Entendí muy bien lo que pretendió decirme. Ella quería llamarme “resignado”, pero “fascista” debió sonarle más hiriente.
Sí, soy hombre resignado, lo soy y no me arrepiento. Se vive más descansado, más cerca de la realidad. La política no me interesa más que el futbol a un buen aficionado. En aquellas semanas muchos discutían una, otra, otra, otra y otra vez sobre qué equipos descenderían a segunda, ahora que ya se había coronado el Real Madrid como campeón de la Liga; sin llegar nunca a ninguna conclusión más concreta que antes de empezar la conversación. Del mismo modo, yo disfrutaba discutiendo, con mis contados amigos y muy especialmente con mi padrastro, sobre la composición del parlamento griego resultante de los recientes comicios, las posibilidades de formar gobierno, los escaños que habían obtenido los neonazis, si podrían los griegos permanecer en la UE, o el papel que ejercía aquel venerable anciano que presidía la República Helénica. No dedicaba más empeño a aquellas cuestiones que los futboleros, ni pretendía dotarlas de un objetivo más definido. Confieso que me parecía más enriquecedores mis temas (como a los futboleros más entretenidos los suyos); pero aparte de esto, sólo jugaba con las palabras para divertir mi vida. Así participaba yo de la política, poco aconsejable me parecía –y me sigue pareciendo- vivirla de otro modo.
A los cuarenta minutos de clase se oyeron gritos de protesta fuera. Los estudiantes, en esta ocasión muchísimos, tomaron veinte minutos plaza Universidad, en acto de protesta. Nosotros seguimos en clase. Al terminar Ester se acercó a mí:
-¿Te vienes?
-¿A la asamblea? Vale, pero dame un minuto que fotocopie unos apuntes.
En vez de ir al edificio nuevo en cuya planta baja se ubicaba la copistería, preferí subir a la biblioteca para usar las fotocopiadoras de allí. Quiso la casualidad que oyese la siguiente conversación:
-Menos mal que hoy la asamblea se hace una hora más tarde, que yo a última hora tenía un examen.
-No te preocupes.
Me fijé en ellos detenidamente, pero sin dejar de andar. Eran de los organizadores de todo el folclore revolucionario. De los que nos sacaron de las clases hacía una semana. Cualquier otro se hubiese enfadado, yo sólo pensé en cómo contarlo manteniendo mi imparcialidad. Me faltó tiempo para hacer las fotocopias y bajar las escaleras. Es incomodo llegar a un acto cuando ya ha empezado.
-¿Vas a la asamblea? –me preguntó un chico mayor que yo, al pasar por su lado. Estaba colgando en uno de los corchos del claustro un gran cartel panfletario, sin importarle el espacio que ocupaba.
-¡Por supuesto! –lo admito, mi entonación fue bastante irónica.
-¡Haces bien! ¡Todos hacemos falta! –exclamó melodramático.
Busqué a Ester y sus amigas en el círculo de unas sesenta personas. En ellas encontraba yo el áureo carácter humano que se compromete sin entregarse a excesos banales ni renunciar al trabajo. Mucho tenían de ideólogas aquellas chicas. Cualquier idealista se hubiese desesperado al ver que todo seguía igual que ayer y todo seguiría igual mañana. Yo, el apagado, el indiferente, me sentí muy feliz de sentarme diez minutos entre aquellas chicas mientras escuchaba trivialidades populistas. Tuve que irme pronto, pues en casa me esperaban para comer.

[Traducció al català.]

 Que amagats quedaven els peus d'Ester entre les graderies de fusta. Em vaig fixar en ells, en entrar. Les seves ungles sobresortien lluminoses, pintades de vermell, per l'obertura d'unes sandàlies de tela, elegantment elevades per aquests talons rústics d'espart. Normalment mai li paro esment a les sabates, pansa que, aleshores, tenia en ment regalar-li a una altra amiga unes sandàlies per al seu aniversari. Atès que no uso sovint el calçat femení, aprofitava quan estava envoltat de gent per buscar models.
-Hola –em va saludar Ester.- Et quedaràs a la una?
-A què?
-Hi ha assemblea.
“Altra!” vaig pensar per a mi. La nostra professora d'hispanoamericana ho havia expressat millor que ningú. Quan ens vam veure a la setmana següent, després d'haver fet classe a la plaça, gens més entrar en classe ens va etzibar: “Sembla que tot segueix igual”. No ho va dir malhumorada, potser sí alguna cosa sarcàstica, encara que en el record més aviat sonava malenconiós. Amb aquelles simples paraules li va posar veu a l'apatia que regnava a l'aula. Tot seguia igual! Era lamentable.
Ja en el meu seient, vaig començar a prendre notes del discurs que la professora realitzava sobre la poesia de Garcilaso. Per a mi, l'assemblea, pensava mentrestant, suposava una molèstia. Aquests pretesos actes massius, rares vegades superaven dins de la universitat a les seixanta persones. Només en ocasions molt concretes, a l'acaparo de circumstàncies inusuals, congregaven a molta gent en proporció al conjunt. Si bé és cert que molt sovint a aquestes ocasions les acompanyaven nombroses absències de gent que es quedava a les seves cases, amb el que era més fàcil reunir a qui vingués. Seixanta persones, en qualsevol cas, no podien constituir-se en voluntat del moviment estudiantil, menys encara si en el conjunt no l'hi havíem demanat.
-Diuen que si no ve ningú més hauran de fer-ho ells sols. –em va dir una amiga de la Universitat Autònoma de Barcelona, l'altra gran universitat pública de la província, on les vagues, malgrat ser infructuoses en l'avanç de les reivindicacions, prosseguien obstruint el curs natural de les classes.- No arriben ni al 30% dels alumnes. Fa poc vam fer una assemblea per votar si paràvem allò o no. Va ser més gent de l'habitual, però seguim sent quatre gats. Votem i només el 40% ho va fer a favor de perllongar la vaga. Però gens, l'endemà ja trobem cartells i xiulades que deia “40%, no ens rendirem”.
-Aquesta vanitat… Em recorden una mica a aquests dictadors d'entreguerres o més aviat als cabdills llatinoamericans: “Com hi ha un buit i aquí ningú fa gens, doncs em veig obligat a prendre la iniciativa.” Només que en lloc de ser un subjecte individual, són agrupacions sorolloses. Dic jo que primer caldrà preguntar-li a la gent si desitja fer alguna cosa o no és bucòlic enfonsar-se en el vaixell amb l'orquestra sonant de fons? Un Malher, per a mi, per favor.
-Mira que ets burru… Però et dono bastant la raó en el primer.
-Després a mi em criden feixista, a mi que no pretenc conduir a ningú.
-No em fotis! Per què?
-Bah! No li donis importància, que no la mereix. Li vaig qüestionar a una noia com portaven les convocatòries. Amb bones maneres, per descomptat, li vaig confessar que no veia la seva utilitat, tal com es plantejaven. Així que ella em va cridar feixista.
-Quin imbècil! Igual va pensar que sap el que significa “feixista”.
-Bah! Vaig entendre molt bé el que va pretendre dir-me. Ella volia cridar-me “resignat”, però “feixista” va haver de sonar-li més feridor.
Sí, sóc home resignat, ho sóc i no em penedeixo. Es viu més descansat, més prop de la realitat. La política no m'interessa més que el futbol a un bon afeccionat. En aquelles setmanes molts discutien una, una altra, una altra, altra i una altra vegada sobre quins equips descendirien a segona, ara que ja s'havia coronat el Reial Madrid com a campió de la Lliga; sense arribar mai a cap conclusió més concreta que abans de començar la conversa. De la mateixa manera, jo gaudia discutint, amb els meus explicats amics i molt especialment amb el meu padrastre, sobre la composició del parlament grec resultant dels recents comicis, les possibilitats de formar govern, els escons que havia obtingut els neonazis, si podrien els grecs romandre en la UE, o el paper que exercia aquell venerable ancià que presidia la República Hel·lènica. No dedicava més obstinació a aquelles qüestions que els "futboleros", ni pretenia dotar-les d'un objectiu més definit. Confesso que em semblava més enriquidors els meus temes (com als "futboleros" més entretinguts els seus); però a part d'això, només jugava amb les paraules per divertir la meva vida. Així participava jo de la política, poc aconsellable em semblava –i em segueix semblant- viure-la d'una altra manera.
Als quaranta minuts de classe es van sentir crits de protesta fora. Els estudiants, en aquesta ocasió moltíssims, van prendre vint minuts plaça Universitat, en acte de protesta. Nosaltres seguim en classe. En acabar Ester es va apropar a mi:
-Et véns?
-A l'assemblea? Val, però dóna'm un minut que fotocopiï unes anotacions.
En comptes d'anar a l'edifici nou en la planta baixa del qual se situava la copisteria, vaig preferir pujar a la biblioteca per usar les fotocopiadores d'allí. Va voler la casualitat que sentís la següent conversa:
-Encara sort que avui l'assemblea es fa una hora més tard, que jo a última hora tenia un examen.
-No et preocupis.
Em vaig fixar en ells detingudament, però sense deixar de caminar. Eren dels organitzadors de tot el folklore revolucionari. Dels quals ens van treure de les classes feia una setmana. Qualsevol un altre s'hagués enfadat, jo només vaig pensar en com explicar-ho mantenint la meva imparcialitat. Em va faltar temps per fer les fotocòpies i baixar les escales. És incomodo arribar a un acte quan ja ha començat.
-Vas a l'assemblea? –em va preguntar un noi major que jo, en passar pel seu costat. Estava penjant en un dels suros del claustre un gran cartell panfletari, sense importar-li l'espai que ocupava.
-Per descomptat! –ho admeto, la meva entonació fou bastant irònica.
-Fas bé! Tots fem falta! –va exclamar melodramàtic.
Vaig buscar a Ester i les seves amigues en el cercle d'unes seixanta persones. En elles trobava jo el daurat caràcter humà que es compromet sense lliurar-se a excessos banals ni renunciar al treball. Molt tenien d'ideòlogues aquelles noies. Qualsevol idealista s'hagués desesperat en veure que tot seguia igual que ahir i tot seguiria igual matí. Jo, l'apagat, l'indiferent, em vaig sentir molt feliç d'asseure'm deu minuts entre aquelles noies mentre escoltava trivialitats populistes. Vaig haver d'anar-me aviat, doncs a casa m'esperaven per menjar.

2 comentarios:

  1. La verdad es que estoy bastante de acuerdo con muchas cosas de las que dices en esta entrada. Creo que es una lástima que en una facultad de humanidades, sean las ideas las que fluyen en menores cantidades, haciéndolo en su lugar una serie de propuestas de actos simbólico-vandálicos. Parece que pueda más la adrenalina que la verdadera consciencia, ni tan siquiera ya el romanticismo utópico de la juventud. Tras todo hombre de "armas y letras" debería, ante todo, haber un sincero humanista, y tal vez es esto -y la hipocresía-, lo que falla.

    Te sigo, de paso ;)

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    1. Hola Andrea ;)
      Muchas gracis por seguirme. Me alegro de que estés de acuerdo con lo que expongo aquí. Cuando escribí estas entradas sobre la Ub estaba muy indignado por la forma en como se llevaban a cabo las huelgas y demás manifestaciones. Traté en todo momento de ser respetuoso en mi crítica, a la vez que intenté dotar a esta de la máxima objetividad posible. Sin embargo, lo cierto es que en los últimos meses he estado pensando en borrarlas del blog para ahorrarme problemas. Gracias por tu amable comentario, me ha disuadido de hacerlo.

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