domingo, 31 de marzo de 2013

"La Regenta" ¿la mujer infiel?



El lector de La Regenta de Leopoldo Alas “Clarín” se sumerge en la densidad de una obra donde muchas veces no termina de asimilar por completo la complejidad de sus descripciones, ni los gestos sutiles que encierra la verdadera intención del autor detrás de éstas y de los pasajes narrativos.
De entre estas múltiples sutilezas que dotan a la novela de su colosal rango literario, por esta vez, prefiero centrarme en uno que conjuga las dos vocaciones vitales del Clarín: la literatura y la ley.
¿Verdaderamente recrea el escritor el tópico de la mujer infiel como parece en apariencia? Si la analizamos, nos damos cuenta de la opresiva atmósfera en que fluyen las emociones de Ana Ozores, la regenta, con el sexo opuesto.

Leopoldo Alas "Clarín" (1852-1901) escritor y catedrático de Derecho Civil.

Su marido, Víctor Quintanar la protege con paternal devoción. No en vano su mujer, sinceramente agradecida, lo describe siempre como “la madre que nunca tuve”. Tan inusual definición para un marido queda explicada por impotencia de don Víctor quien ni siquiera ha compartido cama con su esposa.
La desesperación de su celibato impuesto arrastra a Ana Ozores a la iglesia, donde intenta dar alivio a sus ataques de histeria y depresiones, con una pasión mística. El magistral Fermín De Pas, su confesor, se enamora de Ana. No del todo feo, a excepción de su algo prominente apéndice nasal, el ejercicio físico ha dado al magistral un cuerpo hercúleo, cuyo vigor no puede exponer su feligresa, hacia quien sus hábitos y el pudor social le imponen otro tipo de impotencia, más nociva incluso que la de don Víctor.
Merece la pena aclarar que Ana tampoco corresponde nunca a los sentimientos de don Fermín. Sí se rendirá, tras muchas vacilaciones, a los encantos del seductor Álvaro Mesía. Según se deduce de la narración, pierde su virginidad con él, ya que hasta ese momento no se mencionan anteriores experiencias sexuales de la protagonista. Sin embargo, cuando, a través de las intrigas de don Fermín, Álvaro mate a Víctor en un duelo, y huya inmediatamente, Ana se sumirá en una nueva desolación al comprender cuan frívolos eran los afectos de su amante y lo vacías que estaban sus promesas de amor.


 Los dos tomos de La Regenta de la Primera Edición (1884-1885)

A este triángulo amoroso de cuatro vértices, se puede añadir un quinto: Petra, la doncella de Ana. Representa la antítesis de la protagonista, no sólo por su condición social y su amoralidad, sino por su relación con los hombres que rodean a la regenta. Se entrega con lascivia, sin romanticismo alguno, a Álvaro. Incluso se acuesta con Fermín de Pas; sabe emplear la lujuria del clérigo para ponerse a servir en su casa. Hasta al impotente Quintanar consigue tentarlo en varias ocasiones, si bien, por razones obvias con él nunca se produce la consumación sexual.
No corresponde ahora extenderse demasiado en analizar la idiosincrasia de las relaciones entre los personajes de la novela. Basta con este breve apunte sobre la claustrofobia vital que impone a Ana Ozores su matrimonio, para referirnos a una interpretación sorprendentemente extendida entre la crítica que sugiere que, así como Zola reclama jornadas laborales justas y seguras, y salarios dignos en Germinal, Clarín aboga en La Regenta por una ley del divorcio.
Aunque a lo largo de su carrera como jurista Clarín destacó por sus ideas reformistas sobre estos y otros puntos de la legislación, se peca de superficial quien cree que La Regenta reivindica algo tan concreto. Se trata más bien de una profunda reflexión, más filosófica que política, sobre la forma de vida de la mujer en España. La mujer desgraciada que cae constantemente en la depresión y la histeria hasta resolver arriesgarse a abandonar las convenciones sociales, para aspirar a la porción de felicidad que todo ser humano merece.

Portada de la edición de 1884 ilustrada por Joan Llimona.

 
Las similitudes entre Ana Ozores y Emma Bovary resultan innegables, aunque hay matices que no se deben ignorar. Ambas se unen por el hastío vital y infelicidad conyugal. No obstante, Ana se diferencia de Emma su deseo de ser madre. Tampoco comparte con la protagonista de Flaubert esa tendencia a la ensoñación que le hace creer que el mundo es una novela. Ana Ozores sencillamente es víctima de la hipersensibilidad a la que la ha conducido su sentimiento de perpetuo abandono. Además, caben muchas dudas acerca de que Clarín pretendiese recrear en su personaje el tópico de la mujer infiel, pues quien lea atentamente se dará cuenta de que el escritor no ve en absoluto a la desgraciada joven de ese modo.
Debemos tener en cuenta la legislación del matrimonio en 1885, año de publicación de la novela. Por aquella época seguía en vigor la Ley de Matrimonio Civil de 1870, a falta de que en 1888 se aprobase por fin el tardío Código Civil Español, que fue incapaz de armonizar con los diferentes derechos forales.


Facsímil de la Ley de Matrimonio Civil de 1870 1/3

 
El Art. 4.2 de esta ley del Sexenio Liberal determina que, para contraer matrimonio, es imprescindible: “No adolecer de impotencia física, absoluta ó relativa, para la procreación con anterioridad á la celebración del matrimonio y de una manera patente, perpétua é incurable”.
Este precepto, heredero de la primera Ley de Matrimonio de España aprobada bajo el reinado de Isabel II, también fue recogido tácitamente con posterioridad en Código Civil, dentro del grupo de "errores de identidad" (Art. 73.4). Actualmente resulta anacrónico, pues difícilmente, hoy en día, se llega virgen al matrimonio por lo que cada vez es menos frecuente que alguien se tome, como en el caso de Ana Ozores con una decepcionante sorpresa después de haberse atado legalmente. Pero en una época donde la primera consumación sexual de la pareja se daba a partir de la noche de bodas, parecía lógico señalar en la impotencia masculina una causa de nulidad, si ésta era previa al matrimonio.


Facsímil de la Ley de Matrimonio Civil de 1870 1/3


Que nadie se equivoque, la ley de 1870 determina que el matrimonio es “perpétuo é indisoluble” en su Art. 1. No se habla de una posibilidad de divorcio, sino de declarar nulo el matrimonio, lo que para el derecho significa que éste nunca ha existido.
Téngase presente que la posibilidad de la nulidad por falta de consumación marital queda recogida también en el derecho canónico. Éste va incluso más allá, pues no sólo entiende la no consumación como causa de nulidad, sino como efecto de la mista. Incluso en la actualidad, la nulidad religiosa declarada por un tribunal eclesiástico católico sigue restituyendo la virginidad en los cónyuges. Particularmente divertidas de leer son las sentencias de tribunales eclesiásticos que, por los intereses políticos de las épocas, sentenciaban como nulos matrimonios de diferentes monarcas y otras personalidades, a fin de que estos pudiesen volver a casarse. La capacidad de estos tribunales para restituir a ambos cónyuges la virginidad, a pesar del leve inconveniente de que hubiese hijos de por medio, mediante complejos (y arbitrarios) procedimientos eclesiásticos es sin duda llamativa cuanto menos.

 Ilustración de la La Regenta de Joan Llimona

Un catedrático en derecho civil de la Universidad de Oviedo, como Clarín, no podía desconocer los términos de la ley vigente para el matrimonio. Así pues, cabe preguntarse por qué Clarín señala con tanto empeño que Ana y Quintanar nunca han compartido cama, lo que convierte su matrimonio en nulo a ojos del derecho.
La única explicación posible apunta a que precisamente el jurista que junto al escritor conformaba la personalidad de Clarín se apiadó de la protagonista y mediante un subterfugio legal, poco visible para la mayoría de los lectores, la absolvió del delito de adulterio, pues no se puede ser adúltero de un matrimonio que legalmente es inexistente. El jurista va incluso más allá, a través del personaje de Frigilis, quien en el desenlace de la novela actúa como un buen abogado, al consiguir que Ana herede las posesiones de su marido y la pensión de viuda. Se trata de otro principio jurídico básico, si un negocio jurídico (incluido el matrimonio) es declarado nulo, la parte que ha obrado de buena fe, en este caso Ana de quien nada indica que conociese la impotencia de su marido antes de casarse, puede defender sus propios intereses en el momento de deshacer el negocio, e incluso solicitar una indemnización a la otra parte.


Facsímil de la Ley de Matrimonio Civil de 1870 1/3

Bien es cierto que ni la ley de 1870 ni la vigente redacción del Código Civil permiten a un cónyuge, cuyo matrimonio se ha declarado en nulidad, el derecho a una pensión de viudedad. Si bien, cabe entender que el jurista Clarín, muy discreto en su influencia sobre el trabajo de novelista, no quiso enquistar la narración con tecnicismos legales y abandonó los efectos resultantes de la acción del derecho, a una velada alusión a los principios de la ley, casi simbólica. 



Bibliografía Consultada

ALVAR, Carlos. MAINER, José-Carlos. NAVARRRO, Rosa. Breve Historia de la literatura. Alianza Editorial. Madrid. 2012.
Alas "Clarín", Leopoldo. Pipá. CATEDRA Letras Hispanas. Madrid. 2010. Ed. Ramos-Gascón, Antonio.
Alas "Clarín", Leopoldo. La Regenta. Debolsillo. Sant Llorenç d'Hortons (Barcelona). 2007. Ed. Torres Nebrera, Gregorio.
Codigo Civil Español. Tecnos. Septiembre 2012. Ed. Erdozain López, José-Carlos y Bercovitz Rodríguez-Cano, Rodrigo.

4 comentarios:

  1. Un gust llegir les teves entrades, com sempre. Que sàpigues que el seu contingut em proporciona interessants converses i em planteja relacions que no havia pensat.
    Com sempre em quedo amb ganes de llegir o rellegir de forma més consecient la novela (no descarto fer-ho a la que tingui una mica de temps per fer-ho en calma).

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    1. Gràcies pels teus ambles comentaris.
      A què et dediques que t'agrada la literatura?

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  2. A la logopèdia, tot i que l'any que ve començo magisteri. Així que estic en aquell interval dubtós entre diciplínes que la gent no sap com classificar.

    En la meva era de bachillerat era de ciències de la salut que es diu... però la veritat és que sempre he sigut de les que van pel món intentant conciliar vocacions esquizofrèniques.

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  3. Me ha gustado mucho tu artículo, pero no termino de ver a la Regenta como a una heroína víctima de la imposibilidad de divorciarse. El personaje de Ana Ozores es muy oscuro, pues parte de una falla interior: sus defectuosas relaciones con sus progenitores, padre y madre. Es una mujer condenada a la tragedia personal, en un mundo con o sin divorcio, eso da igual. Porque Ana termina casada con un señor que no ama por intereses económicos y de protección paternal, pero para consumar sus deseos carnales se deja abordar por el sinvergüenza del pueblo, el más caradura, del cual conoce los dimes y diretes que de él se dicen, es decir, que sólo está interesado en el sexo. Esto Ana lo sabe, lo sabe todo el mundo, y por tanto que ella se deje llevar a la tragedia por el mero hecho de que no puede divorciarse de Quintanar me parece en sí que no se sostiene, imposibilitando que el personaje se erija como modelo positivo de lo que supuestamente se reivindica. Ana Ozores no reivindica nada, más que las pasiones que la atenazan y torturan. Su perfil psicológico determina que, aunque hubiera tenido libertad de elegir a quien quisiera o de divorciarse para alejarse de quien no quería, lo que está claro es que habría elegido a la pareja no ideal, o bien al padre que nunca tuvo, o bien al golfo del barrio. Es que actualmente tenemos divorcio, y todavía vemos cómo no faltan las Anas Ozores que pueden elegir en primera, segunda o tercera instancia y que siempre eligen lo mismo: al mismo canalla que les hace la vida añicos. Por eso Ana Ozores termina echada en el suelo de la catedral despreciada por el Magistral, porque es carne de represión religiosa: ella necesita que le controlen los instintos, pues no sabe encauzarlos hacia un fin positivo: el amor verdadero. La falta de valores en su familia, encarnados en unos padres que hubieran podido ser modelo para ella, es lo que deja en evidencia al personaje. Tan detestable era el burgués acomodado que establecía matrimonios de conveniencia, como las damiselas que los aceptaban viendo la cartera del pretendiente, sin importarles si estaban o no con alguien que amaban. Yo, como lector, la hubiera tomado con heroína si hubiera escogido a un hombre bueno y decente que la amara (seguro que le faltarían...), y si no lo había que se hubiera quedado soltera, y que nos hubiera deleitado con grandes discursos acerca de la necesidad de un divorcio que la protegiera. Pero Clarín no hizo nada de eso, sino que la vida interior de Ana discurría entre si yacía o no con el galán que ya se había acostado con la mitad de las mujeres del lugar. Así no se reivindica el divorcio, desde luego. Saludos.

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