lunes, 30 de enero de 2012

Tres reyes, tres hermanos, tres Borbones: Carlos X (I)


El último nieto de Luís XV que ocupó el trono de Francia fue Carlos X. Hermano por parte de padre y madre de Luís XVI y Luís XVIII, Carlos nació en Versalles en 1757. Su figura, con diferencia, es la más trágica de los tres hermanos reinantes. A diferencia de Luís XVI tenía la experiencia de una revolución, la de 1789, que le costó dos décadas de exilio; y, en contraposición a Luís XVIII, tenía una constitución física sana y un carácter mucho más activo. Ninguna de estas circunstancias supo ponerlas a su favor y fue el responsable último del fin del reinado de la monarquía legítima.

Luís El Delfín (1729-1765), por Anne Baptiste Nivelon

Tres hermanos varones vivos tenía entre sí y el trono Carlos, duque de Artois: Luís, duque de Borgoña; Luís Augusto, duque de Berry; y Luís Estanislao, duque de Provenza. La muerte de su hermano mayor y de su padre, le colocaron como tercero en a línea sucesoria, sin que por ello su hipotético ascenso al trono se percibiese como algo distante y lejano.

 María Teresa de Saboya (1756-1805) duquesa de Artois por Jean-Baptiste Gautier Dagoty, 1775.

En 1773 se casó con María Teresa de Saboya, hija de Víctor Amadeo III el Bienamado de Cerdeña y María Antonieta de Borbón, hermana de su cuñada María Josefina Luisa de Saboya, esposa de Luís Estanislao. Un poco más feliz que su hermano, el duque de Provenza, Carlos y María Teresa tuvieron cuatro hijos. Su primogénito, Luís Antonio, duque de Angulema (1775-1844); Sofía (1776-1783); Carlos Fernando de Borbón, duque de Berry (1778-1820); y María Teresa (1783). Según parece, la trágica coincidencia en el mismo año de la muerte prematura de sus dos hijas, desincentivó a María Teresa de Saboya para seguir teniendo hijos.


Al estallar la Revolución de 1789, Carlos y su familia se exiliaron. Allí el doble regicidio de Luís XVI y su hijo Luís (XVII), lo sitúo de sucesor directo al trono, cuya corona ostentaba nominalmente su hermano Luís Estanislao, viejo, lisiado y sin hijos. El duque de Artois vagó errante por muchas cortes europeas avivando la lucha contra la revolución. Sin embargo, hubo de asistir impasible a los sucesos que transcurrieron en Francia durante su exilio.
En 1805, murió su mujer quien nunca llegó a ser reina de Francia.
Ningún provecho sacó Carlos de Artois a su primer exilio (1789-1814) ni a su segundo exilio, durante los Cien Días de Napoleón en 1815. Obstinado en defender los derechos del legitimismo monárquico, se opuso con virulencia a La Carta, aprobada por Luís XVIII. Su condición de heredero al trono le permitía criticar impunemente la acción de cualquier ministro o gabinete, sin preocuparle desacreditar, en ocasiones al propio rey. Se abanderó de la facción ultramonárquica, a favor de la cual no paró de conspirar entre las camarillas palaciegas de Las Tullerías.

 El duque de Berry (1778-1820) hijo menor del duque de Artois.
 
No le sirvió de aviso el asesinato de su hijo menor, el duque de Berry, a la salida de la ópera en 1820. Lejos de interpretar la necesidad de la Casa de Borbón por acercarse a la voluntad popular, enardeció a los ultrarrealistas y prometió el regreso al Antiguo Régimen, una vez alcanzase el poder.

 De Villèle, primer ministro francés de 1821 a 1828.

En 1823, sus conspiraciones llegaron a su punto álgido, cuando consiguió que su hermano nombrase primer ministro, cargo establecido por La Carta, a Jean-Bpatiste de Villèle, ultramonárquico y contrario a cualquier sistema constitucional. Villèle mantendría el cargo hasta 1828, convirtiendo su gabinete en el más duradero de la Restauración. Aprobó leyes de censura de prensa y paralizó todas las reformas democráticas y sociales.
El prestigio de Carlos y su familia aumentó ligeramente entre los franceses, gracias al caudillaje exitoso de su hijo, el duque de Angulema de la expedición de los Cien Mil Hijos de San Luís, para restaurar la monarquía absoluta de Fernando VII en España. Ese ejército, tan odiado por los españoles, devolvió a la Francia de la Restauración, algo de su antiguo prestigio militar bajo el imperio.

 Luís Antonio Duque de Angulema (1775-1844) último Delfín de Francia, bajo el reinado de su padre (1824-1830).

En 1924, sucedió a su hermano. Un año después, a fin de no vulnerar el período de luto, tuvo la osadía de hacerse coronar en Reims rey de Francia, Navarra (título nominal que desde Enrique IV, conservaban los monarcas franceses) y Copríncipe de Andorra. Luís XVIII jamás se hizo coronar, se conformó con jurar su cargo frente a Las Cortes del Reino. El célebre escritor y político, Chateaubriand, traza, en Memorias de Ultratumba, un paralelismo entre el fin penoso de Napoleón I y el de Carlo X, los dos últimos hombres que se hicieron coronar en Reims. Carlos X fue el último rey de Francia en tener ceremonia de coronación; tanto Luís Felipe I (1830-1848) como Napoleón III (1852-1870) se conformaron con jurar el cargo frente a sus parlamentos.

Coronación de Carlo X en Reims por François Gérard, 1827
 
Carlo X recrudeció más su política. La crisis económica de 1826, fruto del atraso industrial de Francia, se escenificó en abril de 1827, cuando el rey pasó revista a su guardia en los Campos de Marte, y dentro de ésta se alzaron muchas voces contrarias al gobierno de Villèles. Carlos X enfurecido, gritó a su guardia: “¡No he venido aquí a recibir lecciones!”. En verdad había venido a probar sus fuerzas, pues muchos de sus allegados le había desaconsejado la revista a la guardia, por el malestar existente.

 Vizconde de Martgnac, primer ministro francés de 1828 a 1829.
 
En 1828 encargó al vizconde Martignac, formar nuevo gobierno. El gabinete del vizconde apenas se sostuvo año, pues su carácter ultrarrealista chocaba con el parlamento.
Carlos X no parecía preocupado por nada. En esos momentos preparaba el traslado de la corte a Versalles, para vivir con fuera de París, a usanza de Luís XIV y sus dos sucesores. Su incapacidad por conectar el destino del último residente del palacio de El Rey Sol, su hermano Luís XVI, con el suyo propio nos exhibe su soberbia, causa de la caída de cualquier hombre.

 Conde de Polignac, último primer ministro de la Restauración (1829-1830).
 
En 1929 Carlos X invitó al conde de Polignac a formar gobierno. Ultra entre los ultras, el conde despertó el recelo de muchos convencidos monárquicos, y muchos ministros, embajadores y demás personal del estado trataron de mostrar su error al rey. Algunos como Chateaubriand, entonces embajador en Roma, presentaron su dimisión.
En su empeño por fortalecer su gobierno y a la corona, Carlos X se había quedado completamente solo…y ni se dio cuenta.

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