miércoles, 10 de junio de 2015

Dos Hombres de Derechas y la Segunda República (XVI)

El Primer Gobierno Chapaprieta

 

Con varias semanas de dimisiones de ministros y desencuentros irreconciliables a sus espaldas, el 20 de septiembre de 1935, Lerroux dimitió de la presidencia del gobierno, abriendo así una nueva crisis total del poder ejecutivo. No se hizo esperar el largo desfile de portavoces y personalidades en el Palacio de Oriente con todo el fasto del que gustaba al Presidente Alcalá Zamora para sus consultas. Tras la peripecia que comentaremos a continuación, la jefatura de gobierno terminó en manos de quien menos cabía esperar: un diputado independiente, sin adscripción partidista, Joaquín Chapaprieta.

Panorámica del Palacio de Oriente.

¿Cómo fue eso posible? Pues bien, aunque la CEDA y los radicales seguían pugnando por el poder, empezaba a asimilarse en la conciencia colectiva de los diputados que de no ser capaces de formar un ejecutivo estable, las elecciones anticipadas serían inevitables. Con la izquierda reagrupándose, nadie garantizaba que se repitiesen los resultados de 1933 –las perspectivas de los radicales era especialmente adversas. Para evitarlas urgía constituir un gabinete estable y activo, pues no sólo la duración había sido un problema de los últimos gobiernos, sino especialmente su pasividad.

Don Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la República.

El día 22 de septiembre, el Presidente del Congreso, don Santiago Alba salió de la cámara presidencial con el encargo de formar gobierno, pero lo declinó a los tres días. ¿Los motivos? Entorno a la renuncia pesa bastante misterio. El análisis histórico lo achaca a varias causas, entre otras las tensiones internas dentro del propio partido radical y la negativa de la CEDA a un nuevo gabinete presidido por un radical. No obstante, muchas de estas dificultades ya había sido sorteadas por el carisma cortés del candidato. Lo que dificulta más la comprensión de los hechos.

Don Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical Republicano.

Probablemente, Gil Robles tenga razón en su hipótesis: Alcalá Zamora le mostró la denuncia del “caso Strauss”. Más adelante hablaremos de este caso y su trascendencia en la historia política del país. Por ahora baste por saber que entre marzo y abril de 1935 le llegó a Alcalá Zamora una denuncia anónima vía Secretaría de la Presidencia de la República que implicaba al líder radical en un caso de corrupción. Las memorias del líder cedista y Chapaprieta coinciden en que durante las consultas de septiembre el Jefe del Estado se manifestó especialmente contrario a la continuidad de don Alejandro en el gobierno, a causa del perjuicio que causaba a la “moralidad y la pureza de la República”. Si Alba llegó a ver tal documento, entendió que en el momento en que se publicara su gabinete se vendría abajo porque hundiría a todo el partido radical. Ello explicaría su negativa a convertirse presidente.

Don José María Gil Robles, líder de la CEDA.

Pocas horas más tarde de la renuncia, Sánchez Guerra, secretario general de la Presidencia de la República telefoneó a Chapaprieta. El Presidente reclamaba su presencia. “Me pareció lo más probable” escribe este “que el señor Alcalá Zamora quisiera antes de intentar una nueva solución a la crisis, conocer algún aspecto de la cuestión financiera” (CHAPAPRIETA, 1971:212). Mayúscula fue su sorpresa cuando recibió el encargo de formar gobierno. Al principio trató de resistirse, pues se sentía política y humanamente inadecuado para el cargo. Ante la insistencia del Presidente que amenazó con disolver el Parlamento si se negaba, accedió, aunque impuso dos condiciones: libertad para poder trazar la lista ministerial y seguir como ministro de Hacienda.

Don Joaquín Chapaprieta, Ministro de Hacienda.

Nada más salir de Palacio se puso en contacto con los demás líderes políticos del centro y la derecha. Aunque con las ideas claras sobre qué modelo de gabinete quería, su falta de experiencia en aquellos contubernios le llevó a ser muy prudente. Un paso en falso podía ser fatal. Sus reuniones empezaron con Alba en las Cortes, seguidamente se puso en contacto con Gil Robles, Lerroux, Cambó, los agrarios y demás fuerzas que debían apoyarle para que su gabinete fuera viable.
Personalmente se veía con muy pocas posibilidades de llevar a cabo el encargo. Sus medidas económicas, como ministro de Hacienda, había disgustado a cedistas y sobre todo a los agrarios. De hecho, los ministros agrarios habían dimitido como consecuencia de la ley de restricciones impulsada por él a principios de mes, lo que precipitó la crisis del día 20. Para colmo los radicales dudaban de su independencia respecto a Gil Robles que lo había llevado de independiente en las listas por Alicante. ¿No estarían llevando a un cedista disfrazado a la presidencia del gobierno?

Don Santiago Alba, Presidente de las Cortes.

Por otro lado, su condición de apolítico versado en finanzas que a primera vista podía facilitar su entendimiento con distintas fuerzas podía devenir fácilmente en una gran debilidad. El ministro de Hacienda era bien consciente que “mi carácter casi apolítico, que yo procuraba subrayar siempre que tenía ocasión” (CHAPAPRIETA, 1971: 202) le privaba de un partido que le apoyara sin condiciones. A la primera de cambio todos le dejarían caer.
Los acontecimientos, sin embargo, jugaron a su favor. Temerosos del decreto de disolución de las Cortes, todos los líderes políticos del centro y la derecha se avinieron a respaldarle sin oponer demasiada resistencia, incluidos los agrarios. Ahora bien, además de los equilibrios entre partidos, resultaba vital equilibrar a los egos. Gil Robles seguiría en Guerra, así que a Chapaprieta le parecía fundamental que Lerroux también tuviera un sitio en el gabinete.

Francesc Cambó, líder de la Lliga Regionalista.

Si lo excluía de la lista ministerial, los radicales que verían al líder de la CEDA dentro y al suyo no, lo tomarían como un desplante y no tardarían en retirar su apoyo al gabinete. Ahora bien, eso suponía correr un riesgo muy alto, pues en las consultas Alcalá Zamora había dejado muy claro que no le quería más en el gobierno. ¿Qué ocurriría si el Presidente vetaba su lista?
Tras meditarlo algunas horas en el Ministerio de Hacienda, el candidato independiente volvió a sondear telefónicamente los ánimos y se encaminó a Palacio: Lerroux iba en su lista. Un poco angustiado la leyó al Jefe de Estado, a la espera de sus reproches y observaciones, pero contra todo pronóstico, Alcalá Zamora se limitó a exclamar: Aprobada. Tal vez, hasta él estaba cansado de aquella crisis de gobierno y con toda seguridad fue de farol con lo de disolver las Cortes.

Primer Consejo de Ministros presidido por Chapaprieta, 25 de septiembre de 1935.

Así el 25 de septiembre de 1935 tomó posesión el Gobierno Chapaprieta I: Presidencia y Hacienda, Joaquín Chapaprieta (independiente); Estado, Alejandro Lerroux (Radical); Trabajo, Sanidad y Justicia, Salmón Amorín (CEDA); Guerra, Gil Robles (CEDA); Marina, Pedro Rahola Molinas (Partido Republicano Conservador); Gobernación, Joaquín Pablo Blanco (Radical); Instrucción Pública y Bellas Artes, Rocha García (Radical); Obras Públicas y Comunicaciones, Luis Lucía (CEDA); Industria, comercio y agricultura, Martínez de Velasco (agrario).

Este fue el primer gabinete tecnócrata de la Segunda República. Su Presidente lo encabezó con la esperanza de poder completar las reformas financieras empezadas desde el Ministerio de Hacienda que tanto necesitaba el país. Con un poco de suerte, confiaba en poder centrar la atención en aquellos, haciendo pasar al debate político a un segundo plano. No tardaría en darse cuenta de que había caído en una trampa…




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