miércoles, 2 de marzo de 2011

Una gaceta de José María Quiroga Pla

Debe ser complicado hace un disertación acerca de la obra de Quiroga Plá, si un gran profesor de literatura castellana de quien tengo el gusto de ser alumno no ha completado aún su tesis doctoral sobre el mismo. En consecuencia, sería para mí una labor estéril intentar triunfar donde otro mejor que o ha fracasado. No quiero explicaros a Quiroga Plá, sólo aproximaros su imagen.
Probablemente el nombre no os suene mucho, pues, como Max Aub y otros tantos poetas del exilio, nos parece una figura lejana y difusa. Haríamos bien en recordar, cuando hacemos antologías de la poesía española posteriores a la Generación del 27, que nuestra lengua tuvo dos vertientes literarias, una dentro y otra fuera del país del año 40 al 75. Olvidar que la literatura del exilio experimentó el mismo vigor con más libertad (aunque con menos posibilidades de promoción) es un crimen que, a menudo, cometemos los lectores impíos.
José María Quiroga Plá, nació en Madrid en 1902 y murió en ginebra en 1955. En su breve vida publicó una obra extensa, Posiblemente, daría para doce buenos volúmenes de obras completas. No podemos afirmar, por lo tanto, que no escribiese, pero la mayor parte de su trabajo se compone de artículos periodísticos que suele tener, vistos en su conjunto, un carácter desordenado así como una excesiva enmarcación en su momento cronológico. No sería, pues, un plato de digestión fácil para el ojo del lector moderno.
Sus poemas son también muy dispersos. En parte porque no es tan bueno como Salinas, Machado, Aleixandre, Lorca, Hernández u otros poetas contemporáneos, sin embargo tampoco podemos obviar el hecho de que no supo promocionarse. Su matrimonio con Salomé Unamuno, de quien enviudó en el año 1933, le podría haber abierto muchas puertas editoriales de la mano de su suegro, pero rechazó cualquier tipo de ayuda “amiguista”. Quiroga Pla supera con creces a un Gerardo Diego, a un Altoaguirre y ya no digamos a un Panero, es decir, que no puede atribuirse su ausencia en el canon a la calidad de su obra. En verdad, la única razón por la que se le excluyó de la Antología de la Generación del 27 preparada por Gerardo Diego fue que no tenía publicado ningún poemario a título individual. Esto hace que se separe su nombre del grupo al que pertenecería por vía generacional, para unirlo a la poesía del exilio.
Aquejado de problemas de diabetes. Quieroga Pla dejó España en el año 39 poco después de la caída de Barcelona. Se dice que participó en la resistencia francesa y en el intento de ocupar el Valle de Arán. Sin poder desacreditar con seguridad estas afirmaciones, cuesta imaginar a un poeta hiperglucémico, con problemas de movilidad en las extremidades inferiores y medio ciego por la diabetes tomando parte activa en estos acontecimientos. Su participación, muy probablemente, se ciñó al campo intelectual. En el exilio, publicó dos poemarios, Morir al día (1945) y La realidad reflejada (1955) –con carácter casi póstumo-. Siendo de mejor calidad el segundo, me veo obligado a esbozaros el primero al ser el que he leído.
Morir al día fue escrito entre 1938 y 1945, el periodo bélico más largo experimentado en el continente europeo. Se divide en cuatro partes: ¡Ay, mis amores!, Despedidas y ausencias, Refugiado en París y Oyendo crecer la hierba; partes a las que hay que sumar la Dedicatoria final a su hijo Miguel. Un hecho bastante atípico, ya que los poemas de dedicatoria suelen situarse al principio de una obra.
Todas las composiciones son sonetos. En algunos casos altera un poco la estructura cambiando los cuartetos por serventesios, haciendo sonetillos, o usando versos alejandrinos, incluso tiene un soneto shakesperiano. En su conjunto, no podemos hablar de una estructura sustancialmente propia. Esta escasa innovación formal puede llevarnos al precipitado juicio de pensar que da un paso atrás respecto a la “inventio” formalista del 27, pero lejos de eso la forma inmortal del soneto queda a la disposición de los sentimientos del artistas, Que algo ya esté hecho no impide que siempre pueda hacerse mejor. Por ello, a pesar de que todos los contemporáneos valoramos el arte en función de su capacidad de innovación, por una vez, deberíamos desprendernos de este principio para gozar de Morir al día.
Los sonetos se escribieron todos juntos, dividiéndose con posterioridad según se temática para la edición. Son bastantes cojos los que conforman ¡Ay, mis amores! un tanto tópicos y poco imaginativos. También son flojos los poemas de Refugiado en París, en especial por el contraste con Despedidas y ausencias. Es en la segunda parte del poemario donde Quiroga Pla alcanza la máxima expresividad, recordando la España añorada. Sus poemas se dirigen tanto a familiares fallecidos como de los que se ha visto separados. Su tristeza visceral se ve agravada por el contraste con la belleza del país que recuerda. Ningún poeta nacional (excepción hecha de los garcilasistas) hubiese hecho en esta época una identificación de España con algo dulce. Sólo los poetas en el exilio que no han presenciado el horror de la posguerra pueden conservar esta imagen del país.
El lector espera que Refugiado en París continúe en la misma línea estableciendo un paralelismo paradójico describiendo el París grisáceo de la ocupación alemana. Lejos de una descripción llena de vida, los sonetos escritos a principios de los cuarte en la capital francesa, hablando de la propia capital francesa, son ambiguos y pierden la mayor parte de su carga emocional.
Oyendo crecer la hierba recupera el tono melancólico de Despedidas y ausencias al evocar el recuerdo de algunos de sus familiares, de su mujer, de su hijo –a quien no ve hace años-, de su cuñado, don Miguel Unamuno, y también de Antonio Machado. Sorprendentemente, su íntimo amigo Salinas (quien colaboró con él en algunos proyectos editoriales, entre otros la traducción de El tiempo perdido de Proust) no aparece en ningún soneto. Aunque esto no es explicable, el “trato de favor” a Machado se deba probablemente a la reivindicación simbólica del poeta sevillano, más que a una cuestión de afecto personal.
No es una mala lectura. Os la dejo recomendada, aunque vais a tenerlo difícil para encontrarla si no la encargáis por Internet. Lo que quiero aprovechar es para animar al señor G. para que retome su tesis después de tantos años y se envista doctor.

2 comentarios:

  1. Doncs no el coneixia, aquest home. Llegir tot això m'ha fet arribar a la conclusió de que t'he de recomanar un llibre, Vidas escritas, si és que no l'has llegit ja. És del Javier Marías. És un recull de biografies de diversos autors i autores de la literatura universal, vistos des d'un punt de vista "crític"... Em sembla que és molt del teu estil, no sé per què. Si vols te'l deixo :D

    Per cert, ja t'he respost els comentaris al meu blog :D

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  2. Vivir en un paréntesis de olvido. Olvidar una afirmación en el presente. Presentarnos en este futuro habiendo socavado algunas de nuestras bases para crecer… Entre 1902 y 1955 se abre y se cierra una experiencia vital y creativa que yace bajo el peso de una historia impuesta que ignora su propia intrahistoria, la esencia misma que la ha traído hasta aquí y hasta ahora. Otro paréntesis se abrió con Baladas para acordeón en 1928 y se cerró en 1955 con Valses de la memoria, los dos libros aún inéditos de Quiroga Plá.
    Gracias, neonovecestista, por ayudar desde este limbo a hacer posible la justicia de que autores como Quiroga Plá y tantos otros (Max Aub, Jacinto Luis Guereña, Serrano Plaja…) puedan tener una ventana desde la que exhibirse y ser. Porque no ignorarlos nos acerca poder llegar a leerlos algún día. Lo que digo: ser.

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