Para Júlia Margaria Garcia
La voz nunca fue más pura ni
fuerte.
Se derrama en palabras
que sin romper el aire
se deslizan hacia la piel del
alma.
Las columnas de hormigón de mi
infancia
ya no forman almenas.
También me libro del deseo del
oro
y hasta un cuerpo bonito
con su piel morena
se pierde vacío
de mis ojos roídos de indiferencia.
El bombeo del pecho yace
extinguido
y la sangre se licua
más que el agua
para formar prados.
La carne se disgrega
en pedazos infinitos y rojos.
Cuando el sol y su lumbre
me acaricien sentirán que rozan
un metal oxidado.
Ahora soy todo libre
aunque no quiera nada.
Libre de voluntad, libre de
deseo,
me dan la libertad
cual premio de consuelo.
Siento esas alas en franela
tejidas.
Cortan átomos de aire.
A su amparo siento la caricia
gacha
hueca de tiempo y edades.
Bajo sus cabelleras
de igual color y olor que los
jazmines
exhiben pieles etéreas de vida
y de sus bocas de metal al fuego
emergen sus colmillos
largos en sus filos grises
capaces
para despedazar eternidades.
El oro de la forja
colorea sus lenguas y sus
gargantas.
Jamás el metal dorado pasó
de su color al rojo de las
llamas
sin perderse veloz
en oscuros tonos
de
eternidad
que alberga el cuerpo de estos
inmortales.
¿Sabrán que estoy aquí?
Triste me perderé, si no me
abrazan.
Hasta el estado del Más Allá
sigue
la efervescencia lúgubre que
empaña
tu nombre: soledad.
Ni estrellas con pazos
florecientes bajo las malas
hierbas
ni plata entre las piedras.
Ni ríos, ni Arcadia: Allí
no existen los paraísos
sólo el doliente suspiro
inmortal.
Me rodean con sus alas sin
mirarme.
Y mientras la inacción de la
ultratumba
complace a los que nunca fueron
vivos,
me asfixia con sus sogas
de cuero de cristal.
Efímero y frágil
acaricio sus alas.
Me llevo una pluma al pasar la
mano.
Mi pasado más pequeño que la
esfera
nacida en los cauces
de los ríos
se rompe en mi memoria.
No me importa en qué desierto
adormezco
aunque no lleguen flores ni
recuerdos
Estos seres de luz
deslumbran la belleza
de
mi vida.
¡Qué plácido es morir!
Eduard Ariza
Quan no volem res és quan som lliures.
ResponderEliminarM'agrada que t'hagis llençat a la piscina de penjar els teus penjaments poètics amb total llibertat!
Ui, Eduard! Quina grata sorpresa! El poema és molt bell i, per sort, s'entén. Té una empremta clàssica que el deixa lluny del nostre temps.
ResponderEliminarEnhorabona!
Ara només cal que conjuguis àngels amb catxalots...
ResponderEliminar"Un home que intenta d'acordar als àngels amb els catxalots ha de tenir una visió bastant seriosa de l'univers." G.K. Chesterton
Potser seria possible per l'ambre gris dels catxalots; una essència que -juntament amb el mesc- és el perfum més subjugant que la terra produeix.
Galderich: Gràcies per donar-me suport en aquest pas. He pensat que era una forma de que la gent tingués més accés, pot ser fotuit en alguan ocassió, als meus escrits.
ResponderEliminarGlòria: Saps, sempre dubto sobre si fer poemes d'empremta clàssica o no fer-los i fa poc vaig animar-me a fer-los sense complexos.
Girbén. Ostres! No ho havia pensat mai això de posari catxalots amb àngels. Ara bé, tot es qüestió de probar, suposo.
És (ets) preciós. Gràcies :)
ResponderEliminarGenial l'Eduard poeta! En volem més! :-)
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