Coronación del Santo Padre. Asisto a la ceremonia a la cabeza de la
delegación italiana. Hace mucho frío, y el desorden reina soberanamente en la
organización del protocolo pontificio. El Papa está solemne, como una estatua.
Recuerdo que hace un mes era cardenal; era entonces un hombre entre los hombres.
Hoy parece, en verdad, tocado por un soplo divino que lo espiritualiza y lo
eleva.
Mientras veía la última sesión de Las Cortes por televisión, hace ya
unos meses, me vino a la mente esta entrada en el Diario del conde Ciano,
ministro de exteriores y yerno de Mussolini (fusilado por orden de su suegro en
el año 1944 a causa de su participación en el golpe contra il Duce, un año
antes). El texto narra la coronación del papa Pío XII el 12 de marzo de 1939 y
las impresiones del conde y ministro de Italia. Me llama la atención esto de
que por su entronización, un cardenal pase de ser un hombre entre los hombres,
para quedar tocado por “un soplo divino que lo espiritualiza y lo eleva”.
Adolfo Suárez, ex presidente desde 1981.
Ahora que ya estamos todos con la resaca electoral, tomando pastillas
con café para el dolor de cabeza, creo que debemos fijar un momento la vista en
el ya presidente en funciones José Luís Rodríguez Zapatero. Su carrera, un poco
como una lámina de plata cuyo resplandor se ha oxidado en los últimos años, no
es asunto que me ataña, mientras escribo esto, dado que, más bien, pretendo
hablar de su inminente condición de ex presidente.
Leopoldo Calvos Sotelo, ex presidente de 1982 a 2008.
En España, actualmente, quedan tres ex presidentes, cuatro si contamos
a Suárez, pero éste ya se encuentra fuera de la escena pública, a causa de su enfermedad.
El primero por antigüedad es Felipe González, el segundo Aznar y el tercero, el
ya mencionado Zapatero.
Es curioso cómo actúa el poder sobre estos hombres. Durante su
ejercicio del mismo, reciben improperios de sus opositores, con más o con menos
motivo, y puñaladas de sus “amigos” si vienen mal dadas. Sin embargo, es dejar el cargo
y no recibir más que ovaciones, alabanzas, quedar con pensión vitalicia, entrar
en el Consejo de Estado (que implica otro suelo), doctorados honoris causa y
otros tantos reconocimientos altisonantes que los engrandecen, cual si los
hubiese tocado alguna divinidad con los laureles de la gloria. A menudo, los
honores que se les dedican son tal elevados que empequeñecen su labor en el
gobierno.
Felipe González, ex presidente desde 1996.
Siempre he sido fiel partidario del respeto y más especialmente del
respeto institucional, herramienta clave, a mi entender, para que las
instituciones del país puedan ejercer sus funciones, pero, al mismo tiempo, soy
muy crítico con la hipocresía. Desde el banquillo de la oposición, a Zapatero
le ha llamado “asesino”, presidente “que entierra a los muertos y engaña a los
vivos”, “traidor a España”, “falsificador del 11-M”, “cáncer de España”,
“principal causa de la desconfianza económica de España”, “instigador de la
causa del Gürtel”, “manipulador de la fiscalía”, “fragmentador de España” y un
largo etcétera. Si estos calificativos son o no ciertos dejo a cada uno que los
juzgue, ahora prefiero enfocar el tema desde una perspectiva más humana y más
sencilla.
José María Aznar, ex presidente desde 2004.
¿Cómo se puede alabar a alguien y desearlo un buen futuro, después de considerarlo la causa principal de los males del país? Si fue tal, debe responder por ello, dentro y fuera de su magistratura. Si no lo fue, lo poco que merece es una disculpa. Desgraciadamente, el circo político vive de estas incongruencias. Por eso, esto convencido de que quienes ayer exigían su marcha para salvar el país y ahora ya lo miran con benevolencia no tendrán ningún dilema interno, ni tampoco se sentirán hipócritas.
No deja de ser curioso que Zapatero fue abucheado en su dsitrito electoral, cuando se personó allí para votar en 2004 como líder de la oposición, y que vivó el mismo espectáculo, con mayor virulencia si cabe, en 2008, siendo ya jefe de gobierno. Hubo de esperarse a ayer, para ser recibido con aplausos y una ovación, mientras depositava su voto en la urna.
José Luís Rodríguez Zapatero, ex presidente desde 2011.
Que esto no sorprenda, porque ya le ha pasado a Suárez, a Calvos
Sotelo, a González y a Aznar. Es parte de los rituales de esta clase sui
generis llamada políticos el erigir ídolos sólo cuando el hombre se ve
vacío de poder.
No se'n van buits de poder, se'n van a exercir-lo, el real, l'econòmic i de les influències, ara ja, sense el llast d'haver de donar comptes d'allò que fan a la població. És molt difícil lluitar contra un monopoli tan ben estructurat.
ResponderEliminarPrimer: Vaja ensurt en veure aquesta galeria d'imatges!
ResponderEliminarSegon: No recordava que en Calvo Sotelo fos mort (em refereixo al nebot... l'altre ja ho sabia!)
Tercer: No sabia l'anèctoda dels aplaudiments i xiulades al Zapatero. En fi, defineixen el país!
Clidice i Galderich us veig poc contents del sistema. Motius no us en falten.
ResponderEliminarClidice: Completament d'acord, però, pot ser no ho he expressat bé, paralva de l'actitud servil que se'ls hi de dica quan abandonen el poder.
Galderich: Doncs li van donar foça propanganda al funeral. D'altra banda, alguns dels nostres presidents són atractius, per exemple... Bé, ja et contestaré quan en gradui la vistaXD
Eduard,
ResponderEliminarM'agraden molt les reflexions que fas en el teu post. Quant a la meva opinió, estic d'acord amb Clidice. Ningú se'n va de buït, qui ha estat poderós s'emporta molts lligams, favors, secrets i un bon sou. Viurà de tota mena de rendes sempre més.
Glòria,
ResponderEliminarCertament, no m'he expressat bé. VOlia dir que no reben aquestes lloances dintre del seu gremi fins que no suerten i ja no tenen presència a la política activa.
En general, això passa sempre amb els morts, no? Aquests són una mena de "cadàvers polítics", per això toquen lloances.
ResponderEliminarEn el cas de Zapatero, que al meu entendre, en termes generals, mereix el qualificatiu de "pitjor president de la democràcia", les lloances no les mereix ni com a expresident.
Bé, Ferran, jo personalment el considero tot el contrari i quan deixi el poder li vull escriure un breu article de lloança.
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