lunes, 9 de enero de 2017

Dante & Divina Comedia (I) Contra el "Prerrenacimiento" o Dignificación del arte medieval

Resultado de imagen de Dante

Nota. Estos apuntes forman parte de un trabajo para filología hispánica sobre la Divina Comedia. 

Existe una leyenda negra entorno a la Edad Media que lleva a imaginar este vasto periodo de la historia de Europa, comprendido entre la desaparición del imperio romano de occidente (476 D.C.) y la toma de Constantinopla (1453 D.C.) por los turcos, como una sucesión de peste, epidemias, nula higiene, analfabetismo, escasa labor intelectual y artística, fanatismo religioso y superchería. A la admisión de una considerable parte de verdad entorno a estas ideas, hay que traer algunos importantes matices si queremos entender de verdad este periodo.
Apenas un vistazo a los manuales médicos de Hipócrates y otros médicos del mundo grecorromano obliga a admitir que las culturas clásicas no disfrutaron precisamente de una medicina avanzada, en comparación con la que existe en el mundo contemporáneo de nuestros días. No se debe olvidar que Hipócrates y demás discípulos de Esculapio tardaron siglos en abandonar la ciencia médica, en otras palabras, los médicos medievales no se guiaban por conceptos demasiado diferentes a sus predecesores grecorromanos -ni que sus sucesores renacentistas.
En cuanto a la noción de la "suciedad", de sus ciudades y forma de vida ajenas a la higiene colectiva y personal, no parece que haya que asociarlas a una mentalidad medieval temerosa del agua, sino más bien a la imposibilidad material para acceder a la misma, así como de articular un sistema de desagües. Esto empezó mucho antes del saqueo de Ravena y siguió mucho después de la llegada del renacimiento. Los hombres medievales no eran más responsables de su falta de higiene que los habitantes del tercer mundo en nuestra época.

Resultado de imagen de edad media

También a la pobreza cabe achacar el estancamiento cultural. Pensar que el hombre medieval perdió las inquietudes de por su desarrollo cognitivo no sólo es inexacto, sino profundamente injusto. Sin duda, la inestabilidad política y la carestía dificultaron la difusión de la cultura y su elaboración en los términos de la época clásica del imperio romano, pero no podemos olvidar que sí el mundo clásico ha llegado hasta nosotros, precisamente ha sido gracias a que en el medievo, copistas monásticos y sus homónimos seglares de las cancillerías y palacios llevaron a cabo una extraordinaria labor de conservación guiados por su amor a la cultura. Pensemos que en un mundo sin imprenta ni nuestras vías de comunicación, en prácticamente menos de un siglo tras la toma de Toledo por Alfonso VI de Castilla, la obra de Averroes se traduce y se difunde por toda Europa redimensionando el aristotelismo hasta entonces casi exclusivamente conocido por la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Menos admisible resulta olvidar que la institución de la universidad nace en este periodo histórico, en la pontificia Bolonia, apareciendo por primera vez en España en Palencia -si bien esta facultad fue cerrada, a diferencia de la de Salamanca, abierta ininterrumpidamente hasta nuestros días.
En cuanto al fanatismo religioso también merece algún matiz. Sin duda, en la edad media, la vida y el pensamiento pivotaban entorno al altar, del que se derivaron las persecuciones contra las llamadas herejías, así como las cruzadas. No obstante, tampoco es menos cierto que en el antiguo imperio romano la tolerancia religiosa no había sido precisamente un signo distintivo contra aquellos cultos que como el cristianismo se consideraban amenazadores para el orden estatal, ni que lo fue en el renacimiento cuando las guerras de religión aumentaron exponencialmente el macabro número de víctimas asesinadas por su credo, siendo célebre por sus dimensiones la masacre de los hugonotes.
En resumen, ni los dos periodos que circundan históricamente la edad media, el imperio romano y el renacimiento, fueron periodos de tan despampanante luminosidad, ni el medievo fue tan tétrico de oscurantismo. El hombre medieval no era menos inteligente que su homólogo renacentista o romano. En realidad de él hay que admirar una tenacidad amorosa hacia la civilización sin la cual el posterior humanismo habría sido imposible.

Resultado de imagen de edad media

En este sentido a menudo muchos manuales y teóricos de la literatura se abandonan a la tentación de catalogar la Divina Comedia y demás producción literaria del trecento especialmente la petrarquista y la de Boccaccio como "prerrenacentista" o directamente "renacentista". En nuestras literaturas locales sucede lo mismo con figuras como Ausias March, Jorge Manrique o el marqués de Santillana. De alguna manera el canon nos dice: colocándoles la etiqueta de "prerrenacimiento" que eran "demasiado buenos" para ser considerados medievales; suenan más modernos, así que si bien no se les puede considerar en puridad renacentistas hay que integrarlos en algo así como un forzoso periodo de transición.
Aquí no se pretende negar que en la historia de la literatura hay a menudo prolongados periodos de transición que deben ser analizados según los propios parámetros de su idiosincrasia. Ahora bien, la etiqueta "prerrenacimiento" se utiliza en casos como los señalados con una total arbitrariedad, negando a la edad media la posibilidad de producir obras de gran calidad si estas no se caracterizan por una sonoridad anacrónica.
Una de las principales justificantes para la tesis de la etiqueta prerrenacentista radica en el trato del amor dado a la dama en la dolce still nuovo, tan extraordinariamente desarrollada por Dante y Petrarca. Podemos encontrar abundantes referencias a la contraposición entre esta y la lírica provenzal basada en una mímesis del vasallaje aplicada al lance amoroso. Así mismo las experiencias del poeta pasan a un segundo plano. De hecho tanto la Vita Nuova como el Canzioniere apenas tienen acción, quedando en ellos el yo poético como un observador, un observador conmocionado hasta un extremo que, visto desde una perspectiva moderna y carente de empatía con el propósito artístico de ambas creaciones, se asemejaría a una actitud patológicamente obsesiva. Al poema ya no sólo se le sustrae el contacto con la dama -muchos trovadores idolatraron a damas a quienes nunca llegaron a conocer en persona- sino que incluso el ansia de conocerla parece quedar en un segundo plano.

Imagen relacionada

Algunos han querido ver en esta actitud una anticipación del neoplatonismo, más adelante volveremos sobre este punto clave en esta sección. Sin embargo, se ignora el propósito original de los poetas sobre sus creaciones, propósito que por cierto, basta con leer el Secretum de Petrarca o la correspondencia de Dante con Guiddo de Calvalcanti -o las propias confesiones del peregrino de la comedia- para ver que no está tan oculto, no es otro que el ansia de perdurar en la memoria de los hombres a través del genio literario. Si se sigue esta línea, llegamos a la comprensión de que más allá de su existencia en carne y hueso, Laura y Beatriz operan como figuras simbólicas, un pretexto para la perfección del ejercicio retórico de la lírica, imprescindible para poder llevar a cabo la creación literaria, aunque sin dejar un verdadero poso de su identidad personal en la misma.
Otro pretexto serian los metros. Ciertamente la presencia de la terza estrofa de tres versos endecasílabos supone una innovación de la Comedia respecto a la métrica del momento. Ahora bien, no parece que por sí mismo el cambio de metros baste para justificar el nacimiento de un nuevo periodo literario. De ser así, entre los versos alejandrinos de los mesteres de juglaría y clerecía, y los octosílabos del romance, la historia de la literatura española debiera configurar dos periodos distintos, mientras que apenas se distinguen entre géneros y escuelas.
Debemos asumir pues que bajo un mismo periodo, pueden coexistir una pluralidad de estilos, en particular en lo que al ámbito formal se refiere. Sin embargo, la clasificación por periodos o etapas de la historia de la literatura, salvo que sea indiferente incurrir en etiquetaciones arbitrarias, impone que estas se fundamenten en nexos temáticos, inquietudes vitales mutuas derivadas del momento histórico y sobre todo la filosofía o concepción ideológica que cimienta su noción de la realidad y en su caso del arte. Esto último explica por qué en el S XX conviven diversas corrientes literarias y artísticas solapadas en el ámbito temporal, algo muy difícil de admitir para los teóricos del S XIX quienes asociaban cada época histórica a un gran movimiento.

Imagen relacionada

En ese sentido, la dolce still nuovo, termino, por cierto, acuñado por Dante en un verso del Purgatorio había sido previamente practicada por los poetas Guido Guinizelli y Guido Cavalcanti inspirados e influenciados por la poesía provenzal. Más aún, no se debe olvidar que de Brunetto Latini, a quien en el Infierno el peregrino llama respetuosamente maestro, el propio Dante adquirió la maestría en la escritura del latín así como en la lengua romance. Sería el gran humanista al retorno de su exilio quien aportaría a Dante los modelos para obras de juventud como LL Fiore (1295-1300) en las que el poeta florentino adaptaría al verso italiano el Roman de la Rose.
Hay que tener presente que cuando Guinizelli y Cavalcanti sentaron cátedra fundando Escuela de los Fedeli d'Amore, inspirados por el pionero algo más lejano Guittone d'Arezzo, la poesía italiana en lengua vulgar apenas disfrutaba de su quinta década de vida en Italia. La influencia provenzal sobre su estilo fue incuestionable. En cierto modo, es pacífico afirmar que la "mujer angelical", que aúna belleza física y espiritual no se halla tan alejada de la dama en la lírica provenzal, sino que la relación de vasallaje se transfigura a la adoración religiosa.
Quizás no exista un explicación unívoca sobre esta transformación, pero no podemos ignorar el contexto sociopolítico italiano difiere del provenzal. El arraigo feudalismo era sin duda la estructura "estatal" del último lugar, donde la importancia del noble al que se servía dejaba al rey -francés o aragonés- en un segundo plano, casi renegado a un nominalismo simbólico, en contraste con la fuera relación del vasallo con su señor feudal. Esto facilitaba la traslación lírica de los trovadores que equiparaban el amor con dicha relación de vasallaje. La península italiana en cambio no presentaba esta estructura feudal sino un amasijo heterogéneo de ciudades Estado, pequeños señoríos nobiliarios -que no tenían un origen feudal-, los dominios imperiales del Sacro Imperio Germánico y por supuesto los Estados Pontificios. Con tan diversas formas políticas, no cabe duda que para los italianos quedaba mucho más cercano el ámbito de la adoración religiosa que el vasallaje feudal ajeno a su tierra. Este factor de proximidad nos permite entender la mutación de la traslación del ámbito amoroso a la religiosidad, si bien la técnica no es tan diferente en el momento de abordar el amor en su génesis.

Resultado de imagen de edad media

Tampoco podemos desconocer el hecho de que en la Italia medieval la efervescencia cultural y filosófica era mucho más elevada y generalizada que en cualquier otro lugar de Europa. Quizás únicamente la universidad de París pudiera rivalizar hasta la consolidación de Wittemberg con las universidades italianas. Dicho poso cultural y filosófico impregnaba cualquier aspecto cultural y artístico de las creaciones dentro de sus fronteras. Lo apreciamos en cuadros, libros y por supuesto poemas de la época.
Sin embargo, nada de esto basta para que se pueda hablar de "prerrenacimiento".
Llegados a este punto debemos preguntarnos cuál es la diferencia fundamental entonces entre renacimiento y edad media, pues si en ambas épocas los tópicos literarios son los mismos y la técnica se revela continuista corremos el riesgo de aventurarnos a pensar que la división sea arbitraria. Algo que tampoco sería correcto.
Quien lea a Dante y tantos poetas medievales verá que es un error pensar que la influencia clásica resurgió con el renacimiento. Nunca dejó la literatura. Ahora bien, cambia la perspectiva. Miquel Angello, Da Vinci o Bramante no sólo imitan a los maestros clásicos sino que aspiran a superarlos en su técnica, haciendo realidad en sus obras la máxima de haber llegado a lo más alto por descansar posados sobre los hombros de los gigantes. Así pues, mientras el poeta medieval tiene en las artes clásicas -no sólo en la poesía, sino en la retórica, la filosofía etc- un ideal que en el mejor de los casos puede aspirar a igualar, el genio renacentista se cree capaz de superar los antiguos modelos gracias a su perspectiva histórica. En ese sentido atisbamos un rasgo nítidamente medievalizante en su trato a Virgilio al que idolatra como maestro y más importante aún en el canto del Limbo, cuando es acogido y admitido como uno más entre los antiguos poetas clásicos Horacio, Lucano, Homero y Ovidio. Así se constata que la máxima aspiración del poeta florentino es igualar -no superar- a aquellos maestros clásicos que idealiza.
La otra gran diferencia entre renacimiento y medievo radica en el sustrato filosófico de ambos periodos. A partir de la influencia de Pico della Mirandola, el neoplatonismo se convertirá en el principal sustrato ideológico del planteamiento renacentista. Por el contrario, la edad media contempla el mundo en todas sus formas a través de la escolástica de sustrato aristotélico cristianizado por Santo Tomás de Aquino. No es que Platón sea un completo desconocido, pero sí su importancia se ve aminorada.

Resultado de imagen de edad media
Santo Tomás de Aquino con la Suma Teológica.

La poesía de Dante se arraiga en la tradición escolástica. Esto lo podemos ver claramente en la descripción ptolomea del cosmos, la exposición de los diferentes elementos y la interacción entre ellos, pero especialmente en el viaje ascensional que nos muestra su Comedia. Tampoco debemos obviar que la distribución de los pecados entre veniales y más graves que aparece tanto en el infierno como en el purgatorio y más aún el especial lugar que en ellos ocupa la acidia/pereza [según la traducción] no precisamente entre los más leves se vinculan estrechamente a Suma. El encuentro con la divinidad en última instancia no se traduce en las exaltaciones del alma expresadas en sensaciones corporales como harán los místicos renacentistas, sino como la culminación de un arduo proceso de maduración intelectiva.

Resultado de imagen de edad media rosa

Por último está el espíritu pedagógico y en cierto modo doctrinal de la obra. Dante no pretendía realizar una mera creación artística. Mas si bien el peso de la lírica trasciende sin duda a la vocación doctrinal, no por eso debemos ignorar a la última. La contemplación de los horrores del infierno en contraste con la gloria del paraíso, deben inspirar un propósito de enmienda vital -personal y social como veremos- que trasciende lo artístico.  Tal fervor y sobre todo, como acabamos de comentar, el modo en que se expresa, constituyen a su vez otro rasgo que enmarca la Divina Comedia en la literatura medieval.

Eduard Ariza Ugalde


Bibliografía Consultada


ALIGHIERI, DANTE, Divina Comedia. Ed. de Petrocchi, Giorgio; Martínez de Merlo. 9ª Ed. Madrid: Catedra, 2005.
ALIGHIERI, DANTE, Divina Comèdia. Ed. Mira, Joan F. Barcelona: Proa, 2000.
ALIGHIERI, DANTE, Vida Nueva. Ed. de Pinto Raffaele. Madrid: CATEDRA, 2003.
ANDERSON, William, Dante the maker. Boston: Routledge&KEgan Paul Ltd, 1980.
AUERBAHC, Erich, Dante Poeta del mundo terrenal. Madrid: Acantilado, 2008.
AAVV, Antología Esencial de la Poesía Italiana. Colinas, Antonio (Coord.), Madrid: Austral, 1998.
AAVV, Derecho Eclesiástico del Estado. Valencia: Tirant Lo Blanch, 2012.
AAVV, AKAL Historia de la Literatura Volumen Segundo El Mundo Medieval 600-1400. Madrid: Ediciones AKAL, 1989
AAVV, The Cambridge History of Italian Literature. Cambridge: Cambridge University Press, 1996.
BORGES, Jorge Luis, Nueve Ensayos Dantescos. 4ª ed. Madrid: Alianza Editorial, 2009.
FRECCHERO, John, Dante: the poetics of conversion. USA: Harvard's Editions: 1986
NEMBRINI, Franco, Dante Poeta del Deseo. Madrid: Ediciones Encuentros, 2011.





No hay comentarios:

Publicar un comentario