viernes, 18 de febrero de 2011

Yo no he perdido el Tiempo

Esto de tener insomnio puede ser muy práctico de caras a contar tu vida a tus nietos. En los años venideros, podré decirles que terminé de leer “días”, la última palabra de En Busca del Tiempo Perdido, a las 6:20 de la mañana. Ciertamente, he acabado de leer los tres últimos volúmenes de la obra de Proust, La Prisionera, La Fugitiva y El Tiempo recobrado, y no tengo la sensación de haber perdido o malgastado mi tiempo. Por eso, quiero escribir aquí las últimas impresiones literarias que he recibido de esa obra titánica.
La Prisionera y La Fugitiva son una historia propia. Se podrían independizar del resto de la obra. Narran la trágica historia del amor entre el narrador y Albertina. Él sospecha, de una forma más o menos fundada, que ella lo engaña y además con mujeres. Recordemos que Albertina es el alter ego de un hombre, por lo tanto, su bisexualidad debe interpretarse, en una lectura romántica, a la inversa de cómo se nos muestra en el libro. Los celos llevan al narrador a observar y vigilar todos los movimientos sociales de su amada, encerrándola progresivamente. Un día ella escapa y vuelve con sus tíos. Así empieza La Fugitiva. Si en La Prisionera las reflexiones habían circulado en torno a la concepción del amor, en La Fugitiva el constante monólogo interno aborda primero la obsesión derivada de la pérdida y finalmente su paulatina desaparición. En esta obra, el narrador escribe a Albertina en intentos infructuosos para que retorne a su lado. Un día, le llega un telegrama, su amada ha muerto por una caída de caballo. Pero la verdadera tragedia viene después, cuando recibe con retraso una carta de Albertina en la que ella le decía que pensaba volver a su lado. El narrador queda desolado, sin embargo, no va al entierro, ni a la tumba de su amada. Hecho que menciono por su significancia, ya que dentro de El Tiempo perdido donde la muerte abunda relativamente, apenas se hacen referencias a entierros, cementerios u otros elementos fúnebres.
Para recuperarlo, su madre lo lleva a Venecia. Allí, una “mala lectura” le hace creer que Albertina está viva y que todo ha sido una farsa con el fin de engañarlo y que ella pueda casarse con otro. Pero incluso, mientras cree esta mentira (que al final se descubre que es falsa) ya no siente rencor, ni celos; Albertina ya es agua pasada. Deshecho el entuerto, quien se casa es Gilberta Swann con Roberto Saint-Loup. Como el narrador comenta “los homosexuales sería buenos maridos si no fingiesen constantemente que les gustan las mujeres”. Personalmente, no podría estar más de acuerdo. El caso, no obstante, es que Saint-Loup sí que finge.
Recientemente, he vivido una experiencia “de amor” que la otra persona quería degradar al romanticismo más barato. La persona en cuestión quería, entre otras perlas, que imitásemos a los protagonista de Tres metros sobre el cielo (uno de esos ejemplos de pornografía barata corruptora de mentes juveniles con un toque de inocencia que se queda muy lejos de Balthus). Romanticismo no es ver morir a tu amado entre palabras absurdamente vacías mientras el trasatlántico en el que viajabas naufraga en el Atlántico norte. Es, por el contrario, un acto de rebeldía de un “yo” individual contra un “nosotros” social que le oprime. De la misma forma, el amor, especialmente el conyugal, no es darse de comer fresas mutuamente con una cucharita de plata. El amor entre dos adultos, como bien refleja Proust, es una tortura psicológica. Ya lo dijo Jaime Gil “porque quererse es un castigo/ y es un abismo vivir juntos”. Ojala se hiciese leer un poco a Proust para preparar a la juventud para la realidad.
Bueno, creo que me he desviado un poco, vuelvo a mi camino. En El Tiempo reencontrado, la muerte se apodera del narrador “como si fuese un amor”. Si bien, como él mismo dice, no lo está en absoluto. La Gran Guerra sirve a Proust para escenificar la llegada mayúscula de la muerte. Muere Saint-Loup, dejando a Gilberta con una hija. La madre comenta maliciosamente que, “por sus gustos”, el padre hubiese preferido que fuese un varón. Poco a poco, la muerte se lleva a muchos personajes, entre ellos la princesa y la duquesa de Guermantes. Los escenarios donde se ha representado la Comedia Humana de la vida se van vaciando; el hotel Guermantes se cierra por la ruina de los propietarios, de la misma forma que la mayoría de los círculos intelectual-aristocráticos que frecuentaba el narrador.
El derrumbe de la aristocracia queda constatado con la caída de los Guermantes, los Villasparis, y más simbólicamente la figura de mesieour Charlous, ya que el barón homosexual queda paralizado de un ataque de apoplejía sumado a una progresiva perversión de sus gustos que degeneran en pedofilia, alegorizando en su conjunto la caída del mundo aristocrático al que pertenece el narrador.
En síntesis todos los personajes, van dejando el escenario. Al principio cada personaje tenía varios “yo” a ojos del narrador, progresivamente, estos yo, se van sintetizando para desaparecer finalmente.
El estilo también contribuye a esta sensación. El llamado estilo proustiano llega su éxtasis en los volúmenes de A la sombra de las muchachas en flor y El mundo Guermantes, se estanca en Sodoma y Gomorra y en los últimos tres volúmenes se fragmente progresivamente, como efecto del asma cada vez más grave en el autor. No obstante, al final, este defecto se torna en virtud, ya que un texto más fragmentado y con un número elevado de lagunas contribuye a dar sensación de cansancio, olvido, decadencia e incluso hastío vital.
En los momentos finales del libro, el narrador se queda solo en su habitación. Toda su vida ha deseado escribir algo sensacional, pero no ha encontrado el tema. El tema no debe ser algo trascendente, simplemente debe ser su vida. Esa es la conclusión. El narrador termina escribiendo compulsivamente en su cuarto, lamentando que su enfermedad no le permitirá a Proust cerrar su circuito metaliterario.

4 comentarios:

  1. Ha, ha... d'això se'n diu fer un resum complert, amb derives personals i tot entremig!

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  2. És com s'ha de fer aquestes cosesXd

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  3. He llegado por casualidad poniendo Albertina en google... y la verdad, no podría estar más de acuerdo con tu interpretación de la obra (que en ocasiones hay que leer dos veces para entender, y a veces se te atraganta, pero merece la pena seguir). Me ha llamado la atención especialmente aquello de que el verdadero amor "adulto" es la tortura psicológica.
    Si es que a veces tener insomnio ayuda mucho! :)

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    1. Muchas gracias por dejar un cometario. Ha pasado tanto tiempo que ya apenas si recordaba esta entrada.
      Me alegro mucho de compartamos opinión sobre "El tiempo perdido". La verdad es que lamento un poco no haber citado argumentos de personas expertas para respaldar los míos propios. Sin embargo, creo que, por fotuna, todo es bastante coherente.
      A veces es bueno dormir un poco también. ;)

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