miércoles, 2 de febrero de 2011

Pensando en Proust I: Nunca le rodarán un guión de cine.

Hoy, dos de febrero de 2011, he acabado de leer Sodoma y Gomorra, el cuarto volumen de la obra de Proust En busca del tiempo perdido. Leer a este autor está siendo todo un reto, que nunca había experimentando, como lector experimentado y veloz que soy.
He pensado que sería bueno volver a escribir algo sobre él. Le dediqué una entrada breve cuando estaba leyendo A la sombra de las muchachas en flor, algo hastiado contra el autor, ya que mi prejuicio de ver en la literatura una idea que se disponga a servir al lector me impedía gozar de un autor como él. Después de haber avanzado en la lectura y haber asistido a unas conferencias sobre el autor, cuyo conferenciante, Carles Bessa, traspiraba pasión hacía el autor, creo que le entiendo un poco mejor. No pretendo dar una clase magistral, sólo deseo compartir aquí algunas reflexiones a las que me ha llevado la lectura.
Como decía el señor Bessa, sería muy difícil, por no decir imposible, realizar un guión cinematográfico sobre El tiempo perdido. Hasta donde he leído, encuentro dos objeciones: a) Ninguna imagen podría captar las descripciones de Proust. La continúa asociación de objetos a través del recuerdo, las personificaciones, las analogías etc. Todo esto se pierde en la película. Aunque un cámara enfocase el plano de una iglesia pequeña de carácter gótico, igual que la descrita en la ficticia villa de Combray, aunque enfocase desde múltiples planos y perspectivas o a diferentes ritmos, jamás podría transmitir al espectador la fuerza masculina con la que el campanario asciende al cielo. Tal descripción, donde lo sacral se une a lo profano queda vedada al mundo visual. Porque, y esto es muy curioso, cuando el lector lee una descripción de Proust, concretamente una ecfrasis, deja de ver formas y colores para percibir tan sólo el concepto espiritual. b) La obra de Proust es excesivamente estática en la acción, y cambia de forma repentinamente a través de flashbacks u otros recursos. Pro ejemplo, en El mundo de Guermantes, se describe la llegada del narrador al hotel Guermantes y a partir de ahí, jugando con el nombre –nobiliario- de Guermantes, Norporis, madame Verdurin entre otros, narra, al mismo, sin saltos que avisen al lector, hechos y conversaciones de estos personajes entre ellos o dirigiéndose a él, junto con otras que tuvieron los antepasados de estos nombres insignes –y ficticios- en la época de los monarcas borbónicos.
Vemos, en consecuencia, que un film sobre En busca del tiempo perdido es un proyecto destinado al fracaso además de al absurdo.

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