Portada de el cómic Tintín en el Congo
Recientemente, topé con una
noticia un tanto sorprendente: el cómic de la colección Tintín, Tintín
en el Congo, había sido denunciado por racista. El primer titular que cayó
en mis manos pecaba de sensacionalismo, pues aseguraba que el ejemplar de la
mítica saga podía dejar de publicarse en Bélgica.
Luego de afinar las fuentes de
información, descubrí que el demandante, Bienvenu Mbutu Mondondo, no exige tal
cosa, sino que conste en su portada una advertencia, como contienen tantos
otros libros, para que éste cómic se destine a un público mayor de dieciocho
años, además de informar al lector sobre su contenido racista. El motivo es que
considera que el cómic exhibe a la raza negra como seres inferiores con
problemas de inteligencia.
El denunciante, Bienvenu Mbutu Mondondo, con el cómic entre las manos.
La complejidad del personaje
Hergé (1907-1983) queda oscurecida por su fácil adaptación a la conversión de
Bélgica en una provincia del Tercer Reich gobernada, entre 1940 y 1944. Se le
llegó a señalar incluso como un “reixista”, nombre del colectivo fascista belga
que colaboró estrechamente con los nazis, durante la ocupación. Esta hipótesis
tiene poco fundamente, ya que Hergé, en múltiples alegorías, crítica en sus
cómics el expansionismo de los regímenes fascistas, por Europa. Su escasa
oposición a la invasión, como él mismo confesó, se debió a su desencantó con el
sistema político. En 1973, declaró para el Haagse Post: «Reconozco que yo
también creí que el futuro de Occidente podía depender del Nuevo Orden. Para
muchos la democracia se había mostrado decepcionante y el Nuevo Orden traía
nuevas esperanzas. A la vista de todo lo que pasó se trataba naturalmente de un
gran error haber podido creer en ello”.
Instantánea de Herge, autor de Tintín.
Más difícil que autoritario sería
encontrar a un herré próximo al antisemitismo o a los prejuicios raciales. La
descripción de lo que fue “El Congo Belga” en África, llevada a cabo por Hergé
en Tintín, muestra, ciertamente, a una raza negra empobrecida desde el
punto de vista cultural occidental. Gente que no sabe sumar ni restar, que se
sorprende ante el flash de una cámara o de los ultrasonidos de la radio,
aparecen, en varias ocasiones, a lo largo de las tiras de viñetas. Estos,
objetivamente, eran hechos reales. Herré no deja de pecar de mostrar una
historia eglucorada que evita abordar los dramas de la colonización. Pero,
entiéndase que se cómic no era un medio de denuncia sino de pasa tiempo.
Viñeta final de Tintín en El Congo.
No es Hergé el único que ha
padecido estas interpretaciones tan subliminales de su trabajo, la novela
(posteriormente llevada al cine) Lo que el viento se llevó de Margaret
Mitchell, o la aún más célebre Cabaña del
tío Tom H. B. Stowe han sido
acusadas de contener clichés racistas. Muchos trabajos del periodo medieval,
como Tirant lo Blanc, tiene, sobre ellos la acusación de machismo
o, incluso, de incentivar la violencia, aunque suene ridículo.
Portada de Gone with the wind, por M. Mitchell.
Para evaluar correctamente una obra, más aún cuando esta tiene un
carácter artístico, primero debemos situarla en su contexto. Así evitaremos
vituperarla con conceptos modernos que son ajenos a su tiempo. Después hay que
evaluar el contexto social del personaje y, al final, entender la finalidad del
trabajo, pues no se puede evaluar, con los mismos ojos, una obra que pretenda
marcar tendencia ideológica que una destinada al divertimento.
Por supuesto, si alguien se siente ofendido leyendo las viñetas de
Hergé, después de haber hecho todo este proceso, libre es de no leerlas, aunque
de ahí a la denuncia hay un salto, tal vez, excesivo.
Esta mañana leía El
Quijote de Cervantes, más
exactamente el capítulo 29, donde Dorotea se hace pasar por la princesa de
Micomicón y pide protección y matrimonio a Don Quijote. Todo forma parte de la
trama del cura y el barbero, que persigue devolver al desvalido hidalgo a su
pueblo. Sancho también cae en el engaño y ve a su señor coronado en breve rey
de Micomicón y él, al fin, con el ducado o la preciada ínsula “que por grande
que fuera” sabrá gobernar. Sólo una cosa inquieta al honrado escudero que sus
vasallos sean negros, sin embargo, pronto encuentra un remedio que le
satisface:
"¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a Espalo, donde los podré
vender, y adónde me pagarán de contado, de cuyo dinero podré comparar algún
título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida?"
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Cervantes, Saavedra, Miguel. Editorial
Planeta 2002. Edición a cargo de Martín de Riquer.
Confío en que todo el mundo vea descabellado que alguien fuese a
pleitear a los tribunales contra una de las obras clave de la literatura española,
pretextando que encierra un contenido racista.