jueves, 20 de enero de 2011

¿Libertad o Pan? III

La del 1968 fue una verdadera revolución popular, fomentada en un clima económico relativamente apacible, sin perversas instigaciones de la gangrenada mano de la burguesía. Tal vez, por el hecho de fundamentarse únicamente en una cosmovisión intelectual, sólo consiguió que cayese el primer ministro, quien por cierto, por empeño de De Gaulle, se hizo con la Presidencia de la República. Es muy posible, que la envestidura de Pompidou sea la constatación más clara de cómo el poder subyuga a las masas por encima de la pureza intelectual en la segunda mitad del S.XX.
El fracaso de una revolución es siempre seguro en los términos en los que se han planteado hasta ahora, porque, en ninguna revolución el pueblo ha actuado seguro. Se ha movido por el miedo, la incertidumbre, confiando su destino a quien prometiese un futuro mejor, matando así cualquier ideal revolucionario, en el principio de la misma revolución. Eso fue cierto en Francia en 1789 y es cierto en Túnez en 2011.
El pueblo tunecino se ha dejado guiar por una élite que es quien en verdad ha destituido al ex presidente Ben Alí, usando al pueblo de actores en su obra mímica. Sólo un pequeño reducto intelectual desea la verdadera democratización del estado. El resto del país está dividido en dos: la ciudadanía popular, que tan sólo aspira a invertir el penoso curso de la economía que les ha arrastrado al límite de la pobreza (y esto no es poco). Luego está la élite económica que aspira a extender su poder en cualquier institución sea del color político que sea.
El problema de esta revolución radica en el hecho de que el pueblo no tiene claro lo que desea. Grita “Libertad” en la calle y quiere decir “Pan”. En la mayoría de los casos, no entiende la perversión del sistema autoritario, simplemente, lo ha visto como el origen de sus desgracias en estos últimos años. Ese es un error terrible, porque cortar la cabeza a un “monarca” no cambia ningún país. La revolución no puede brotar de una chispa saltada a lo bonzo, debe brotar de la certeza y la convicción ideológica de la ciudadanía. Hasta que no se logre así, hasta que el pueblo no madure, es absurdo revolucionar un país, porque su subsiguiente resultado será un simple traspaso de poder entre élites herméticas.

3 comentarios:

  1. Et veig molt marxista... per quan ens pronostiques la revolució proletària i definitiva? ;-)

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  2. Això teu comença a ser lleiatat incondicional. Confesso que m'agrada saber que algú legeix tot això Galderich, però tampoc no cal que t'ho prenguis com un hàbit.
    D'altra banda no considero el meu raonament com a marxista. És, simplement, pura objectivitat.
    No sóc partidari de la revolució sinó de la reforma.

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  3. Ahà!

    Eduard, de debò que de vegades flipo amb els teus coneixements d'Història. A mi és de les assignatures que més em van fer patir durant el Batxillerat.

    Però sobre el text en si: hi estic molt d'acord, la veritat. M'agrada que sàpigues veure més enllà del que mostren els mitjans de comunicació, és una cosa que la gent sovint no sap fer. (Si no entens a què em refereixo és normal. De vegades parlo més per mi que pels altres.)

    Per cert, m'ha fet ilu el teu comentari al meu blog. M'agrada que el que escric no et sembli una tonteria :D

    Ens veiem dilluns :)

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